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Abandonada por el Alfa, me convertí en la Compañera del Rey Licántropo

—Margarita, eres la hermana mayor, tienes que ceder a la menor —En toda su vida, esas palabras se aferraron como una maldición a Margarita. Ya fuera su querido osito de peluche, vestidos bonitos, dulces de Halloween o el amor paternal, si Elizabeth lo pedía, ella debía cederlo todo incondicionalmente a ella. Desde joven, Elizabeth pesó sobre Margarita como una enorme montaña y la sofocó. Afortunadamente todavía tenía un novio que la había amado durante seis años—Amster, el alfa de la manada. —Serás mi esposa y la futura luna de la manada —Él prometió. Hasta el día en que ella y su hermana cumplieran 18 años, ¡y resultó que la amante y compañera predestinada de Amster era su gemela Elizabeth! Margarita observó cómo Amster, quien había dicho que la amaba, besaba apasionadamente a Elizabeth, y anunció a Elizabeth como la luna sin pensarlo dos veces. El único sustento emocional que poseía Margarita se derrumbó; una vez más, lo que le pertenecía había sido arrebatado por Elizabeth. Lo que es peor, Amster incluso pidió a Margarita que entretuviera a los invitados. Todo porque Elizabeth no sabía hacer nada excepto cómo engatusar y arreglarse. Incapaz de rechazar la petición de su antiguo amante, Margarita accedió a esto...

JQK · Fantasy
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352 Chs

Arráncate la cabeza

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[Perspectiva de Margarita]

Su parte inferior del cuerpo era tan firme como una roca, deteniendo mi impulso hacia adelante.

Al mismo tiempo, se hizo evidente la dureza y el poder explosivo de sus músculos. Sentí mi cabeza inclinándose hacia atrás, pulgada a pulgada. Cuando ella se liberara de mí, sería tan pasiva como antes.

¡No debo ser así!

Con un pensamiento, relajé mi agarre sobre Ángel y usé su fuerza para empujar con mi otro brazo. Nos rodamos hacia un lado y caímos al suelo.

Me dolía la cabeza por la dura superficie de concreto, pero no pensé que Ángel se sintiera bien tampoco.

No me importaba si estaba herida. Incluso si no podía ganar esta batalla, mientras pudiese evitar que Ángel no resultase herida y mantuviese esa cara arrogante y asquerosa, lo que hice valía la pena.

Rodamos unas cuantas veces. Sentí dolor en mi espalda. Me pregunté si se había rasgado la herida.

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