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Capitán Pantalones

La imponente figura de Ricardo se cernía sobre la delgada estatura de Amelie, arrojando una sombra fría sobre todo a su alrededor. Su tono glacial y mirada amenazante transmitían una escalofriante realización a Amelie. Imperturbable, ella entrecerró los ojos y preguntó con igual frialdad —¿Entonces es cierto?

Por un momento que pareció extenderse hacia la eternidad, Ricardo permaneció en silencio. Sin embargo, su silencio decía mucho. Amelie sentía como si él pudiera incinerarla con sus ardientes ojos oscuros.

Finalmente, él lentamente separó los labios, aún contemplando la respuesta correcta, y dijo en una voz casi susurrante —Eso no es asunto tuyo.

Amelie quería sonreír pero se contuvo. No era una sonrisa de victoria; aunque sabía que había tocado un nervio, sentía un dolor similar. Las palabras de Emily resonaban en su mente mientras recordaba el día en que su esposo había regresado de su viaje de negocios.

—¿Esto significa que Ricardo ha estado visitando bares de azafatas todos estos años también?

Este único pensamiento la hizo estremecerse de asco. De repente, la imagen de su esposo—su amigo de la infancia y compañero de confianza—comenzó a distorsionarse. El hombre que estaba frente a ella ahora parecía un completo extraño.

Las siguientes palabras de Ricardo la devolvieron a la realidad —No sé cómo ni qué has conseguido averiguar, pero esto es personal. Tales detalles nunca deberían salir de la relación porque pueden hacer más daño que simplemente a las personas involucradas. Te sugiero que dejes de involucrarte en chismes, Amelie. Siempre te he considerado alguien por encima de eso. A diferencia de tus amigos ociosos.

Amelie apretó los puños de frustración, clavando sus uñas en la suave piel de sus palmas. Ricardo siempre sabía cómo manipularla para hacerle pensar que ella tenía la culpa, pero nunca antes había dejado que le afectara. Ahora, sin embargo, era demasiado.

—La noticia ya ha llegado a los medios públicos, Ricardo. No era solo un chisme interno. Tus fotos están en manos de los periodistas. Deberías agradecerme que mis 'amigos ociosos' lograron evitar que se publicaran por todo Internet.

Ella quería terminar ahí, pero estaba demasiado herida para parar.

—No fui yo. Muchos hombres de nuestro círculo visitan tales establecimientos. Tus amigos también. Quizás alguien la reconoció.

Los labios de Ricardo se torcieron en una sonrisa molesta, pero era evidente que estaba nervioso. Su conversación había degenerado en un intento mutuo por herirse. Suspiró.

—No importa cuánto celos tengas, deberías conocer tus límites.

Sus palabras hicieron que Amelie finalmente se diera cuenta de algo importante: no estaba celosa. Pero eso no significaba que no estuviera herida.

Imitando su sonrisa, ella respondió —Habría estado celosa si estuviera enamorada de ti, Ricardo. Afortunadamente, ese no es el caso.

Tratando de componerse, ajustó su cabello y ropa antes de añadir —Te sugiero que manejes los rumores tú mismo. No me arrastres más a esto. Esta vez, es tu reputación la que está en juego.

Amelie ya no podía soportar mirar la cara de su esposo. Agradeció que su comentario lo dejara sin palabras y lo tomó como el momento perfecto para irse.

Empezó a caminar sin saber siquiera a dónde iba; las lágrimas que se acumulaban en sus ojos nublaban su visión. No había llorado en años, simplemente no había tenido motivo para hacerlo. Pero ahora, no podía controlarlo.

Temerosa de que alguien pudiera ser testigo de su estado roto, Amelie se apresuró a entrar en su dormitorio y cerró la puerta con llave. Una vez dentro de su refugio seguro, sus piernas cedieron, y se deslizó al suelo, cubriendo su rostro caliente con ambas manos.

No podía entender por qué estaba tan herida. Quizás estaba celosa. Quizás amaba a Ricardo después de todo. O quizás simplemente tenía miedo. Todo estaba cambiando tan rápidamente, y no podía mantener el ritmo.

De repente notó una vibración corta proveniente del bolsillo de su chaqueta. Amelie metió la mano y se dio cuenta de que había estado llevando ese viejo teléfono móvil todo este tiempo. —realizó una acción

Secándose los ojos con la mano libre, notó un pequeño icono de sobre azul en la pantalla pequeña, indicando un mensaje de texto no leído.

Al principio, ella no estaba segura de qué hacer. Había acordado mantener el teléfono a salvo, pero eso no significaba que tuviera derecho a revisar sus mensajes o llamadas. Sin embargo, su curiosidad pudo más que ella, y presionó el botón para abrir el mensaje.

Para su sorpresa, el mensaje iba dirigido a ella.

"Gracias por aceptar mantener este teléfono. Como pensé, eres la mujer más amable del mundo.

Por cierto, como aceptaste las flores, supongo que te gustan. Intentaré enviarte flores tan seguido como pueda, tanto como un gesto de agradecimiento como porque creo que podrían animarte y hacer tu día un poco mejor.

Gracias de nuevo,

Tu torpe vecino que aún insiste en que no es bebedor."

Amelie no pudo evitar soltar una risita ligera. Aún encontraba la situación con el teléfono un poco extraña. Aunque el número que envió el mensaje era privado, la persona detrás era un huésped en su hotel, por lo que podría descubrir fácilmente su identidad. Al mismo tiempo, tenía que admitir que dejarlo permanecer anónimo añadía un toque de emoción y misterio a la situación.

Era algo nuevo y fascinante. La comedia romántica cliché comenzaba a parecer bastante entretenida ahora.

Aún sonriendo, Amelie decidió responder y ver a dónde la llevaría.

—Guardaré el teléfono seguro por ahora, pero las flores no son realmente necesarias. Si quieres expresar tu gratitud, quizás podrías simplemente decirme tu nombre o el nombre que te gustaría que te llamara."

La respuesta no tardó en llegar. Cuando Amelie abrió el mensaje, estalló en una risa incontenible, algo que tampoco había hecho en años.

—Puedes llamarme Capitán Pantalones."

Su risa resonó en la habitación, llenando el espacio con una alegría que casi había olvidado.

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