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Ino Yamamoto 1

*Imagen en el primer comentario*

¿Qué es esto, y qué hace dentro de mi casillero? Es tan horrible... Espera.¿Izumi hizo esto? ¿Cuándo? Apenas ayer se le ocurrió lo del club.

Bueno, pudo haberlo hecho ayer en la noche. Y de seguro no le llevó más de cinco minutos hacer algo como esto. Pero ¿cómo pudo repartir tantos? Hay uno en cada casillero, y muchísimos pegados en las paredes.

—¡Yamamoto-san! —escucho una voz acercándose. Debería volverme hacia ella para ver quién me habla. Pero no lo hago; ¿quién más puede ser?

—¿Qué quieres, Fujimoto? —le pregunto a esa perra.

—¿Qué significa esto? —Fujimoto arranca algo de la pared. De seguro es uno de los volantes de Izumi—. No pueden repartir ni pegar volantes sin autorización.

—Y ¿quién te dijo que yo los pegué?

—Son del ANIME LIFE ese, y tú formas parte de él.

—¿Cómo puedo ser parte de un club que aún no existe? —me vuelvo hacia ella para ver qué tan enojada está.

Sí. Está bastante enojada.

Qué bueno.

Fujimoto no dice nada pero se me acerca bastante.

—¡QUÍTATE! —me grita.

Frente a mí está pegado uno de los volantes de Izumi. De seguro quiere arrancarlo.

Ja. Hasta crees que me voy a quitar.

A ver cómo le haces.

Fujimoto se me acerca aún más y extiende la mano para alcanzar el volante.

—¿Todo bien, Fujimoto? —le pregunto.

—¡CÁLLATE!

Fujimoto se estira lo más que puede, toca el volante con la punta de los dedos y trata de agarrarlo. Si la empujo aunque sea un poco, lo más seguro es que se caiga. Pero eso sería muy cruel de mi parte. Mejor vamos a hacer esto: si ella me toca la empujo. Aunque solo me roce la ropa la empujo lo más fuerte que pueda. Y si se enoja le digo que fue su culpa porque me asustó.

—¿Necesitas ayuda? Como que te está costando trabajo —me le acerco poco a poco hasta casi tocarla. Vamos, tócame. TÓCAME.

Ahora, no sé si ella sabe lo que estoy pensando, pero se está estirando lo más que puede y apenas mantiene el equilibrio con un pie, pero aun así no me toca. Eso sí: está muy, muy enojada, y me alegro.

—Fujimoto, si quieres que arranque el volante, lo arranco. Nomás dime.

Ella ni siquiera me mira.

Pero está temblando. No sé si es por su enojo o porque está a punto de caerse, pero está temblando.

¿Sabes, Fujimoto? Eres muy divertida cuando te enojas ¡YA TÓCAME!

Pero Fujimoto toma el cartel con dos dedos, lo arranca y se aleja de mí.

¡Lástima!

—Gracias por nada —me dice y se va. En su camino va arrancando todos los volantes que ve, y son muchos.

Bueno, de seguro va a nuestro salón para buscar a Izumi, y, fíjate qué coincidencia, yo también tengo que ir ahí, entonces creo que tendré que seguirla.

Vamos a ver cuántos volantes arranca Fujimoto antes de llegar al salón.

1...

2...

3...

Etcétera...

37...

¡38! El último está pegado en la puerta.

—¿Qué demonios? —pregunta Fujimoto, y yo me le acerco para ver qué pasa.

¡39! El último, último volante está envolviendo la perilla de la puerta. Fujimoto lo arranca, abre la puerta y:

—¿Qué? ¡¿Natsumura-san, qué significa esto?!

¿Qué?, ¿qué?, ¿qué? ¿Qué pasó? Déjame ver, déjame ver.

Empujo a Fujimoto hacia delante y entro al salón.

¡¿QUÉ?!

Me llevo las manos a la boca y me empiezo a reír lo más fuerte que puedo; hay volantes por todos lados. Hasta en el pizarrón. Hay muchísimos en el pizarrón. Hay tantos que ni siquiera se ve el pizarrón. No sé cómo pudo pegar tantos ahí. No, espera, hay un montón de volantes en el suelo, y espera, ¡¿qué?! ¡¿También pegó volantes en todos los pupitres?!

Sí, sí lo hizo. Hasta en mi pupitre hay un montón pegados. Y los quito. ¿Por qué los pegó ahí? Yo ya me uní a su club, o ¿es que no sabe dónde me siento? Porque me siento justo al lado de ella.

No lo sabe, ¿verdad?

No, lo más seguro es que no.

Ay, Izumi, todo tu jueguito este de los volantes me hizo el día. De verdad. Solo por esto no me voy a burlar de tus dibujos tan horribles, digo ¿a quién se le ocurre dibujar un solecito feliz, y eres tú la mona de arriba? ¿Y esas son orejas de gato o tu pelo despeinado? Aunque el gatito está lindo, pero apenas se alcanza a ver, y—

—¡Natsumura-san! ¡Natsumura-san, ya despiértate! —Fujimoto ahora está frente al pupitre de Izumi sacudiendo a quien quiera que esté durmiendo ahí. Es Izumi; su cabello realmente largo y realmente despeinado la delata. Me acerco a Fujimoto, y de verdad me encantaría tomarla de los hombros y sacudirla lo más violenta y despiadadamente posible para que vea lo que se siente, pero de verdad quiero saber qué tiene que decir Izumi sobre sus volantes.

Así que por ahora dejaré a Fujimoto en paz.

—¡NATSUMURA-SAN! —Fujimoto le da un manotazo al pupitre de Izumi, e Izumi abre los ojos y apenas y mueve la cabeza hacia Fujimoto.

—Presidenta-san —dice y se vuelve a dormir.

—¡NATSUMURA-SAN! —Fujimoto vuelve a sacudirla, e Izumi vuelve a despertarse.

—¿Qué? ¿Qué?

—¿QUÉ ES ESTO? —Fujimoto le restriega uno de los volantes en la cara, e Izumi se lo quita.

Y lo mira por un momento.

—Ah, son mis volantes. ¿Qué tienen? ¿Te quieres unir al club?

No sé si ella es muy tonta o muy optimista.

Pero Fujimoto ahorita le va a quitar todo su optimismo.

Porque eso es lo único que hace el consejo estudiantil.

—¿Quién te dio autorización para pegarlos por toda la escuela? ¡Quítalos!

—Pero me faltaron de pegar todos estos —Izumi levanta la cabeza y nos muestra que durante todo este tiempo estuvo dormida sobre un montón de volantes.

Aunque ya están todos babeados.

¡Guácala!

—¡NO! ¡Ya no vas a pegar más, y quita todos los que pegaste!

—Ok, pero ¿los puedo quitar cuando tengamos a los otros miembros?

No, definitivamente no es tan tonta. Solo es rara.

—¡POR SUPUESTO QUE NO! ¡Los vas a quitar antes de que empiecen las clases! ¡Es más: levántate!

—Tengo sueño.

—¡LEVÁNTATE!

—¡TENGO SUEÑO!

Fujimoto suelta a Izumi y se aleja de ella. Parece que la gran presidenta le teme a una niña gritona y despeinada.

Pero eso no dura; ahora está furiosa con Izumi. Se le acerca y:

—Si quieres yo los quito, Fujimoto-san. Disculpa las molestias —dice alguien. Todos nos volvemos hacia quien está hablando.

Y es Sotoka-san (claro, ¿quién más?). Pero ¿cuándo llegó?

Bueno, tenía que llegar en algún momento; ya van a empezar las clases, y Sotoka-san nunca falta.

Ella es la estudiante perfecta.

Tan perfecta que parece falsa.

—Sí, Hamano-san. Te lo pido por favor —Fujimoto hace una reverencia y se vuelve hacia Izumi— ¡Y tú ya no grites, Natsumura-san! —y se va.

Sotoka-san entonces va hacia el pizarrón y empieza a quitar volantes.

Yo sacudo a Izumi del hombro.

—Oye, ayúdale a Sotoka-san a limpiar tu cochinero.

—Tengo sueño —lo dice tan bajo que apenas alcanzo a oírla.

—Sotoka-san no va a alcanzar a quitarlos todos antes de que llegue Horinomi-sensei. La van a regañar por tu culpa.

—Pero tengo sueño. ¿A qué hora voy a dormir?

—Pues en clase. Siempre te duermes ahí.

—Ah, sí. Ok —Izumi se levanta de su pupitre, y camina lentamente hacia las paredes.

Toma un volante de la pared y lo arranca.

—Buenos días, chicos —Horinomi-sensei abre la puerta, mira a su alrededor y—: ¿qué es todo esto?

—Disculpe, sensei —dice Sotoka-san—, es mi culpa —miente Sotoka-san—. En un momento los quito todos.

Y Sotoka-san comienza a arrancar volantes lo más rápido que puede. Lo bueno es que ya no hay tantos; muchos de nuestros compañeros ya nos hicieron el favor de arrancar los volantes de su escritorio y tirarlos a la basura.

Pero aun así le quedan muchos a Sotoka-san.

Y esta Izumi ya se volvió a dormir.

Bueno, creo que debería ayudar.

Arranco unos cuantos volantes de las paredes.

—Bueno, bueno, quítenlos después de clase —dice Horinomi-sensei—. Ya vamos a empezar.

Sotoka-san y yo nos sentamos, y la clase comienza. Es tan aburrida e irrelevante como todas las demás.

Hasta ahora: Horinomi-sensei se acerca al pupitre de Izumi y:

—Natsumura-san, despierta —dice, y todos en el salón nos volvemos hacia Izumi. Como era de esperarse, ella está recostada en su pupitre, pero levanta la cabeza poco a poco. Tiene uno de sus volantes pegado en la mejilla.

—Tengo sueño.

—Sí, pero aquí no se viene a dormir. Si tienes tanto sueño, mejor vete a tu casa y duérmete.

—No puedo.

—¿Por qué no? ¿No puedes ir a tu casa o tienes problemas para dormir o...?

—Es que ahí tengo todo mi manga, y también ahí veo anime...

Todos miramos a Izumi sin decir nada, aunque no sé por qué nos sorprendemos. ES IZUMI, LA MÁS RARA DE LA ESCUELA. Si alguien se quedaría despierta toda la noche leyendo manga o viendo anime sería ella.

—Y no tengo cama.

—¡¿QUÉ?! ¡¿POR QUÉ NO TIENES UNA?! —¿lo dije o lo pensé?

—La vendí.

—¿Por qué? Y ¿a quién se la vendiste? —¿por qué sigo hablando?

—No sé, a unos tipos. Dejé un montón de volantes en un todos los condominios y departamentos que encontré.

—¿Volantes como este? —le mostré uno de los volantes que ella pegó en mi pupitre, y que yo conservaré por el resto de mi vida (estoy segura que ver unos dibujos tan feos me alegrará los días malos).

—Más o menos. Sí. En esos creo que dibujé un caballo, pero me quedó muy feo.

—Y ¿sirvieron? ¿Cómo?

—Sí, los volantes siempre funcionan. Y estos tipos fueron muy amables; hasta fueron a mi casa y se llevaron la cama.

—A ver si entendí: dejaste volantes con tu número en un montón de lugares, y después unos desconocidos te llamaron y tú les diste tu dirección y los dejaste entrar a tu casa.

Retiro lo dicho: Izumi es idiota.

—Ey, chicas —Honimori-sensei sigue aquí—, ¿podrían guardar silencio?, y Matsumura-san, ya no te duermas en clase.

—No prometo nada —dice Izumi, pero Horinomi-sensei hace como que no la escucha y regresa a su escritorio y la clase continúa.

Y es tan aburrida e irrelevante como hace 5 minutos.

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