Roxana observó a Alejandro desvanecerse en el aire mientras se alejaba caminando. Se quedó allí mirando hacia el vacío donde él había caminado. Su mente se negaba a funcionar y no sabía qué pensar de todo esto.
—¿Un demonio? Y si no era del tipo en el que ella creía, entonces ¿qué era? ¿Y adónde iba?
Por la forma en que Angélica le dijo que no se fuera solo, Roxana sintió que debería preocuparse. Preocuparse por alguien que podría despedazar una docena de grandes animales salvajes. Oh, Señor. Estaba perdiendo la razón.
—¿"Roxana?—preguntó Angélica poniendo su mano en su brazo. Probablemente la había llamado unas cuantas veces antes.
—Sí —dijo girándose desde la puerta.
Angélica la miró con empatía. —Debes haber pasado por mucho en un día. Ven adentro. Él volverá.
Esto la hizo pensar. —¿Sabes... lo que él es? —Ella sabía.
Angélica asintió.
—¿"Tú...?"
—No.
No, pero... Roxana se giró hacia el Señor Rayven que estaba detrás de su esposa. La piel pálida, la belleza….
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