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Capítulo 103 Ecos en el Senado (Roma, 147 A.C.)

La villa, un espléndido refugio en el corazón de Roma, se sumió en un silencio expectante en la mañana de la audiencia con el Senado. Adrian, Clio y Lysandra, vestidos con una mezcla de elegancia discreta y autoridad silenciosa, se prepararon para el encuentro, sabiendo que cada gesto y palabra sería escrutado en el teatro político de la ciudad.

Las calles de Roma, vibrantes y llenas de vida, apenas registraron el paso de los tres inmortales, cuyos ojos observaban, pero raramente se detenían. La gente, inmersa en sus propios mundos, proporcionó un telón de fondo bullicioso pero distante a su viaje hacia el Senado.

Al llegar, Lucius Aemilius Paullus, con sus ojos astutos y una sonrisa que no llegaba a sus ojos, los recibió con una mezcla de cortesía y cautela calculada. "Salve, Adrian, Clio, Lysandra. Roma os recibe," dijo, su voz un murmullo de bienvenida y advertencia.

Adrian, su postura erguida y su mirada firme, respondió con un asentimiento. "Salve, Lucius Aemilius. Agradecemos la bienvenida y esperamos que nuestra presencia aquí sea de beneficio mutuo."

Dentro del Senado, las columnas de mármol se alzaban como testigos silenciosos de innumerables debates y decisiones. Los senadores, en sus togas blancas, se sentaron con una mezcla de interés y escepticismo, sus ojos evaluando a los recién llegados.

La discusión comenzó con cuestiones de procedencia y propósito. "¿Cuál es la naturaleza de vuestra estancia en Roma?" preguntó un senador, su voz llena de curiosidad contenida.

Adrian, su voz calmada y segura, respondió, "Venimos a Roma no para interferir, sino para observar y aprender. Nuestra estancia aquí será pacífica y discreta."

Otro senador, con líneas de desconfianza marcando su frente, inquirió, "Habéis vivido más allá de lo que cualquier mortal podría imaginar. ¿Cómo podemos estar seguros de que vuestra presencia no traerá desgracia a nuestra ciudad?"

Clio, su voz suave pero inquebrantable, intervino, "Nuestra longevidad no es una amenaza para vosotros ni para vuestra ciudad. Hemos observado imperios caer y naciones nacer desde las cenizas, siempre desde las sombras, sin interferir en los caminos de la humanidad."

Las preguntas continuaron, tocando temas de política, lealtad y poder. Los senadores, aunque mostraban una fachada de control, no podían ocultar completamente la fascinación y el temor que los inmortales inspiraban.

Lysandra, al ser cuestionada sobre su perspectiva de la mortalidad, respondió con una serenidad que contrastaba con la intensidad de su mirada. "La vida y la muerte son dos caras de la misma moneda, una no puede existir sin la otra. Nosotros, aunque apartados de este ciclo, lo respetamos y lo observamos, sin intentar alterarlo."

La reunión se prolongó, con los senadores explorando cada faceta de los inmortales, y Adrian, Clio y Lysandra, a su vez, dejando claro que su presencia en Roma sería inofensiva y discreta.

Cuando la reunión concluyó, y los tres inmortales se retiraron a la noche romana, las palabras intercambiadas en el Senado reverberaron en los corredores del poder, dejando a los mortales con preguntas que se extendían más allá de sus comprensiones y a los inmortales con un futuro que, aunque eterno, siempre estaba en movimiento.