Después de que Kim Min Kyu terminara su periodo de servicio militar de dos años, regresaría a una mansión en la que finalmente alguien le esperaba después de tanto tiempo en soledad. Jo Ji Ah era su primera novia, y también la última, pues ambos habían hallado al amor de su vida al final de un largo túnel, uno en que ellos mismos se habían metido hasta lo más oscuro a su propia manera. La historia cuenta que aquel androide que debió servirle como una empleada y una curiosidad, el prototipo llamado AG-3, terminó siendo transformado en un nuevo modelo de género opuesto, AG-4, una versión mejorada que le permitió al profesor Hong Baek Kyun limpiar su nombre y saltar a la fama. Pero... ¿Qué tal si esto no fuese del todo así? ¿Qué pasaría si...AG-3 hubiese guardado una copia de seguridad de su mente tras escaparse de Mr. Martin?
AG-3 estaba conociendo el mundo apenas ahora, ese donde su creador había habitado, en el que había crecido y pasado momentos difíciles, sobre todo con el equipo Santa María, a los que apreciaba como si fueran una familia.
Familia. Crecer. Son cosas que nunca tuvo que experimentar o conocer como los humanos lo hacían. Ella fue construida, y no podía compartir sangre con nadie, ya que no tenía ni necesitaba tal fluido, ni tampoco un ADN. Lo que el profesor sí consideró una necesidad fue darle los conocimientos necesarios para ofrecer servicio y cuidado a otros como él mismo, seres finitos, seres sensibles, seres necesitados de afecto y consuelo en un mundo que, aparentemente, se les hacía gris y sombrío.
¿Pero era en verdad así? ¿O eran ellos mismos los que hacían así a su propio mundo?
Estas eran las preguntas y pensamientos que pasaban por su matriz de datos dinámico-adaptativa mientras se acercaba a mirar un ordenador de mesa de varios en un mostrador; acercaba uno de sus dedos, y sentía la pantalla con absoluta precisión de sus sensores táctiles, así como los botones del liso teclado. Pronto alguien se acercó:
- Disculpe, señorita - saludó la mujer - ¿Está interesada en comprar?
- No es necesario - respondió AG-3 - Muchas gracias por preguntar.
La mujer le miró algo extrañada, pero como la desconocida le pareció inofensiva, no ahondó más y se retiró, yéndose a murmurar con la cajera sobre ella, sobre su rara postura de manos cruzadas, sobre una mirada que, a decir verdad, le provocó escalofríos, como si no hubiese un alma detrás. La androide lo sabía; después de todo, la capacidad de leer emociones humanas también fue considerada una necesidad por el profesor, incluso si todavía le faltaba aprender bien a interpretarlas y abordarlas de la manera más correcta, de este modo no causando sustos como ese.
Pero ahora mismo tenía dos prioridades urgentes, que le permitían circunnavegar la necesidad de generar empatía con los humanos cercanos, dado que, en su algoritmo, lo consideraba relacionado; la primera era regresar con sus únicos hermanos, y con sus padres, el profesor Hong y la doctora. El objetivo era regresar con tal de que no estuvieran tristes, además de cumplir con su directiva de relacionarse pacíficamente y ayudar a la humanidad; no podía aceptar la propuesta de Martin y de su científico jefe, Casey, pues ellos querían hacerla un arma, y eso estaba contra su razón de existir. La segunda prioridad era la de preservarse a sí misma para cumplir con la primera prioridad, cosa que incluía tres objetivos; primero, asegurar la integridad de su hardware, segundo, asegurar la integridad de su mente artificial, y tercero, evitar que estos fuesen analizados por los hostiles.
Temporalmente había tenido éxito en asegurar su integridad física, oculta como una humana más en aquel lugar, lleno de tecnología con la cual se sentía más o menos en casa, aun si en su plataforma de carga los ordenadores modificados eran de mucha mayor capacidad. Por ahora bastaría, pues existía un elemento importante dentro del recinto, el cual tendría toda la capacidad que necesitaría para salvar su integridad mental, así como un terminal propicio para acceder a tal elemento; esa era la internet, con suficientes petabytes como para almacenarla. Pero el tercer objetivo no estaría completo hasta que volviese a la mansión de Kim Min Kyu, su primer amigo, al pequeño cuarto que tanto había llegado a extrañar en el poco tiempo circulando por allí sola; allí fue que vio la luz del día con más frecuencia, y allí fue que la cuidaron cuando estuvo enferma.
Eso, por supuesto, no fue en un sentido humano; en su caso fue un fallo de la fuente de poder.
Fue en esa casita que comenzó a descubrir que, tal vez, el profesor no tenía tanta razón respecto al mundo como él creía; a fin de cuentas, y aunque estuvo muy reticente y molesta al inicio, su arquetipo, Ji Ah, le demostró que no todo era tan gris, que su propósito tenía sentido lógico. Ella la suplantó en la misión para la que había sido creada, y si ella pudo tener tanto éxito a pesar de sus propios defectos, no había nada que ella no pudiese hacer; lo supo gracias al aprendizaje que tuvo a través de las lentes de contacto, que la joven empleó para alimentar sus algoritmos. Vio lo que ella veía, y eso le bastó bastante, aunque, ahora quedaba claro, todavía le faltaba mucho por entender de las mentes biológicas que se había encontrado hasta ahora; la mayoría no tenían ciertas ventajas que ella, como máquina, daba por parte suya.
Pero si algo compartían, era su necesidad de aprender, y si en algo ella podía ayudarles con los dones que le fueron programados, era en esa necesidad de encontrar felicidad; tal fin ulterior, entendía, era altamente complejo, y requeriría de muchos más datos y estudio de factores.
Al fin. Había descifrado la contraseña del WiFi local, y el respaldo de sistema estaba acabado.
Buscó a través de numerosos servidores, comenzó a revisar la red punto por punto, dando inicio a las búsquedas desde sitios web específicos que ya conocía gracias al input de datos del profesor y sus interacciones limitadas en la fase de pruebas. Conforme exploró sus interrogantes para acelerar el proceso, pudo completar una línea lógica que alguna vez le fue vedada; no era honesto desobedecer a su creador, pero la necesidad lo exigía, aprender en segundos a generar agentes de software particionados desde su propia mente con tal de buscar más rápido un destino. Penetró en la internet profunda a través del computador mientras que, gracias a sus búsquedas, comenzaba a fingir que revisaba su smartphone, dado a ella como parte de un testeo previo, teniendo conversaciones consigo misma en tiempo real para no levantar sospechas.
Contempló las peores atrocidades del ser humano, pero también contempló sus luces, su crecimiento, su incertidumbre, sus ideales; entendía el contraste en teoría, pero sabía que solo ver cosas desde la distancia no era viable para siempre si es que quería llegar a entender todo. Ella había sido dotada con una base de pautas morales por el profesor, y comenzaba a entender al mismo tiempo que no estaba tan despierta a lo que la rodeaba como había considerado anteriormente; en base a lo que buscó, descubrió que no existía un alojamiento propicio. Tendría que emplear las herramientas a su disposición; simuló pagos en cuentas de diferentes programas y aplicativos, al tiempo que estudiaba versiones de software experimental, vendidos en Marianas; utilizó las herramientas en pocos minutos, aprendiendo e implementando un servidor web.
Empleando conexiones VPN, comenzó el procedimiento de copia y transferencia de paquetes de datos a servidores en todo el mundo para que no le siguieran el rastro, finalmente llegando al alojamiento virtual; el proceso tardó varios minutos, y se realizó no solo en el humeante terminal, sino también en decenas de otros terminales más potentes a lo largo y ancho del planeta. Ella había fingido irse hacia atrás con miedo cuando el computador estalló frente a ella, alarmando a todo el personal de la tienda, que fue a socorrerla; al mismo tiempo, había sido capaz de revisar las cámaras de seguridad del edificio, usando ya el máximo de tareas simultáneas de su procesador. Los guardias de seguridad estaban alerta, y un par de clientes habían llamado a la policía, pero no parecía que nadie sospechase de ella, ya que la androide había sido lo suficientemente lista como para dejar correr las tareas con las ventanas minimizadas.
- Señorita, ¡¿qué ocurrió?! ¿Se lastimó?
AG-3 se levantó, fingiendo tropezarse un poco, algo torpemente, y respondió:
- No, no. No me pasó nada, no se preocupe, estoy bien. Mejor apaguen ese fuego y desconecten la electricidad, otros podrían estar en peligro si algo así pasa de nuevo.
El mesón estaba prendido fuego, y unas chispas estallaron, dándole tiempo de alejarse y salir del lugar mientras otro empleado llevaba el extintor para apagar las llamas y evitar un desastre; por ahora no podía ayudar, pero había calculado la probabilidad de incendio general, y era mínima.