La multitud del Clan Zhang salió volando de la Ciudad Etérea Envolvente. Mirando los majestuosos edificios que había debajo, Zhang Xuan no pudo evitar sentirse como si acabara de pasar por un sueño.
Sabía que esta vez había herido a esa amable joven, pero no había forma de que pudiera dictar sus emociones. Si se forzaba a actuar en contra de su voluntad, al final sólo terminaría hiriendo a todos. En lugar de recurrir a ello, sería mejor que lo pusiera fin de forma decisiva.
Al principio sería difícil, pero una vez que la joven pudiera dejarlo ir, ella podría buscar la verdadera felicidad que se merecía.
Luo Ruoxin le miró y preguntó: —¿No puedes soportarlo?
Zhang Xuan agitó la cabeza y dijo: —Este malentendido sólo ocurrió porque pensé que eras la pequeña princesa del Clan Luo.
—Está bien, lo entiendo. Ya no tienes que explicar nada más —asintió Luo Ruoxin mientras volvía a su habitual despreocupación—. Todavía puedo discernir la verdad.
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