Mientras los tonos carmesí del sol poniente teñían el cielo de la tarde, Aditya encontró consuelo en el exuberante jardín del palacio junto a su querida cuarta prometida, Lara. Acogido cómodamente en el ambiente sereno, se entregó al ritmo calmante de la naturaleza. Reclinó su cabeza suavemente sobre el regazo de Lara, permitiendo que sus cansados ojos se cerraran, buscando refugio del ajetreado mundo.
Lara se encontraba elegante bajo un gran árbol centenario, cuyas hojas susurraban historias de siglos con la suave brisa. La rugosa corteza del tronco del árbol le servía de sólido apoyo a su espalda. Sus manos trazaban delicadamente por el cabello de Aditya, sus dedos masajeando sutilmente su cuero cabelludo. La tranquilidad de su entorno, el sereno ambiente interrumpido solo por el melódico canto de los pájaros a lo lejos y el rítmico susurro de las hojas, era un descanso celestial.
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