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Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · Realistic
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55

-¿Qué? Eso no es posible, eso no puede ser.

-Perdiste al bebe, Daisy.

-¿Un bebé entre John y yo?- toqué mi barriga y sentí una presión en el pecho. ¿Un bebé entre él y yo? Acabo de perder a nuestro bebé. ¿Cómo iba a saberlo? Es que no entiendo. Él y yo nos protegimos. Me pregunto ¿cómo hubiera tomado esto John?

Recuerdo:

Odio los bebés.

Recordé esas crueles palabras que le dijo a su hermana, y sentí esa presión en el pecho más fuerte. Lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas. Lo más probable hubiera querido que lo abortara. ¿Por qué me ilusioné con la idea? ¡Soy una tonta!

-Siento mucho haberte hablado así, panterita, es solo que me tomó por sorpresa, no pensé que realmente eran pareja.

-No somos pareja, ya te lo dije.

-Pues amantes, o lo que sea.

-No digas nada sobre esto.

-¿No le piensas decir a ese imbécil?

-No, de nada vale que lo haga. Eso no va a traer de vuelta a mi bebé, ni tampoco hará que él cambie de opinión y me perdone.

-Siento mucho tu perdida. No quiero sonar cruel, pero supongo que todo pasa por un propósito. Quizá, si lo hubieras tenido, ambos hubieran sufrido mucho a causa de esto.

-No quiero hablar de nada. Déjame sola, ¿Si?

-Esta bien, espero te mejores, panterita. No dudes en llamarme si me necesitas, te dejarán aquí hasta mañana.

-Gracias por haberme traído, Kwan.

-Cuídate, panterita- me despeinó y sonrió antes de irse.

Me quedé en un letargo por no sé cuánto tiempo, tenía ganas de salir de ahí y dar una vuelta. No toleraba estar acostada más tiempo. El sonido de la máquina del suero estaba desesperándome y arranqué el suero para levantarme de la camilla. Salí de la habitación huyendo como si me estuvieran persiguiendo, necesitaba aire fresco. Estuve caminando sin rumbo y no sé cómo llegué a la terraza del hospital. De hecho, pensé que debía estar cerrada o algo así, pero no. Miré la luna, hoy estaba más bonita que nunca. Hace tiempo no la apreciaba de esta manera. Todo ha cambiado tanto. Recuerdo la vez que estuve en un lugar parecido y llegó John. Recuerdo lo tierno que se portó esa noche conmigo, ahora todo se ha ido a la mierda y por mi culpa. Él ya no confía en mí y tampoco quiere saber de mí. Tiene toda la razón para odiarme y despreciarme como lo hace, pero ¿Por qué tiene que doler tanto? Estaba esperando un bebé de él, y por estúpida lo perdí. Soy tan inútil que ni siquiera pude cuidar a nuestro hijo. Me descuidé por tratar de arreglar las cosas, en vez de pensar en otra forma de hacerlo. Me pregunto si se hubiera parecido a mi, o más a su papá. Bueno, es algo que nunca podré saber. Acaricié mi barriga y cerré mis ojos.

-Perdóname por haber sido tan tonta y causarte daño también a ti. A tu papito también lo he lastimado sin querer. Soy muy patética...

Recuerdos:

-Si tan miserable te parecía, ¿Por qué me ayudaste? ¿Por qué me sacaste de ahí?

-Porque eres tan miserable que me era irritante verte en ese estado. Por otra parte, porque eres una herramienta muy fácil de manipular. Muy frágil, débil, un triste parásito que no tiene a dónde ir, alguien que ya no le queda nada, y que si mueres mañana, nadie va a extrañarte. ¿Ahora te das cuenta de cuán miserable y patética eres?

En su momento, esas palabras me dolieron, pero muy en el fondo sabía que era la verdad. Siempre fui una cobarde, que por miedo no luchó; aún ahora lo sigo siendo. Herí a las únicas dos personas que eran importantes para mi. Me odio tanto. Me acerqué a las barandas a mirar el vació.

-Incluso ahora soy una cobarde para acabar con todo esto de una vez.

-Tienes razón, eres una cobarde- unas manos se aferraron a las barandas y alrededor de mi cuerpo-. ¿Creíste que dejaría que acabaras con tu vida sin pagarme lo que me debes?

-¿John?-me giré hacia él y se me quedó viendo. Su expresión no lucía molesta, aunque su tono sí.

-¿Qué haces aquí?

-¿Eso qué importa?

-¿Viniste a matarme?

-¿Puedo matar a alguien que ya se ve como si estuviera muerta? Camina- me agarró la muñeca, y me hizo caminar a su paso.

Me hizo ir con él hasta su auto, me hizo entrar y se subió. No se supone que haya salido así del hospital, sé que me había salido de la habitación, pero no pensé en irme sin avisar. Estuvo en silencio por todo el camino. ¿Cómo supo que estaba ahí? ¿Y para dónde me lleva? No quise decir una sola palabra, cuando está así, es mejor dejarlo quieto. Me trajo a la casa y me hizo bajar con él, me agarró nuevamente la muñeca y me hizo caminar dentro. Subimos a la habitación y me llevó al baño.

-Báñate, apestas, así no me puedo concentrar para hablar. Ya debes estar bien, como para haber tratado de acabar con tu vida.

-Yo no pensaba... - me interrumpió.

-Date prisa-cerró la puerta y me dejó sola. ¿Y a él que le sucede?

Me bañé y no encontré que ponerme, así que me quedé en toalla y salí. John estaba sentando en la cama y había un aparato encima de la cama. Nunca había visto algo así.

-Acuéstate en la cama y quita la toalla de tu pecho.

-¿Para qué?

-Haz lo que te digo - me dedicó una mirada escalofriante e hice lo que dijo.

Me acosté y bajé la toalla, mientas él se ponía unos guantes negros y me echó algún líquido en el pecho; luego acercó la máquina a mi pecho, y al pasarla, me quejé. Dolía mucho, era una especie de ardor, como si lo que estuviera pasando estuviera raspando mi piel.

-Duele, John-me quejé.

-Aguántate, este es tu castigo. ¿No que estabas dispuesta a hacer todo por mi? - me miró y luego continuó. No quería ver lo que estaba haciendo. Dolía mucho, así que para no volver a quejarme, cerré mis ojos. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero me avisó al terminar. Al mirar mi pecho, había dibujado una pequeña serpiente en color negro. Me echó ese líquido por encima y ardió.

-Esta será tu nueva marca; una serpiente, símbolo de tu traición, pero que te sirva de experiencia y de advertencia. La escogí con mucho amor para ti, ¿Entiendes el mensaje?

-No- sacudí mi cabeza y él sonrió.

-¿Sabes cómo se mata a una serpiente? Cortando su cabeza. Ten en mente que la tuya es la que está en riesgo. A los traidores hay que marcarlos, y más si se les perdona la vida.

-¿Eso qué significa?

-Que mientras respires, tendrás que permanecer al lado mío. No cabe mencionar que una traición más, te va a costar la cabeza. De hoy en adelante, solamente seguirás órdenes mías y vas a deberme fidelidad, así como un perro a su dueño. En pocas palabras, solamente serás mía, ¿Te quedó claro?