Ian podía ver cómo sus labios rosados se separaban, sus ojos lo miraban valientemente lo cual siempre le había parecido encantador y desafiante. Siempre estaba esa mirada en su rostro cuando lo veía. La cara como si expresara su amor por él que él podía decir que Elisa no se había dado cuenta. Cuando vio la expresión y cómo sus mejillas se teñían de rojo, sintió que ella era irresistible a sus ojos.
Nunca había sentido algo así en su corazón como lo que siente ahora con ella. Aunque había perdido hace tiempo su corazón y sus emociones, podía notar cómo una parte de sus emociones humanas volvía a surgir.
—¿Mis palabras te asustan? —Elisa vio los desafiantes ojos que tenía como si estuviera tratando de probar si retrocedería.
Sus dedos se doblaron hacia su palma, sus ojos estaban ligeramente empañados por sus nervios que estaban hechos pedazos por la cercanía que compartían. Fortaleciendo sus nervios, respondió:
—No. No te encuentro aterrador, señor Ian.
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