Los ojos de An Jing de repente se volvieron fríos, un intento de asesinato surgiendo en su profundidad. Giró con increíble velocidad, agarrando y apretando la muñeca de la Señora Xiao Chen que sostenía el palo de madera.
—Ah —gritó la Señora Xiao Chen en agonía, como si le hubieran triturado el hueso de la muñeca. Sus dedos se abrieron involuntariamente, y el palo que sostenía cayó al suelo.
Pero An Jing ni siquiera miró el palo. Su otra mano salió disparada y agarró la garganta de la Señora Xiao Chen, apretando cada vez más fuerte. Su voz, fría como un fantasma:
—Vieja bruja, te atreves a ponerle la mano encima a mi hombre. Buscas la muerte, ¿entiendes?
—Mmm-mmm-mmm —con la garganta estrangulada y la presión aumentando, la Señora Xiao Chen apenas podía respirar. Su cara se volvió roja intensa por la lucha para sobrevivir, e incapaz de pronunciar una sola palabra.
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