Un viento salvaje llevaba granos de arena mientras barría el desierto amarillo rojizo. El sonido quejoso del viento aullante emitía levemente briznas de frialdad oscura. En esa clase de lugar un tanto desolado, uno estaría presionado a encontrar otro humano. Solo había un interminable viento arenoso, llevando los sonidos de un aullido. Ningún árbol existía en esa zona. El ambiente seco complicaba que la vegetación y los animales sobrevivieran. Solo una hierba salvaje amarilla era capaz de vivir tenazmente en ese lugar desolado. Bajo sus pequeñas hojas, había un sistema de raíces extremadamente bien desarrollado que una persona ordinaria tendría dificultades para imaginar. Sus raíces de decenas de metros de largo se extendieron en lo profundo del subsuelo en busca de una valiosa fuente de agua. Los pastores del desierto los llamaban Halii Ya, queriendo decir regalo divino. Esa vegetación tenaz estaba encontrando una forma de mantenerse con vida.
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