Prólogo.

Suelo tener pesadillas a menudo. Siempre es el mismo sueño. Me encuentro en un callejón oscuro y empiezo a ser perseguido por un grupo de personas que quieren matarme. Corriendo detrás de mí desesperadamente, gritando y con sus puños apretados, tratan de alcanzarme con intenciones asesinas a como de lugar. Yo simplemente no dejo de correr y, cuando por fin parece que saldré de ese maldito callejón, «la luz al final del túnel» simplemente comienza a alejarse como si quisiera que yo siguiera corriendo por el resto de mi vida.

Detesto esa pesadilla. No sé porque invade mis sueños con tanta frecuencia, sólo sé que es una mierda.

Cuando por fin despierto por el sonido de mi reloj despertador, me levanto con una cara horrible y repleta de sudor, casi como si hubiera visto un fantasma.

Lo he pensado muchas veces y, sigo sin llegar a la conclusión del porque de mis pesadillas. No, mejor dicho, no quiero llegar a esa conclusión. Una vaga idea me viene a la mente y me pone de muy mal humor. No quiero pensarlo, pero inevitablemente siempre termina en mi cabeza.

Odio mi miserable vida... pero odio más a las personas que hicieron que fuera miserable.

A toda acción corresponde una reacción. Tarde o temprano todo se paga, y ellos pagarán.

Juro que lo haré. Aunque me cueste la vida.