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Capitulo 1

—Hola, Daniela —le respondo.

—No puedo dormir, sentí cuando llegaste a casa, así que he salido a saludarte.

La veo parada en el umbral de la sala, es realmente preciosa, recuerdo las palabras de mi jefe de nuevo, sé muy bien que no me pueden vigilar en este momento ¿Qué debo hacer? ¿Reclamarle a Daniela por lo que le ha hecho a mi hijo? ¿Decirle que estuvo a punto de asfixiarla? no se me ocurre nada en lo absoluto, la miro parada frente a mí, a pocos metros, mi esposa Edith tiene el sueño profundo, así que es imposible que de despierte, y si lo hace ¿Tendrá la moral para reclamarme si me encuentra con su sobrina? Mi esposa estuvo con Alex, así que no creo que tenga la moral de reclamarme.

Daniela sigue de pie, insinuándose, eso lo sé (Lo sabemos) al parecer sus gustos pueden variar, depende de la situación o el momento, le gusta los menores (Quizás solo sea Simón) y por supuesto los mayores, ha cambiado totalmente, no es la misma de hace seis años atrás, ya es mayor de edad, así que está en mi decisión hacerla mía o no.

— ¿No vas a saludarme? —me pregunta.

Siento un odio que crece rápido dentro de mí, también he notado que mi visión en la oscuridad de pronto ha mejorado, puedo escuchar su respiración, y el palpitar de su corazón acelerado, esto es nuevo para mí.

Daniela camina hacia mí, tiene un olor extraño, un olor que jamás he olido, y si lo he hecho no me acuerdo, aun así ese olor que tiene Daniela me gusta, un olor extraño, pero me gusta, no sé lo que sucede, pero cada vez que se acerca Daniela, la deseo más.

La chica se sienta a mi lado, observo como sube sus piernas arriba del sofá, son hermosas, y no, no ha dejado de ejercitarse, sus muslos son más gruesos que los muslos de mi esposa, tienen mayor volumen, me siento al otro extremo del mismo sofá para poder mirarla con mucho detalle, de pronto Daniela estira sus piernas gruesas colocándolas encima de las mías, la miro fijamente a sus ojos celestes.

— ¿Por qué me miras así? —pregunta ella.

No le respondo palabra alguna, es más, no miro sus piernas, ni sus senos que se ven a través de su bata, miro sus lindos ojos coquetos, recuerdo cuando perdí mi virginidad, y por muy loco que parezca la perdí en la luna de miel con mi esposa, ella ya había tenido sexo antes, pero yo no, cuando empecé en la universidad de Harvard yo era el nerd cuando conocí a Edith, y no la conocí en la universidad, la conocí en una iglesia bautista, era un domingo por la mañana, estaba deambulando por las calles cuando me encontré con una pequeña iglesia bautista, nunca me llamó la atención ser religioso, pero siempre he admirado a las personas que llevan en su vida la fe cristiana. Ese domingo como no tenía nada que hacer, era mi primer año en la universidad, no tenía amigos ni nada, entre a ese lugar, me recibió una linda chica llama Edith, la cual es mi esposa ahora, yo tenía dieciocho Edith también, la misma edad de la chica que tengo al frente con sus piernas encima de mí. Es curioso el comportamiento de Daniela, no le he dirigido la palabra, pero ella está aquí, insistiendo, ¿Por qué? ¿Por qué tiene ese deseo tan primitivo? De pronto la muchacha empieza a jugar con sus pies, moviendo mi corbata de un lado para otro, de reojo puedo observar que se ha puesto ropa interior, eso enciende mi interior un fuego que había comenzado por una pequeña llama. Decido brindarle una media sonrisa, y es cuando Daniela lleva sus piernas hacia mi parte intima, no estoy excitado, cuando ella se entera, me doy cuenta que se ha sorprendido, solo basto una microimpresión en su lindo y joven rostro para darme cuenta, creo que ella ha hecho esto antes, porque lo hace como si fuese su pan de cada día ¿Con quién practicaría? Me da esa curiosidad que no voy a saber si no le pregunto.

—Tendrás que hacer mucho más —le digo.

No me esperaba decirle eso, no sé qué es lo que realmente está pasando, o me está pasando, ya Daniela es mayor de edad, así que no tendría problemas legales. De repente siento su pie derecho hurgando en mi pantalón, pero aún no pasa nada, no me excita.

Daniela se levanta, se va al suelo, camina sobre sus dos manos y sus dos rodillas, como un animal cuadrúpedo, contoneando exageradamente su trasero, me es gracioso, camina en círculos, ésta chica sí que está loca, o le falta un tornillo, pero lo que hace no me desagrada, luego de un rato ella se dirige hacia mí caminando como un animal cuadrúpedo (Creo que ya lo he dicho) coloco mis dos pies sobre el suelo, sentándome como normalmente la gente se sienta en su sofá. Daniela posa su mejilla sobre mi muslo derecho, arrastrando su cara hasta la hebilla de mi pantalón, suspira profundamente al llevar su rostro entre mis piernas, con un amor completamente tierno, partiendo en dos mi occidente, una via láctea en rosas que salpican ternura, como un animal salvaje chocando de frente con la libertad que alguna vez se le quitó, ella ha tocado el firmamento en acuarela que hay dentro de mí, tomo con mis manos ese rostro salvaje mientras ella me despoja de lo innecesario, puedo ver la profundidad de la noche en sus ojos celestes que arden con fulgor pintado en un crepúsculo jamás visto, posa sus labios en la cúspide de mi intimidad, y aun cerrando mis ojos a causa de un acelerado calor interno, puedo ver como el verano desaparece dentro de su boca, y por muy hombre que sea, mis fuerzas sucumben a la profundidad de su garganta, acelerando ahora sí, a un corazón que he encontrado inquieto ante una lengua gloriosa.