—Casi llegamos, solo un poco más —animó Sylvie a Aditya con un tono de anticipación en su voz. El velo de la noche había caído grueso y pesado a su alrededor, envolviendo su entorno en una tranquilidad encantadora. Un tapiz interminable de estrellas se extendía sobre ellos, su luz parpadeante y fría iluminando el cielo nocturno despejado.
En esta particular tarde, Aditya, Julia, Alicia, Riya, Lara, Sylvie y Amber se encontraron aventurándose lejos de los confines familiares de la capital del Imperio de Istarin. Se habían aventurado en la belleza salvaje de la Arboleda de Prado Plateado, una expanse boscosa abundante de poderosas bestias mágicas y conocida por sus paisajes encantadores.
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