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cap. 26

Después de que el Dr. Howlett me dio autorización para irme, bajé en el ascensor hacia el vestíbulo principal. En el camino, le marqué a Vee. No tenía quién me llevara a casa y esperaba que aún fuera lo suficientemente temprano como para que su mamá la dejara rescatar a una amiga varada.

El ascensor se ralentizó para detenerse y las puertas se abrieron. Mi teléfono repiqueteó a mis pies.

—Hola, Nora —dijo Hank, de pie justo en frente mío.

Alcancé a contar hasta tres antes de que lograra convocar mi voz.

—¿Subes? —pregunté, esperando sonar calmada.

—De hecho, estaba buscándote.

—Tengo prisa —dije, disculpándome, agarrando mi celular.

—Pensé que podrías necesitar que te llevaran a casa. Conseguí que uno de mis chicos trajera un auto de alquiler.

—Gracias, pero ya llamé a una amiga.

Su sonrisa fue de plástico.

—Al menos déjame llevarte hacia las puertas.

—Necesito detenerme primero en el baño —evadí—. Por favor, no esperes. En serio, estoy bien. Estoy segura que Marcie está ansiosa por verte.

—Tu madre querría que me cerciorara de que llegaras a salvo a casa.

Sus ojos estaban inyectados de sangre, toda su expresión era la de una persona cansada, pero por el momento, yo no creía que se debiera a su papel como el novio afligido. El Dr. Howlett podía insistir que todo lo que quisiera que Hank había llegado ileso al hospital, pero yo sabía la verdad. Él había salido del accidente peor que yo. Peor, incluso, de lo que el choque justificaba.

Su cara había parecido carne pulverizada, y mientras que su sangre de Nefilim lo había curado casi al instante, yo había sabido desde el momento en que me sacudió de la inconsciencia, y le había echado un borroso vistazo, que algo le había sucedido después de que me desmayara. Él podía negarlo una y otra vez, pero su condición había sido como la de una persona atacada por tigres.

Estaba ojeroso y exhausto porque había luchado con un grupo de ángeles caídos el día de hoy. Al menos, esa era mi teoría actual. Mientras recorría en mi mente los eventos pasados, esa era la única explicación que tenía sentido.

¡Malditos ángeles caídos! ¿No eran esas las palabras que Hank había jurado viciosamente una fracción de momento antes del accidente? Claramente no había planeado ir directo a ellos.... Así que, ¿Qué había planeado él, que sucediera?

Tenía un horrible presentimiento dentro de mí. Uno, me di cuenta en retrospectiva, que había estado balanceándose en la parte trasera de mi mente desde que Hank se había presentado en la escuela. ¿Qué si Hank había, de hecho, organizado los eventos del día? ¿Podía haber empujado a mi madre por las escaleras? El Dr. Howlett dijo que, inicialmente, ella sufrió amnesia, algo que Hank pudo haber usado para evitar que ella recordase la verdad. Luego, me había recogido de la escuela... ¿para qué? ¿Qué me faltaba entender en todo esto?

—Huelo que algo se quema —dijo Hank—. Estás pensando mucho en algo.

Su voz me trajo de vuelta al presente. Lo miré fijamente, deseando poder deducir sus motivos a partir de su expresión. Fue entonces que me di cuenta que sus ojos estaban también fijos en los míos. Su mirada era tan intensa, que casi parecía llevarme al trance.

Cualquier conclusión que haya estado a punto de definir, desapareció. Mis pensamientos se dispersaron. De repente, estaban todos en desorden y no podía recordar lo había estado ponderando. Entre más trataba de recordar, más se dispersaban mis pensamientos en un abismo en la parte trasera de mi mente.

Un capullo se desplegó en mi mente, enlazando cualquier habilidad cognitiva fuertemente lejos de mi alcance. Estaba sucediendo una y otra vez. La desordenada y pesada sensación de ser incapaz de controlar mis propios pensamientos.

—¿Tu amiga estuvo de acuerdo en recogerte, Nora? —preguntó él, con la mirada atención fija como un láser.

En alguna parte, profundamente dentro de mí, sabía que no debería decirle la verdad a Hank. Sabía que debía decir que Vee estaba en camino. Pero, ¿qué razón tenía para mentirle?

—Llamé a Vee, pero no respondió —admití.

—Estaría encantado de llevarte a casa, Nora.

Asentí.

—Sí, gracias.

Me mente era un revoltijo y no podía escaparme de él. Caminé por el corredor al lado de Hank, mis manos frías y temblorosas. ¿Estaba temblando? Era amable de parte de Hank ofrecerse a llevarme a casa. Se preocupaba por mi mama lo suficiente como para desviarse de su camino por mí... ¿cierto?

El camino a casa pasó sin ningún evento y en la finca, Hank me siguió adentro.

Me detuve justo dentro, al lado de la puerta.

—¿Qué estás haciendo?

—Tu madre querría que cuidara de ti esta noche.

—¿Te vas a quedar toda la noche? —Mis manos empezaron a temblar de nuevo y a través de mi mente llena de algodón, supe que tenía que hallar una forma de que se fuera. No era una buena idea dejarlo dormir aquí. Pero, ¿cómo podía forzarlo a salir? Él era más fuerte. E incluso si pudiera conseguirlo, mi mamá recientemente le había dado la llave de la casa. Él volvería a entrar.

—Estás dejando que entre el aire frío —dijo Hank, gentilmente apartando mis brazos de la puerta—. Déjame ayudar.

Eso es correcto, pensé con una sonrisa en mi propia mente desordenada y estúpida. Él quería ayudar.

Hank lanzó sus llaves en el mostrador y se hundió en el sofá, poniendo sus pies en la otomana. Fijó sus ojos en el almohadón a su lado.

—¿Quieres relajarte con un programa?

—Estoy cansada —dije, abrazándome a mí misma ahora que el horrible temblor se había esparcido hasta mis codos.

—Has tenido un largo día. Dormir puede ser precisamente lo que ordenó el doctor.

Luché contra la opresiva nube que sofocaba mi cerebro, pero parecía que no había un fin para la densa oscuridad.

—¿Hank? —pregunté inquisitivamente—. ¿Por qué quieres quedarte aquí esta noche, en verdad?

Él sonrió burlonamente.

—Luces positivamente asustada, Nora. No es como si fuera a estrangularte mientras duermes.

En mi dormitorio, deslicé el tocador hasta dejarlo frente a la puerta, bloqueándola con efectividad. No tenía idea porque lo hice; no tenía ninguna razón para temerle a Hank. Él estaba manteniéndole una promesa a mi mama.

Quería protegerme. Si tocaba la puerta, correría el tocador a un lado y abriría la puerta.

Y aun así...

Me arrastré en la cama y cerré los ojos. El cansancio recorría mi cuerpo y ahora estaba temblando violentamente. Me preguntaba si me estaba dando gripe.

Cuando mi mente empezó a sentirse pensada, no luche contra ella. Colores y formas se balancearon adentro y afuera de mi atención. Mis pensamientos se deslizaron más profundamente en mi subconsciente. Hank tenía razón; había sido un largo día. Necesitaba dormir.

No fue hasta que me encontré a mí misma de pie en el umbral del estudio de Patch, que empecé a sentir que algo no estaba precisamente bien. La neblina se dispersó de mi cerebro y me di cuenta que Hank me había engañado mentalmente hasta llevarme a la sumisión. Abriendo la puerta delante de Patch y corriendo hacia dentro, grité su nombre.

Lo encontré en la cocina, sentado en un taburete de bar. Con una mirada hacia mí, se puso de pie y cruzó hacia mí.

—¿Nora? ¿Cómo llegaste aquí? Estás dentro de mi cabeza —dijo, con sorpresa—. ¿Estás soñando? —Sus ojos miraron mi rostro una y otra vez, en busca de una respuesta.

—No lo sé. Eso creo. Me subí a la cama sintiendo una necesidad desesperada de hablar contigo... y aquí estoy. ¿Estás dormido?

Sacudió la cabeza.

—Estoy despierto, pero tú estás eclipsando mis pensamientos. No sé cómo lo hiciste. Sólo un Nefil poderoso o un ángel caído podrían hacer algo así.

—Algo terrible sucedió. —Me lancé a sus brazos, intentando disipar mis temblores convulsivos—. Primero, mi mamá cayó por las escaleras y en nuestro camino al hospital para verla, Hank y yo fuimos golpeados por un coche. Antes de que me desmayara, creo que Hank dijo que el otro auto estaba lleno de ángeles caídos. Hank me trajo a casa desde el hospital y le pedí que se fuera, ¡pero no quiere!

Los ojos de Patch hubo un destello de ansiedad.

—Cálmate. ¿Hank está a solas contigo ahora?

Asentí.

—Despierta. Voy a ir a verte.

Quince minutos después, hubo un suave golpe en la puerta de mi habitación. Quitando el tocador del camino de la entrada, miré por una rendija de la puerta para encontrar a Patch al otro lado. Agarré su mano y lo arrastré dentro.

—Hank está abajo, viendo televisión —susurré. Hank había estado en lo correcto; dormir me había hecho un mundo de bien. Al despertar de mi sueño, lo suficiente de mi proceso normal de pensamiento había regresado para hacerme ver lo que no había sido capaz antes: Hank me había hecho un truco mental de sumisión. Lo había dejado traerme a casa sin una sola réplica, lo había dejado entrar a mi casa, lo había dejado acodarse y todo porque había pensado que él quería protegerme. Nada podía estar más lejos de la verdad.

Patch cerró la puerta con una suave patada.

—Entré por el ático. —Me observó, de pies a cabeza—. ¿Estás bien? —Su dedo trazó la superficie de una venda que cubría una delgada laceración, atravesando la línea de mi cabello, y sus ojos ardieron con rabia.

—Hank ha estado jugando con mi mente toda la noche.

—Dímelo todo de nuevo, empezando con la caída de tu madre.

Tragué un profundo respiro y luego volví a contar mi historia.

—¿Cómo lucía el auto de los ángeles caídos? —preguntó Patch.

— No los vi claramente.

Patch se frotó la barbilla, pensativo.

—¿Crees que fue Gabe? No es lo que conduce normalmente, pero eso no significa necesariamente nada.

—Había tres de ellos en el auto. No pude ver sus caras. Puede que hayan sido Gabe, Dominic y Jeremiah.

—O, pudo haber sido cualquier cantidad de ángeles caídos que tenían a Hank como objetivo. Con la muerte de Rixon, hay un precio justo sobre su cabeza. Es el Mano Negra, el Nefil más poderoso que está vivo y cualquier número de ángeles caídos lo quiere como su vasallo para fanfarronear. ¿Cuánto tiempo estuviste fuera antes de que Hank te llevara al hospital?

—Si tengo que suponer, sólo unos cuantos minutos. Cuando volví, Hank estaba cubierto de sangres y parecía cansado. Apenas pudo levantarme para meterme en el auto. No creo que sus cortaduras y moretones fueron por el choque. El ser coaccionado para jurar lealtad suena como lo más probable. Una verdadera Mirada salvaje se formó en las facciones de Patch.

—Esto termina aquí. Te quiero fuera de esto. Sé que debes ser quien derribe a Hank, pero no puedo arriesgarme a perderte. —Se levantó y caminó por la habitación, claramente molesto—. Déjame hacer esto por ti. Déjame ser quien le haga pagar.

—Esta no es tu pelea, Patch —dije, tranquilamente. Sus ojos ardieron con una intensidad que no había visto antes.

—Eres mía, Ángel y no lo olvides. Tus peleas son mis peleas. ¿Qué si hubiera sucedido algo hoy? Fue lo suficientemente malo cuando pensé que tu fantasma me estaba buscando; no creo que pudiera manejar la realidad.

Me puse detrás de él, enlazando mis brazos bajo los suyos.

—Algo malo pudo haber sucedido, pero no fue así —dije, gentilmente—. Incluso si fue Gabe, obviamente no consiguió lo que quería.

—¡Olvida a Gabe! Hank tiene algo planeado para ti, y tal vez también para tu mamá. Concentrémonos en eso. Quiero que te escondas. Si no quieres quedarte en mi casa, está bien. Encontraremos otro lugar. Te quedarás allí hasta que Hank esté muerto, enterrado y pudriéndose.

—No puedo irme. Hank inmediatamente sospechará algo si desaparezco. Además, no puedo hacer que mi madre pase por esto otra vez. Si desaparezco ahora, la destrozará. Mírala. Ella no es la misma persona que era hace tres meses. Tal vez en parte se debe a los trucos mentales de Hank, pero tengo que enfrentar el hecho de que mi desaparición la debilitó de maneras que probablemente nunca se recupere. Desde el momento en que se despertó esta mañana, está aterrorizada. Para ella, no hay tal cosa como estar a salvo. Ya no más.

—De nuevo, Hank está haciéndolo —rechazó secamente Patch.

—No puedo controlar lo que Hank hizo, pero puedo controlar lo que hago ahora. No me voy. Y tienes razón... no voy hacerme a un lado y dejar que te encargues de Hank solo. Prométeme ahora que pase lo que pase, no me vas a engañar. Prométeme que no vas a ir tras mi espalda y en silencio acabar con él, aunque honestamente creas que lo estás haciendo por mi propio bien.

—Oh, él no se va a ir en silencio —dijo Patch con un borde asesino.

—Prométemelo, Patch.

Me miró en silencio durante un largo momento. Los dos sabíamos que él era más rápido, más hábil en la lucha, y, cuando llegara al punto, más implacable.

Había intervenido y salvado muchas veces en el pasado, pero esta era la única vez—única vez—cuando era mi lucha a escoger, y sólo mía.

Por último, y con gran renuencia, dijo:

—No voy a esperar y verte ir en contra de él sola, pero no lo voy a matar en privado, tampoco. Antes de que ponga una mano sobre él, me aseguraré de que es lo que quieres.

Estaba de espaldas a mí, pero yo presioné mi mejilla contra su hombro, frotándolo suavemente.

—Gracias.

—Si alguna vez eres atacada de nuevo, ve por las cicatrices de las alas del ángel caído.

No lo seguí de inmediato. Luego continuó:

—Golpéalo con un bate de béisbol o estrella un palo en sus cicatrices si eso es todo lo que tienes. Las cicatrices de las alas son nuestro talón de Aquiles. No podemos sentir el dolor, pero el trauma de las cicatrices nos paralizará. En función de los daños causados, podrías paralizarnos durante horas. Después de apuñalar la barra de hierro a través de las cicatrices de Gabe, me sorprendería si él sale de la conmoción en menos de ocho.

—Lo tendré en cuenta —dije en voz baja. Luego—: ¿Patch?

—Mmm. —Su respuesta fue brusca.

—Yo no quiero pelear. —Trazando mi dedo a lo largo de sus omóplatos, sus músculos rígidos con molestia. Todo su cuerpo estaba hermético, frustrado más allá de toda medida—. Hank ya ha apartado a mi madre de mí, y no quiero que te aparte, también. ¿Puedes entender por qué tengo que hacerlo? ¿Por qué no puedo enviarte a pelear mis batallas, a pesar de que los dos sabemos que ganas en este departamento, fácilmente?

Exhaló, largo y lento, y sentí los nudos en su cuerpo aflojarse.

—Sólo hay una cosa que ya sé con certeza. —Se volvió, sus ojos de un claro negro—. Que haría cualquier cosa por ti, incluso si eso significa ir en contra de mis instintos o de mi propia naturaleza. Dejaría todas las cosas que poseo, hasta mi alma, por ti. Si eso no es amor, es lo mejor que tengo.

No sabía qué decir a cambio; nada parecía suficiente. Así que tomé su rostro entre mis manos y besé su fija, y determinada boca. Poco a poco, la boca de Patch se moldeó a la mía. Disfruté la deliciosa presión que se disparó a través de mi piel cuando su boca se elevó y se sumergió en contra de la mía. No quería que se enojara. Quería que él confiara en mí como yo confiaba en él.

—Ángel —dijo, mi nombre silenciado desde donde nuestros labios se juntaban. Se echó hacia atrás, sus ojos juzgaban lo que quería de él.

Incapaz de soportar tenerlo tan cerca sin sentir su tacto, deslicé mi mano a la parte posterior de su cuello, guiándolo a besarme de nuevo. Su beso fue más duro, carnal mientras sus manos recorrían mi cuerpo, enviando calientes escalofríos estremeciendo como electricidad bajo mi piel.

Su dedo rápidamente abrió un botón de mi chaqueta—luego dos, tres, cuatro.

Se cayó de mis hombros, dejándome en mi camiseta. Empujó hacia arriba el borde, jugueteando y acariciando con su pulgar sobre mi estómago. Mi respiración se hizo forzada.

Una sonrisa bandida brillaba en sus ojos mientras concentraba su atención más alto, acariciando la curva de mi garganta, plantando besos, su barba rastrillando con un dolor muy gratificante.

Él me bajó hacia atrás, contra la suavidad de mi almohada abajo. 

Probó más profundo, manteniéndose por encima de mí, y de repente estaba en todas partes; su rodilla atrapando mi pierna, sus labios rozando cálidos, ásperos, sensuales. Extendió su mano en la parte baja de mi espalda, sosteniéndome con fuerza, volviendo a hundir mis dedos profundamente en él, aferrándome a él como si el dejarlo ir significaría perder parte de mí misma.

—¿Nora?

Miré hacia la puerta... y grité.

Hank llenaba la entrada, apoyando su antebrazo en el marco de la puerta. Sus ojos recorrieron la habitación, su rostro se contrajo en una contemplación irónica.

—¡Qué estás haciendo! —le grité.

Él no respondió, sus ojos aún escaneando cada rincón de mi habitación.

No sabía dónde estaba Patch; era como si hubiera percibido a Hank un momento antes de que el pomo de la puerta se moviera. Él podría estar a metros de distancia, escondido. Segundo antes de ser descubierto.

—¡Fuera! —Salté de la cama—. No puedo hacer nada sobre la llave de la casa que mi madre te dio, pero aquí es donde trazo la línea. No vuelvas a entrar en mi habitación de nuevo.

Sus ojos hicieron un barrido lento de las puertas de mi armario, las cuales estaban rotas.

—Me pareció escuchar algo.

—Sí, bueno, ¿adivina qué? ¡Soy una persona viviente, que respira, y de vez en cuando hace ruido!

Con eso, tiré la puerta para cerrarla y me hundí en su contra. Mi pulso estaba todo al límite. Escuché a Hank permanecer de pie decidido por un momento, probablemente tratando de determinar, una vez más, lo que fuera que lo había llevado a buscar en mi habitación en primer lugar.

Finalmente vagó por el pasillo. Me había asustado hasta el punto de llorar. Les di un manotazo a toda prisa, repitiendo sus palabras y su expresión en mi mente, tratando de encontrar alguna pista que acordara si sabía que Patch estaba en mi habitación.

Dejé pasar cinco largos engañosos minutos antes de entreabrir mi puerta. El pasillo fuera estaba vacío. Volví mi atención a mi habitación.

—¿Patch? —susurré en la más mínima voz.

Pero estaba sola. 

No vi a Patch otra vez hasta que me quedé dormida. Soñé que estaba caminando por un campo de hierba salvaje que se separaba alrededor de mis caderas al caminar. Por delante, un árbol estéril apareció, retorcido y deformado. Patch se apoyaba contra él, con las manos en los bolsillos. Iba vestido de negro de la cabeza a los pies, un fuerte contraste frente al color blanco cremoso del campo.

Corrí el resto del camino hacia él. Cubrió su chaqueta de cuero alrededor de nosotros, más como un acto de posesión íntima que para conservar el calor.

—Quiero quedarme contigo esta noche —le dije—. Tengo miedo de que Hank intente algo.

—No voy a dejar que él ni tú estén fuera de mi vista, Ángel —dijo con algo casi territorial en su tono.

—¿Crees que sabe que estabas en mi habitación?

Él suspiro agitado de Patch fue apenas audible.

—Una cosa es segura: él sintió algo. Tuve la gran impresión de que subiría a investigar. Estoy empezando a preguntarme si él es más fuerte de lo que le he dado crédito. Sus hombres son impecablemente organizados y capacitados. Se las ha arreglado para mantener en cautiverio a un arcángel. Y ahora me puede sentir a varias habitaciones de distancia. La única explicación que puedo pensar es en magia negra. Ha encontrado una forma de canalizarla, o hizo un trato. De cualquier manera, está invocando los poderes del infierno.

Me estremecí.

—Me estás asustando. Esa noche, después de Bloody Mary, los dos Nefilim que me persiguieron mencionaron la magia negra. Pero dijeron que Hank lo había pronunciado como un mito.

—Podría ser que Hank no quiere que nadie sepa lo que está haciendo. La magia negra podría explicar por qué él cree que puede derrotar a los ángeles caídos tan pronto en el Jeshvan. No soy un experto en magia negra, pero parece plausible que podría ser utilizada para combatir un juramento, incluso un juramento hecho bajo el cielo. Podría estar contando con ello para romper miles y miles de juramentos que los Nefilim han jurado a los ángeles caídos a largo de los siglos.

—En otras palabras, no piensas que sea un mito.

—Yo solía ser un arcángel —me recordó—. No estaba bajo mi jurisdicción, pero sé que existe. Eso es todo lo que cualquiera de nosotros sabe. Se originó en el infierno, y la mayor parte de lo que sabíamos eran especulaciones. La magia negra está prohibida fuera del infierno, y los arcángeles deben estar encima de esto. —Un borde de frustración se deslizaba en su tono.

—Tal vez no lo saben. Tal vez Hank encontró una manera de esconderla de ellos. O tal vez la está utilizando en dosis tan pequeñas, que ellos no lo han percibido.

—Este es un pensamiento alegre —dijo Patch con una risa corta, sin entusiasmo—. Él podría estar utilizando la magia negra para reorganizar las moléculas del aire, lo que explicaría por qué he tenido dificultades para rastrearlo. Todo el tiempo que he estado espiando por él, he hecho mi mejor esfuerzo para mantener un rastro de él, tratando de averiguar cómo está utilizando la información que le he suministrado. No es fácil, dado que se mueve como un fantasma. No deja evidencia en la forma en que debería. Podría estar utilizando la magia negra para alterar toda la materia. No tengo idea de cuánto tiempo ha estado utilizándola o cuán bueno se ha convertido aprovechándola.

Los dos contemplamos esto en un escalofriante silencio. ¿Reorganizando la materia? Si Hank era capaz de manipular los componentes básicos de nuestro mundo, ¿qué otra cosa podría manipular?

Después de un momento, Patch alcanzó bajo el cuello de su camisa, desatando una simple cadena de hombre. Estaba hecha de eslabones enlazados de plata genuina y estaba un poco deslustrada. —El verano pasado te di mi collar de arcángel. Tú me lo devolviste, pero quiero que lo tengas de nuevo. Ya no funciona para mí. Pero podría ser útil.

—Hank haría cualquier cosa para conseguir tu collar —protesté, aparte las manos de Patch—. Consérvalo. Tienes que ocultarlo. No podemos dejar que Hank lo encuentre.

—Si Hank pone mi collar en el arcángel, ella no tendrá más remedio que decirle la verdad. Ella le dará el conocimiento puro, sin adulterar, y libremente. Tienes razón en eso. Sin embargo, el collar también registrará el encuentro, imprimiéndolo para siempre. Tarde o temprano, Hank va a tener en sus manos un collar. Mejor que encuentre el mío que otro.

—¿Imprimir?

—Quiero que encuentres una manera de darle esto a Marcie —instruyó él, cruzando la cadena alrededor de mi nuca—. No puede ser obvio. Ella tiene que pensar que lo está robando de ti. Hank la interrogará, y ella tiene que creer que es más lista que tú. ¿Puedes hacer eso?

Me aparté, dándole una mirada amonestante.

—¿Qué estás planificando?

Su sonrisa era débil.

—Yo no llamaría a esto planificando. Lo llamaría lanzando un Ave María con los segundos que quedan en el reloj.

Con gran cuidado, pensé por lo que él me estaba pidiendo.

—Puedo invitar a Marcie a venir —le dije finalmente—. Le diré que necesito ayuda para escoger joyas que vayan con mi vestido de regreso a casa. Si ella está realmente ayudando a Hank a cazar un collar de un arcángel, y si ella piensa que lo tengo, va a tomar ventaja de tener acceso a mi habitación. No me siento muy contenta de tenerla hurgando, pero lo haré. —Hice una pausa significativa—. Pero primero quiero saber exactamente por qué lo estoy haciendo.

—Hank necesita que el arcángel hable. Nosotros también. Necesitamos una forma de permitir que los arcángeles en el cielo sepan que Hank está practicando magia negra. Soy un ángel caído, y no me van a escuchar. Pero si Hank toca mi collar, se imprimirá en el collar. Si está utilizando magia negra, el collar recordará eso, también. Mi palabra no significa nada para los arcángeles, pero ese tipo de pruebas lo hará. Todo lo que necesitamos hacer es conseguir que el collar esté en sus manos.

Todavía sentía un tirón de duda.

—¿Qué pasa si no funciona? ¿Qué pasa si Hank obtiene la información que necesita, y nosotros no conseguimos nada?

Estuvo de acuerdo con una ligera inclinación de cabeza.

—¿Qué quieres que haga en su lugar?

Pensé en ello, y no encontré nada. Patch estaba en lo cierto. Estábamos fuera de tiempo, sin opciones. No era la mejor posición para estar, pero algo me dijo que Patch había sido bueno en decisiones arriesgadas toda su existencia. Si tuviera que ser arrastrada en una apuesta tan grande como esta, no podía pensar en nadie más con quien preferiría estar.

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