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Capítulo 86: Mar de Sombras

El barco, ahora manchado con la sangre de los caídos, se deslizaba silenciosamente a través de las aguas oscuras, dejando atrás los restos del navío pirata, que se hundía lentamente en el abismo del océano. Los marineros, aún temblando por el terror y la adrenalina del enfrentamiento, se movían con cautela, sus ojos lanzando miradas furtivas hacia Adrian, Clio y Lysandra, quienes estaban parados, impasibles, en la cubierta.

El aire estaba cargado con el salado aroma del mar y el sutil hedor de la muerte. Los cuerpos de los piratas y los marineros caídos yacían esparcidos por la cubierta, sus ojos vidriosos mirando hacia el cielo nocturno. Con una señal de Adrian, los marineros, aunque claramente nerviosos, comenzaron la macabra tarea de arrojar los cuerpos por la borda, donde eran tragados por las oscuras aguas abajo.

Los sonidos de los cuerpos al golpear el agua eran sordos y finales, cada splash una despedida a un alma perdida en la vastedad del océano. Clio y Lysandra, sus rostros inexpresivos, observaban mientras los cuerpos desaparecían en la profundidad, sus mentes reflexionando sobre la fragilidad de la vida y la facilidad con la que la muerte podía llegar.

Adrian, su mirada fija en el horizonte, estaba inmóvil, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. La batalla, aunque brutal, había sido necesaria, una afirmación de su voluntad de sobrevivir y proteger a aquellos a quienes consideraba suyas. Pero la muerte, incluso de aquellos que buscaban hacerles daño, siempre llevaba consigo un peso, una sombra que se cernía en los recovecos de su ser.

El viaje continuó, el barco avanzando a través de las aguas con una determinación renovada. Los marineros, aunque claramente afectados por los eventos recientes, se movían con una eficiencia mecánica, sus cuerpos y mentes enfocados en la tarea de llevar el barco a su destino.

Días y noches pasaron, el sol ascendiendo y descendiendo en un ciclo interminable mientras el barco cortaba a través del mar. Adrian, Clio y Lysandra permanecían mayormente apartados, sus presencias una constante recordatoria de la oscuridad que había descendido sobre el viaje.

Finalmente, tras semanas de viaje, las costas de Italia emergieron en el horizonte, una bienvenida vista para los marineros cansados y desgastados. Pero para Adrian, Clio y Lysandra, era simplemente el próximo capítulo en su eternidad, otro paso en un camino que no tenía fin.

Mientras el barco se acercaba a la costa, los tres se prepararon para desembarcar, sus mentes ya maquinando y planeando para el futuro en esta nueva tierra. Roma, con sus riquezas y sus secretos, los esperaba, y ellos, con la oscuridad firmemente enraizada en sus almas, estaban listos para explorar las sombras de la ciudad eterna.