Viggo se colocó a babor, mirando como los mantos de agua mecían el barco pirata a lo lejos. Estaban a unos doscientos metros, así que Viggo pensó que ellos estaban dentro de su rango. Tomo una flecha de la aljaba y la puso en el arco.
-¿Crees que le puedas dar a algo desde esta distancia?- pregunto Semiramis a su lado
-Solo tengo que encontrar el balance- respondió Viggo tensando la cuerda del arco a su máximo mientras apuntaba con la punta de la flecha al barco enemigo. Después levantó la punta casi mirando al cielo y después la movió a la derecha. Por lógica, cualquiera pensaría que la flecha iba a caer al mar. Sin embargo, cuando Viggo soltó la cuerda, la flecha voló por los cielos y el impulso del viento corrigió su trayectoria poco a poco hasta que comenzó a descender. La flecha voló asombrando a todos los piratas hasta caer sobre la cabeza de un pirata. Desde la distancia se escuchó un gran "Oooo" seguido por un silencio mortal. Sin embargo, diferente de los guerreros sensatos, los piratas abrazaban a la muerte. Así que elevaron gritos de guerra y siguieron avanzando con dirección al barco.
Viggo tomo una segunda y hasta una tercera flecha. Todas dieron en el blanco, pero después de la tercera flecha, los piratas ocuparon sus escudos para protegerse de lo que pudiera caer del cielo. Así que dejo de disparar flechas.
-Prepárate Semiramis- rugió Viggo -aquí vienen-. Ella asintió y se retrajo a la plataforma desde donde dirigía la nave, junto a Scheherezade. Al mismo tiempo, se veía que el barco pirata venía a embestir. Viggo miró a la tripulación y grito -prepárense para el impacto-
El barco siguió avanzando, con sus velas impulsadas por el viento y golpeo con el espolón el casco de barco de Semiramis. El choque fue tan fuerte que lanzó a uno de los marineros por el aire y cayó de golpe sobre la cubierta. Estaba bien, pero le iba a doler un montón más tarde. Después del impacto, Viggo dio un gran saltó de 3 metros desde la cubierta hasta el barco enemigo. En cuanto piso la cubierta se lanzaron contra él, pero Viggo fue esquivando los espadazos hacia los lados de forma fluida. Parecía deslizarse en vez de caminar. Pasaba por debajo de las espadas y golpeaba con todas sus fuerzas mientras los huesos de los piratas crujían y se quebraban. Nadie soportaba más de uno de sus puñetazos. Al mismo tiempo, los marineros aliados saltaron al barco portando escudos y espadas de bronce para después lanzarse a la lucha.
Diez minutos después, la cubierta del barco pirata estaba llena de cadáveres.
Viggo miró a los marinos aliados y empezó a contar uno por uno y cuando los contó a todos asintió satisfecho.
-Semiramis- grito Viggo con dirección a la otra nave.
-¿Qué sucede?- grito Semiramis de vuelta desde su barco
-Esta vez tuvimos suerte y no se dañó el barco enemigo. Divide tus hombres y que lleven este barco junto al nuestro y lo vendemos en Argoloide-
-¡Ooooh!- gritaron los marineros felices, porque si lograban vender esta nave, su paga se incrementaría diez veces.
-No se alegren tantos hijos de puta- grito Viggo -primero hay que llegar a tierra firme y después hacer las gestiones de la negociación. Una vez que tengan el dinero en su bolsa alégrense todo lo que quieran y háganse mierda celebrando. Incluso podrían tratar de convencer a una hetera para que les haga caso-
Todos los marineros se largaron a reír a carcajadas. Las heteras eran las musas de los reyes y generales. Aunque pudieran vender este barco y quedarse con todo el dinero para ellos solos, aun no sería suficiente.
Viggo saltó al barco de Semiramis, avanzó por la cubierta y subió los diez peldaños hasta la plataforma. Entonces noto que Semiramis y Scheherezade lo miraban extraño. Se miró el cuerpo y noto que estaba sucio con sangre. Viggo soltó un suspiro y se detuvo a dos metros de Semiramis.
-Vamos, empieza a ordenar a tus hombres- dijo Viggo
Semiramis asintió y le dijo -está bien, pero no te acerques. Apestas-
Viggo negó tornando los ojos al cielo, dejo el arco y la aljaba a un lado, camino a estribor y se lanzó al mar. Después ascendió escalando el costado del barco y subió a la cubierta.
-¿Por qué saltaste de ese lado?- pregunto Semiramis acercándose a Viggo. Este último la miró a los ojos notando como el cabello oscuro como la noche enmarcaba su tierno rostro.
-Del otro lado del barco había tiburones- dijo Viggo como si nada y se movió a un lugar de la cubierta en donde el sol llegaba directo.
Semiramis se quedó congelada con los ojos muy abiertos en una expresión de incredulidad y después lo siguió -estas demente- dijo asustada. Viggo solo se largó a reír mientras se secaba al calor del sol.
El desembarco en el puerto de Argoloide fue toda una pericia, porque tuvieron que dejar el barco pirata varado en medio del mar, solo con Viggo cuidándolo mientras el resto de la tripulación iba a atracar el barco de Semiramis. Después de eso, tuvieron que viajar en pequeñas barcas hasta el barco pirata y llevarlo al puerto.
Por otro lado, Semiramis tuvo mucho trabajo, ya que tuvo que realizar las gestiones administrativas con los escribanos y justificar la segunda nave. Como la iba a vender, los escribanos querían cobrarle un impuesto especial. Después de media hora de argumentar Semiramis estaba aburrida, así que solo soltó el nombre de Kiara. Por supuesto, los pequeños escribanos portuarios desconocían el nombre, así que mandaron a preguntar. Digamos que tuvieron suerte de que los altos mandos de Argoloide no los mandaran a matar en el acto. Al final, era toda una treta para sacar una tajada con un impuesto que ni siquiera existía.
A Viggo le desagradaba Argoloide. En ese país existía un príncipe listillo llamado Midas, que se decía y se creía, con el don de multiplicar dracmas (moneda local). Pero él solo era lo suficientemente descarado como para tratar de cobrar impuesto por todo. El hecho es que Viggo solo paso una vez por el país y después lo evito a toda costa. La primera vez que paso le quisieron cobrar un absurdo impuesto que casi se comió todo su dinero para los gastos de viaje. Además, cuando les dijo que se daría la media vuelta y rodearía el país para evitar pagar, lo apuntaron con armas. Al final, tuvo que pagar. Hubiera sido fácil matar a una docena de guardias, pero siempre se preguntaba en dónde estaba la ganancia de hacer eso.
Estuvieron dos días descansando en Argoloide, hasta que el propio príncipe Midas compro el barco. Claro, todo con la intención de que dijeran algo positivo de él delante de Kiara. Después de recibir el pago que fueron 30.000 dracmas de plata, zarparon con dirección al puerto de Gitión, en Laconia-Esparta. El viaje fue tranquilo, ya que Esparta y su flota de barcos era implacables con los piratas.
Una vez que llegaron al puerto de Gitión, Semiramis, Scheherezade y Viggo montaron a caballo y viajaron hasta lo que antes era el templo quemado de Apolo. Viggo avanzó por delante de los otros caballos con el sol de la mañana sobre su cabeza. Al ver la casa de roca blanca sobre la colina una sonrisa afloro en sus labios y se llenó de alegría. Solo fueron unos días, pero se sintió un largo tiempo. Cuando llego a la base de la colina, espero a los demás y juntos subieron la colina hasta llegar frente a los grandes braseros con fuego, en la entrada de la casa.
-Bien hecho, Viggo- dijo Kiara saliendo por la puerta del frontis. Vestía su túnica blanca y reveladora. Con los grandes cuernos negros sobre su cabeza y los grabados de color fucsia.
-Gracias- respondió Viggo al mismo tiempo que se bajaba del caballo. Camino hasta ella y Kiara lo recibió con un apretado abrazo. Al mismo tiempo, Semiramis y Scheherezade se bajaron de sus caballos y se arrodillaron delante de Kiara.
-Es bueno ver que estas en buena salud, Semiramis y Scheherezade- dijo Kiara avanzando con Viggo de la mano mientras entrelazaban sus dedos.
-Gracias por sus buenas palabras, mi reina- dijo Semiramis con la cabeza gacha
-¡Ma! Todavía te rehúsas a llamarme por mi nombre-
-Nunca podría ponerme a su mismo nivel. Le debo tanto-
-No te preocupes, me deberás más- dijo Kiara medio en broma, medio en serio.
Semiramis alzó su mirada algo asombrada, pero se relajó cuando vio a Kiara sonreír de manera coqueta. Se la quedo mirando y preguntándose si hablaba en serio o todo era una broma. Después de unos segundos, sus ojos pasaron de Kiara a la mano que sostenía la mano de Viggo. Entonces agacho la mirada y se quedó en esa posición, pensando en cosas.
-Vengan, hemos preparado algo delicioso- dijo Kiara, dándoles la espalda y llevando a Viggo de la mano.
-Lo siento, pero, pero tenemos algo de prisa- dijo Semiramis con ciertas dudas
-¿El granjero de Lino, en la Élide?- pregunto Kiara mirando hacia atrás mientras su ojos tenían una expresión de aburrimientos -no te preocupes, si tiene alguna prisa le puedes decir que yo te necesitaba-
Kiara siguió avanzando a la casa y Semiramis apretó su puño en señal de fastidio. Sin embargo, tomo una profunda respiración y asintió. Se puso de pie y Scheherezade la siguió en el gesto. Avanzaron juntas a la casa y vieron junto a una ventana una larga mesa de hermosa madera clara. A la cabecera se sentó Kiara y a su derecha Viggo mientras dos niñas de cabello violeta (Ana y Sakura) avanzaban por un pasillo llevando una olla humeante cada una.
Las niñas colocaron las ollas sobre unos soportes de greda en el centro de la mesa. Se pararon a un lado de Kiara y esperaron a que las mujeres se sentaran. La primera fue Semiramis, quien tomo el puesto a la izquierda de Kiara y después la siguió Scheherezade.
-Sirvan y después tomen sus asientos- dijo Kiara, a lo que Sakura y Ana asintieron. Entonces llenaron los platos con comida y después tomaron sus lugares al lado de Viggo. Semiramis miraba a Kiara esperando que ella le dijera algo, pero Kiara parecía concentrada en comer y saber si Viggo estaba conforme con lo que comían. Semiramis fruncia el ceño por dos cosas; una, por la necesidad de completar su negocio en la Élide lo más rápido posible y embarcarse en otros negocios. La otra razón por la que fruncia el ceño, era pensando en quien había "hecho hombre a Viggo". Estaba casi 100% segura que fue esta mujer estrafalaria de actitud fácil y ligera como el viento. Por un lado, le sabia mal, pero por otro lado tenía que admitir que Kiara era una mujer hermosa, varios puntos por encima de Scheherezade, quien fue una de las grandes favoritas del príncipe en Persia. Si no hubiera sido porque era de otras tierras y sin respaldo, el príncipe la hubiera hecho una de sus esposas. Semiramis agacho la mirada y comió pequeños bocados mientras pensaba en esto. Después de todo, si ella no hubiera perdido la guerra política, nunca hubiera sido exiliada y Scheherezade nunca hubiera tenido que dejar Persia.