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Un nuevo amor

La vida de Alicia había mejorado mucho en los últimos meses. Había llegado a la clínica cuando apenas iba a cumplir su segundo mes de embarazo y aquel día estaba cumpliendo el sexto. Se miraba al espejo su hermosa barriga que había crecido mucho más grande de lo que habría imaginado. Lucía radiante y feliz.

– Es día de natación –exclamó una enfermera entrando en la habitación. Ella se giró para verla con una sonrisa.

– Creo que hoy necesitaré más ayuda, estoy más grande –comentó riendo.

El tratamiento que le estaban aplicando a Alicia había estado arrojando muy buenos resultados. A pesar que todo avanzaba a paso lento, ella se había estado recuperando. Sus valores poco a poco se iban estabilizando y su embarazo estaba transcurriendo normal. Ella se sentía feliz y animada, al punto que había comenzado a asistir a distintas clases como yoga o natación, pues le habían dicho que no solo era bueno para su salud, sino para la de su bebé.

La enfermera que había llegado, le entregó el tulipán morado con la tarjeta de ese día. Alicia lo tomó, acercó la flor a su nariz para percibir el aroma y sonrió mientras leía aquella nota en silencio. Anderson había logrado conquistar su corazón en el poco tiempo que tenía conociéndolo. Las flores y los pequeños obsequios que acostumbraba a regalarle, no eran nada en comparación a todo lo demás que ese hombre había hecho por ella. Él había estado ahí en todo momento, le había brindado la seguridad y el amor que tanto buscaba. Se había portado como ese príncipe de ensueño que siempre esperó que Mark fuera. No pudo evitar pensar en las veces en que él estuvo para ella.

– Hoy será un gran día –recordó que Anderson le había dicho cuando llegó a su primera sesión de tratamiento.

Alicia estaba nerviosa aquel día, pues comenzarían a aplicarle los medicamentos para su enfermedad y tenía miedo que algo saliera mal, pero sus temores se fueron disipando cuando Anderson comenzó a hacerla reír con sus historias. Él no solo esperó a que ella llegara ese día, sino que se quedó durante todo el tiempo que tomó el proceso.

– Toma mi mano –le pidió en el momento en que Alicia se recostaba sobre la camilla para que le colocaran la primera inyección.

A pesar que se habían conocido hacía tan solo un par de semanas atrás, algo en su interior la hacía confiar en él, así que con una sonrisa, tomó la mano que él le ofreció y la apretó con fuerza mientras los médicos realizaban el procedimiento. Debía permanecer dos horas recostada y durante ese tiempo, Anderson estuvo ahí sentado junto a ella sosteniendo su mano y contándole distintas historias que la hacían reír.

Desde entonces, él aparecía para acompañarla durante las distintas sesiones de su tratamiento y se aseguraba que estuviese calmada durante los mismos. Él lograba hacerla olvidar todo lo malo que pasaba a su alrededor. La hacía reír a cada momento y alegra sus días como nadie nunca lo había hecho, así que solo fue cuestión de tiempo para que Alicia se acostumbrara a la presencia de Anderson y hasta anhelara su llegada cada día, pues con el pasar de los meses, él no solo estaba ahí para apoyarla con su tratamiento, el cual debía recibir 3 veces por semana, sino que además, aparecía los días restantes para pasar tiempo con ella.

No importaba si se trataba de dar un paseo por el jardín, llevarla a la cafetería a comer un poco de helado o simplemente hablar tonterías sentados en cualquier esquina de aquella clínica, él siempre estaba para ella y ambos disfrutaban de esos momentos. Parecían congeniar a la perfección y el personal de aquel lugar lo había notado, lucían muy felices juntos y a todos les alegraba.

– ¿Cómo amanece mi futura esposa? –bromeó como siempre con una sonrisa al verla llegar a la piscina.

– Mejor que nunca –respondió con una sonrisa mientras se acercaba a la orilla.

Él le extendió la mano y la ayudó a ingresar para luego regalarle un beso en la mejilla. Ella le sonrió. Anderson estaba tomando las clases de natación y yoga con ella. No era que realmente lo necesitara, pero le gustaba acompañar a Alicia en todo el proceso y ella se lo agradecía.

Pasaron una mañana agradable. Tras terminar la clase, permanecieron en la piscina conversando de distintas cosas, tenían que hacer tiempo para ir a la consulta de Alicia. Aún no sabían el sexo del bebé, pues en los últimos chequeos, este no se había dejado ver de frente, así que ella permanecía con la incógnita. Realmente no le importaba si era niño o niña, de igual manera lo amaría, pero quería ponerle nombre y hacer algunas cositas especiales para cuando naciera, por lo que estaba ansiosa por saber qué sería y Anderson le había prometido acompañarla.

– Creo que hoy sí lo sabremos –aseguró él mientras ayudaba a Alicia a acomodarse en el sillón junto a la piscina.

– Dios te escuche. Me muero por saber –respondió ella mientras tomaba el jugo que su acompañante le ofrecía.

– Creo que es niña –dijo seguro. Alicia rió.

– ¿Por qué lo crees?

– Bueno, dicen que las niñas siempre hacen que las madres luzcan más hermosas durante el embarazo y tú estás más bella que nunca –le halagó con una sonrisa. Alicia no pudo evitar sonrojarse.

Anderson había sido un gran apoyo para ella, no solo en el tema de su enfermedad sino también con su embarazo. Desde que ella le comentó al respecto, él había estado muy pendiente de todo y de hecho, sin ella pedírselo, él poco a poco había asumido el rol de padre, pues la acompañaba a las consultas, le complacía con todos sus antojos, la calmaba y la hacía reír durante sus episodios de mal humor, pero sobre todo, la hacía sentir segura. Él le decía que quería estar con ella, que quería brindarle todo lo que ella y su bebé necesitaran, quería ser parte de sus vidas y aunque en un principio Alicia no se lo tomaba en serio, con el pasar del tiempo comenzó a pensar en esa propuesta de matrimonio que Anderson le ofrecía. Ella se había reusado a tener algo con él, veía la situación como una completa locura. Apenas se conocían y ella se acababa de divorciar, así que ni siquiera había dejado que la besara. Solo eran amigos, pero debía admitir que se habían vuelto muy cercanos. Cada día que pasaban juntos, Anderson se ganaba aún más su corazón.

– Me gustaría que fuese niña –le confesó a Alicia quién lo miró con curiosidad.

– ¿Por qué?

– No lo sé. Siempre me gustaron y pues… siempre deseé tener una hija. Creo que sería lindo –ella le sonrió.

– ¿Tu esposa quería una niña? –preguntó un poco dudando de si debía hacer aquella pregunta.

– La verdad es que Elena lo habría amado sin importar si fuese niño o niña –aseguró con una sonrisa– pero creo que habría dicho que niña solo para complacerme –ambos rieron.

Anderson era viudo. Le había contado a Alicia que había perdido a su esposa en un accidente de esquí hacía algunos años atrás. Él se había sentido desolado con su pérdida y en parte creía que esa había sido una de las razones que dieron lugar a su enfermedad. Su enorme depresión derivó en la aparición de un tumor cerebral que parecía no tener cura, pero contra todo pronóstico, él decidió luchar.

– La vi en un sueño –le había dicho en una de sus pasadas conversaciones– ella me dijo que no podía dejarme vencer, que debía luchar y pues… eso hice.

La historia de aquel hombre le había conmovido por completo. Alicia sentía que él había amado profundamente a su esposa y le parecía hermosa la idea que aun después de su partida, ella le diera las fuerzas que necesitaba para seguir adelante. Él le había dicho que tras la muerte de su esposa, se había prometido que nunca más se casaría y por mucho tiempo, no había llegado a sentir nada por nadie, era feliz solo.

– Eso fue hasta que te conocí –confesó una vez. Alicia se ruborizó sin saber que decir ante aquellas palabras– no sé explicarlo, pero apenas te vi, mi corazón volvió a latir –expresó en voz baja mirándola a los ojos– durante mucho tiempo sentí que estaba muerto, que nunca más volvería a amar, pero en el momento en que mis ojos se encontraron con los tuyos, fue como si volviera a la vida. Tú me has hecho revivir.

Aquel día Alicia no pudo responder. Él la había sorprendido con su declaración. Debía admitir que disfrutaba de su compañía y los momentos que compartían, la llenaban de alegría e ilusión, pero no estaba segura de si realmente lo amaba, aunque sus dudas se debían más al miedo que sentía de ser nuevamente engañada y terminar con otro matrimonio fallido, así que Anderson intentó no presionarla, pero de vez en cuando, aprovechaba cualquier oportunidad para recordarle que estaba dispuesto a convertirse en su esposo y el padre de su bebé. Ella solo le sonreía tímidamente y esquivaba los comentarios. Aunque le encantaba estar con él, seguía llena de dudas.

– ¿Has pensado en que nombre le pondrás? –preguntó él mientras caminaban al consultorio.

Después de pasar un par de horas en la piscina, se habían ido a cambiar y preparar para la cita con el médico. Anderson estuvo listo antes que Alicia, así que la esperó afuera de su habitación mientras las enfermeras la ayudaban a cambiarse. Apenas salió, él le ofreció su brazo y ella lo tomó. Caminaron juntos de forma calmada hasta el consultorio de Lucas. Él había sido el ginecólogo de ella desde que se había casado con Mark, pero ahora le tenía tanta confianza que Lucas supervisaba personalmente todos los tratamientos de ella y no solamente los que tenía que ver con el embarazo. Realmente era un médico muy dedicado y ella se lo agradecía.

– Sí he pensado en nombres –respondió Alicia a la pregunta que Anderson le había hecho– tengo uno preparado si resulta ser niña y otro si resulta ser niño.

– ¿Y bien? –preguntó con curiosidad– ¿no me piensas decir cuáles son?

– No –exclamó riendo.

– ¿Por qué? –le interrogó haciéndose el ofendido.

– Te lo diré en cuanto sepamos qué es –le prometió y él aceptó.

Llegaron al consultorio de Lucas y tras un breve saludo, este preparó todo para el chequeo de Alicia. Ella estaba nerviosa y Anderson lo entendió, así que la tomó de la mano y le regaló un beso en el dorso de esta. Ella le sonrió. Unos minutos después mientras ambos observaban a la pantalla frente a ellos, Lucas le dio la respuesta que tanto habían esperado.

– Es un niño. Felicidades –exclamó el médico.

Alicia abrió la boca por la sorpresa y luego comenzó a llorar de la emoción. Anderson le regaló un beso en la frente mientras la abrazaba con fuerza y le acariciaba la espalda con cariño. Alicia se separó un poco de él para mirarlo a los ojos. Estaba extremadamente feliz y él parecía compartir su emoción.

– Tendremos un varón –le susurró él con cariño mientras aun la miraba a los ojos.

La sonrisa de ella se hizo más grande y Anderson lo entendió, se acercó de forma tranquila para luego regalarle un suave y dulce beso en los labios. Alicia aceptó aquel beso sin dudarlo. A pesar de todos los miedos que había estado teniendo, en ese momento, se dejó llevar por sus emociones y disfrutó de aquel primer mágico beso. Duró tan solo un instante, pero para ambos, fue perfecto. Sonrieron con alegría en cuanto se separaron.

– ¿Cómo se llamará nuestro hijo? –preguntó Anderson con ternura. La sonrisa de ella creció aún más y sin quitar sus ojos de los de él, respondió con seguridad.

– Jonas.