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cap. 27

Era la noche del viernes, una semana después, y mi mamá y Hank estaban en la sala de estar, abrazados en el sofá y compartiendo un tazón de palomitas de maíz. Yo me había retirado a mi habitación, habiendo prometido a Patch que podía mantenerme tranquila entorno a Hank.

Hank había estado exasperantemente encantador los últimos días, trayendo a mi mamá a casa desde el hospital, visitándonos con comida para llevar, cada noche puntualmente a la hora de la cena, incluso limpiando los canales de nuestro techo temprano esta mañana. No era lo suficientemente estúpida como para bajar la guardia, pero me estaba volviendo loca tratando de hacer trizas sus motivos. Él estaba planeando algo, pero cuando todo se redujo a un qué, yo estaba muy confundida.

La risa de mi mamá subió las escaleras, y me llevó al límite. Me comuniqué con Vee a través de un mensaje de texto.

HOLA, respondió ella un momento después.

TNGO ENTRADAS PA SERPENTINE ¿QUIERES IR?

¿SERPEN.... QUÉ?

LA NUEVA BANDA DE UN AMIGO D LA FAMILIA, le expliqué. EL CONCIERTO INAUGURAL S STA NOCHE

T RECOGO N 20.

Puntualmente veinte minutos más tarde, Vee dio un frenazo en la entrada. Bajé estruendosamente las escaleras, con la esperanza de lograr salir por la puerta antes de que tuviera que soportar la tortura de escuchar a mi mamá besuquearse con Hank, quien, había aprendido, a besar muy húmedamente.

—¿Nora? —gritó mamá desde el final del pasillo— ¿A dónde vas?

—Afuera con Vee. ¡Volveré a las once! —Antes de que pudiera prohibirlo, corrí afuera y me tiré en el interior del Dogde Neon morado de 1995 de Vee— ¡Vamos, vamos, vamos! —Le ordené.

Vee, quién tendría un futuro brillante como piloto de escapada, si la universidad no salía bien, tomó mi escape en sus propias manos, acelerando lo suficientemente fuerte como para espantar a una bandada de pájaros que se encontraban en el árbol más cercano. 

—¿De quién era el Avalon que se encontraba en el camino? —preguntó Vee mientras aceleraba a través de la ciudad, haciendo caso omiso a las señales de tráfico. Ella había lloriqueado de manera dramática para escaparse de tres infracciones de velocidad desde que obtuvo su licencia, y estaba firmemente convencida de que cuando se trataba de la ley, era invencible.

—El coche de alquiler de Hank.

—Oí de Michelle Van Tassel, quien oyó de Lexi Hawkins, quien oyó de nuestra buena amiga Marcie que Hank está ofreciendo una gran recompensa por cualquier aviso policíaco oportuno que conduzca al arresto del espectáculo de fenómenos de feria que trató de sacarte del camino.

Buena suerte con eso.

Pero sonreí adecuadamente, no queriendo advertir a Vee de que nada estaba mal. Idealmente, sabía que debería contarle todo, empezando con que Hank había borrado mi memoria. Pero... ¿cómo? ¿Cómo le explicó cosas que difícilmente puedo comprender yo misma? ¿Cómo la hago creer en un mundo lleno con cosas de pesadillas, cuando no tenía nada más que mi propia palabra para ofrecer como prueba?

—¿Cuánto está ofreciendo Hank? —pregunté—. Tal vez pueda ser persuadida para recordar algo importante.

—¿Por qué molestarte? Agarra su tarjeta bancaria en su lugar. No creo que se daría cuenta si se le robaran unos pocos cientos de dólares. Y oye, si te atrapa, no es que pueda hacer que te arresten. Eso arruinaría cualquier oportunidad que tenga con tu madre.

Si sólo fuera tan sencillo, pensé, una sonrisa valiente congelada en mi cara. Si sólo Hank pudiera ser tomado en serio.

Había un pequeño aparcamiento cerca del Devil's Handbag, y Vee se desplazó a través de ello cinco veces, pero ningún lugar quedaba disponible. Ella amplió su búsqueda cuadra por cuadra. Finalmente se estacionó paralelamente a lo largo de un tramo de acera que dejaba la mitad del Neón colgando en la calle.

Vee salió y observó su trabajo de parqueo. Se encogió de hombros.

—Cinco puntos por creatividad.

Recorrimos el resto del camino a pie.

—Entonces, ¿quién es este amigo de la familia? —preguntó Vee— ¿Es hombre? ¿Es atractivo? ¿Está soltero?

—Si en el primer punto, probablemente en el segundo, creo que sí en el ultimo. ¿Quieres que te presente?

—No. Sólo quería saber si debo mantener mi mirada de odio adiestrada en él. Ya no confío en los chicos, pero mi radar de miedo se sale de los límites cuando se trata de chicos lindos.

Me reí brevemente tratando de imaginar una versión totalmente limpia, y engalanada de Scott.

—Scott Parnell es cualquier cosa menos lindo.

—¡Ok¡ Espera. ¿Qué es esto? No me dijiste que el viejo amigo de la familia era Scottie el sexy.

Quería decirle a Vee que era porque estaba haciendo mi mejor esfuerzo por mantener la aparición pública de Scott de esta noche en silencio, ya que no quería que ninguna palabra acerca de esto llegara a oídos de Hank, pero le reste importancia con algo inocente.

—Lo siento, debo haberlo olvidado.

—Nuestro chico Scottie tiene un cuerpo que no puedes olvidar. Tienes que reconocerle eso.

Ella estaba en lo cierto. Scott no era voluminoso, pero era puro músculo y tenía el físico bien proporcionado, de un atleta de primera categoría. Si no fuera por la expresión dura, casi como un ceño fruncido que llevaba a todas partes, lo más probable sería que atrajera a una multitud de chicas. Posiblemente incluso a Vee, que era una enemiga autoproclamada del hombre.

Dimos la vuelta en la última esquina, y el Devil's Handbag apareció a la vista. Era muy poco encantadora la estructura de cuatro pisos con ladrillo con hiedra rastreara y ventanas oscuras. Por un lado tenía como vecino a una casa de empeño. En el otro lado estaba ubicada una tienda de reparación de calzado la cual yo secretamente sospechaba era la fachada de un próspero negocio de documentos de identidad falsos. En serio, ¿quien aún reemplazaba las suelas de sus zapatos?

—¿Vamos a estar etiquetadas? —preguntó Vee.

—No esta noche. No están sirviendo alcohol en la barra, ya que la mitad de la banda es menor de edad. Scott me dijo que solamente necesitaríamos las entradas. —Nos unimos a la fila, y cinco minutos después atravesamos las puertas. El espacioso diseño interior consistía en un escenario en un lado de la habitación, y una barra en el otro lado. La cabina estaba ubicada cerca de la barra, y las mesas cerca del escenario. Había una multitud decente, llegando más cada minuto, y experimente un poquito de nerviosa anticipación por Scott.

Traté de distinguir rostros de Nefilim en la audiencia, pero no tenía suficiente experiencia como para confiar en mí misma para hacer un buen trabajo. No es que tuviera una razón para creer que el Devil's Handbag fuera un lugar de reunión probable para los no humanos, particularmente aquellos con lealtad hacia Hank. Simplemente estaba siguiendo la creencia de que no me hace daño ser precavida.

Vee y yo fuimos directas a la barra.

—¿Algo de beber? —La camarera, una pelirroja que no había escatimado en delineador en los ojos o anillos en la nariz, nos preguntó.

—Un suicidio —le dijo Vee—. Ya sabes, ¿cuándo pones en una pequeña copa de todos los licores?

Me incliné hacia un lado.

—¿Qué edad tenemos?

—La infancia sólo llega una vez. Hay que vivirla al tope.

—Cherry Coke —le dije a la camarera.

Mientras Vee y yo tomábamos nuestras bebidas, sentándonos de nuevo y acogiendo la emoción del pre-espectáculo, una rubia esbelta con el pelo metido en un desordenado, y sexy, moño pavoneándose en exceso. Apoyó los codos hacia atrás en la barra, y dándome una mirada superficial. Llevaba un vestido largo, bohemio, logrando una impecablemente elegante apariencia hippie. A excepción de un simple toque de lápiz de labios rojo sirena, estaba libre de maquillaje, lo cual llevó mi atención a su boca llena, y sensual. Fijando su mirada en el escenario, dijo:

—No las he visto por aquí antes chicas. ¿Es su primera vez?

—¿Cuál vez es para ti? —dijo Vee.

La chica se echó a reír, y aún cuando el sonido era suave y tintineante, hizo que los pelos en la parte trasera de mi cuello se levantaran.

—¿Estudiantes de secundaria? —especuló ella.

Vee entrecerró los ojos.

—Quizás sí, quizás no. ¿Y tú eres...?

La rubia le dedicó una sonrisa.

—Dabria. —Sus ojos se clavaron en los míos—. Me enteré de la amnesia. Qué lástima.

Me atraganté con mi Cherry Coke.

Vee dijo.

—Me pareces familiar. Pero tu nombre no me suena conocido. —Frunció sus labios de modo evaluativo.

En respuesta, Dabria le lanzó una fría mirada a Vee, y así no más, todas las sospechas en la expresión de Vee se disiparon, dejándola tan en blanco como el agua tranquila.

—Nunca antes te he visto en mi vida. Esta es la primera vez que nos hemos visto —dijo Vee en un tono monótono.

Miré a Dabria.

—¿Podemos hablar? ¿A solas?

—Pensé que nunca lo preguntarías —contestó ella alegremente.

Me abrí camino hacia el pasillo que conducía a los baños. Cuando estuvimos fuera de la multitud, giré hacia Dabria.

—En primer lugar, dejar de hacer trucos con la mente mi mejor amiga. En segundo lugar, ¿qué estás haciendo aquí? Y en tercer lugar, eres mucho más bonita de lo que Patch me hizo creer. —Probablemente no era necesario decir en esa última parte, pero ahora que estaba a solas con Dabria, no estaba de humor para darle vueltas al asunto. Lo mejor era ir directo al punto.

Su boca se curvó en una sonrisa satisfecha.

—Y tú eres un poco más sencilla de lo que recuerdo.

De repente, deseé haberme puesto algo más sofisticado que unos pantalones vaqueros anchos, una camiseta con estampados, y un sombrero de estilo militar. Le dije:

—Él ha superado lo tuyo, sólo para que quede claro.

Dabria examinó su manicura antes de mirar hacia mí a través de sus inclinadas pestañas. Con un arrepentimiento inconfundible, dijo:

—Me gustaría poder decir que lo he superado a él.

¡Te lo dije! Pensé furiosamente hacia Patch.

—El amor no correspondido es una mierda —dijo simplemente—. ¿Él está aquí? —Dabria estiró su cuello para buscar entre la multitud.

—No. Pero estoy segura de que ya lo sabías, puesto que te has hecho cargo tu misma de acecharlo.

Algo travieso bailaba en sus ojos.

—¿Ah, sí? ¿Se dio cuenta?

—Es difícil no hacerlo cuando se ha hecho evidente que el propósito de tu vida es lanzarte sobre él.

El borde de su sonrisa se endureció.

—Para que lo sepas, si no fuera por la pluma que me pertenece y que Jev te mantiene escondida en sus pantalones, no me lo pensaría dos veces para arrastrarte afuera a la calle y darte un asiento de primera fila para un coche que se aproxime. Ahora Jev podría estar aquí por ti, pero no me relajaría. Él ha hecho bastantes enemigos en los últimos años, y no puedo decirte a cuántos de ellos les gustaría encadenarlo en el infierno. Tú no tratas a la gente de la manera en que él lo hace y duermes con ambos ojos cerrados —dijo, una advertencia cruel arrastrándose en su tono—. Si él quiere quedarse en la Tierra, no puede ser distraído por una... —su mirada me recorrió— chiquilla infantil. Él necesita un aliado. Alguien que pueda cuidar su espalda y ser útil para él.

—¿Y piensas que eres justamente la chica para ese trabajo? —me enfurecí.

—Creo que deberías concentrarte en tu propia especie. A Jev no le gusta estar amarrado. Una mirada a ti, y puedo decir que has tenido tus manos llenas con él.

—Ha cambiado —le dije—. No es la misma persona que era cuando lo conocí.

Su risa resonó en las paredes.

—No puedo decidir si tu ingenuidad es adorable, o si quiero darte un poco de sentido a golpes. Jev nunca va a cambiar, y no te ama. Te está utilizando para llegar a la Mano Negra. ¿Sabes qué tan alto es el precio por la cabeza Hank Millar? Millones. Jev quiere ese dinero tanto como siguiente ángel caído, quizás más, porque él puede utilizarlo para redimirse con sus enemigos, y créeme cuando digo que están pisándole los talones. Él tiene ventaja en el juego porque te tiene a ti, la heredera de la Mano Negra. Tú puedes acercarte a la Mano Negra de una manera con la que los ángeles caídos sólo pueden soñar. No me inmute.

—No te creo.

—Sé que quieres a la Mano Negra, cariño. Al igual que sé que quieres ser la que lo destruya. No es una tarea fácil, teniendo en cuenta que es un Nefilim, pero pretende por un minuto que es posible. ¿De verdad crees que Jev te entregará a Hank cuando puede entregárselo a las personas adecuadas y recibir un cheque de diez millones de dólares? Piensa en ello.

Con ese comentario, Dabria levantó astutamente una ceja y se incorporó a la multitud

Cuando volví a la barra, Vee dijo:

—No sé a ti, pero a mí no me gusta esa chica. Ella rivaliza con Marcie por el puesto número uno en mi medidor de detector de perras.

Ella es peor, pensé sombríamente. Mucho peor.

—Hablando de instintos, todavía no he tomado una decisión acerca de cómo me siento acerca de este Romeo en particular —dijo Vee, sentándose un poco más firme en el taburete.

Seguí su mirada, encontrando a Scott en la final de la misma. Un poco más de una cabeza más alto que la multitud, se abrió camino hacia nosotras. Su cabello castaño con líneas más claras abrazaba su cabeza como un gorro, y combina con unos pantalones vaqueros sucios y una ajustada camiseta, lucía en todos los aspectos como el bajista en una prometedora banda de rock.

—Viniste —dijo con un levantamiento en su boca, y me di cuenta de inmediato que estaba satisfecho.

—No me lo perdería por nada en el mundo —dije, tratando de quitar cualquier inquietud que sentía por la obstinada negativa de Scott acerca de mantenerse en la clandestinidad un poco más. Una breve mirada a su mano reveló que no se había quitado el anillo de la Mano Negra—. Scott, esta es mi mejor amiga, Vee Sky. No sé si ustedes se han conocido oficialmente.

Vee estrechó la mano de Scott y dijo:

—Estoy feliz de ver que hay al menos una persona en esta sala más alta que yo.

—Sí, obtuve mi altura del lado de mi papá —dijo Scott, claramente sin prisas por dar más detalles. Luego hacia mí—. Acerca del baile de Bienvenida. Voy a enviar una limusina a tu casa mañana a las nueve. El conductor te llevará al baile, y nos encontraremos allí. ¿Se supone que tengo que conseguir una de esas cosas de flores para tu muñeca? Se me olvido completamente eso.

—¿Ustedes dos van a ir al baile de Bienvenida juntos? —preguntó Vee, con las cejas arqueadas, los dedos apuntando entre nosotros de una manera perpleja.

Podría haberme pateado a mi misma por no recordarme decirle. En mi defensa, tenía muchas cosas en mi mente.

—Como amigos —le aseguré a Vee—. Si quieres venir, cuantos más mejor.

—Sí, pero ahora no tengo tiempo para comprar un vestido —dijo Vee, sonando realmente desanimada.

Pensando en mis pies, dije:

—La primera cosa que vamos a hacer mañana es ir a Silk Garden. Con tiempo de sobra. ¿No te gustó el vestido de lentejuelas moradas, el del maniquí? 

Scott apuntó con el pulgar por encima de su hombro. 

—Tengo que ir a calentar. Si pueden quedarse después del espectáculo, encuéntrense conmigo detrás del escenario y les daré un tour privado.

Vee y yo intercambiamos una mirada, y sabía que su estimación hacia Scott acababa de aumentar varios puntos. Yo, en cambio, rezaba para que él durara el tiempo suficiente para darnos un paseo. Disimuladamente moví alrededor mis ojos, tratando de buscar signos de Hank, sus hombres, o cualquier otra cosa problemática.

Serpentine apareció en el escenario, probando y afinando las diferentes guitarras y tambores. Scott subió al escenario con ellos, cambiando la correa de su guitarra de un lado a otro de sus hombros. Toco unas pocas notas con la guitarra, mordiendo con los dientes la pajuela de la guitarra mientras movía la cabeza siguiendo su propio ritmo. Mirando hacia los lados, encontré a Vee dando golpecitos con el pie siguiendo el ritmo.

Codeé su codo.

—¿Algo que quieras decirme?

Ella contuvo una sonrisa.

—Él es agradable.

—Pensé que estabas en desintoxicación de chicos.

Vee me codeó de vuelta, más fuerte.

—No seas una Debbie Downer .

—Sólo estoy dejando las cosas en claro.

—Si nos enamoramos, él podría escribirme baladas y esas cosas. Tienes que admitir, que no hay nada es más sexy que un chico que compone música.

—Sí, claro —le dije.

—Sí, claro, para ti misma.

En el escenario, un equipo del Devil's Handbag les ayudó a ajustar los micrófonos y amplificadores. Uno de los miembros del equipo estaba de rodillas, conectando los cables, mientras que hacia una pausa para limpiarse el sudor de su frente. Mis ojos se posaron en su brazo, y fui golpeada por un destello de reconocimiento tan fuerte que pareció como si me meciera. Tres palabras estaban tatuadas como un mantra en su antebrazo. FRÍO. DOLOR. DURO.

No sabía el significado de la combinación de esas palabras, pero sabía que las había visto antes. Un par de cortinas se apartaron, dejando al descubierto mi memoria el tiempo suficiente para recordar haber visto el tatuaje justo después de haber sido arrojada del Land Cruiser de Hank. FRÍO. DOLOR. DURO. No lo había recordado antes, pero ahora estaba segura. El hombre en el escenario había estado allí. Inmediatamente después del accidente. Él me había agarrado las muñecas mientras había caído en la inconsciencia, arrastrando mi cuerpo a través de la tierra. Tuvo que haber sido uno de los ángeles caídos viajando en El Camino.

Mientras llegaba a esta sorprendente conclusión, el ángel caído se sacudió las manos y saltó fuera del escenario, vagando por el perímetro de la multitud. Tuvo breves conversaciones con algunas personas, avanzando lentamente hacia la parte posterior de la habitación. De repente, se dirigió hacia el mismo pasillo donde Dabria y yo habíamos hablado.

Le hable a Vee al oído.

—Voy a corriendo al baño. Guárdame el lugar.

Bordeando la multitud, apretada en grupos de tres y cuatro personas alrededor de la barra, seguí al ángel caído por el pasillo. Se detuvo en el otro extremo del mismo, inclinándose ligeramente hacia adelante. Se movió, dejando al descubierto su perfil, sosteniendo un encendedor cerca del cigarrillo que equilibraba entre sus labios. Exhalando una columna de humo, salió al exterior.

Le di unos segundos de ventaja, y luego entreabrí la puerta y saqué la cabeza.

Un puñado de fumadores merodeaban en el callejón, pero a excepción de un simple movimiento de ojos, nadie me prestó atención. Salí completamente, en busca del ángel caído. Estaba a medio camino del callejón, caminando hacia la calle. Tal vez quería fumar solo, pero tenía la impresión de que se estaba yendo definitivamente.

Analice detalladamente mis opciones. Podría volver rápidamente dentro y conseguir la ayuda de Vee, pero no quería correr el riesgo de involucrarla si podía evitarlo. Podría llamar a Patch como refuerzo, pero si esperaba a que llegara, me arriesgaría a perder al ángel caído. O podría seguir el consejo de Patch e inmovilizar al ángel caído, tomando ventaja de las cicatrices de sus alas, y luego pedir refuerzos.

Decidí darle a Patch tanta información como pudiera y rezar para que se apresurara. Habíamos acordado reservar las llamadas y los mensajes de texto sólo para emergencias, no queriendo dejar ninguna evidencia no deseada por ahí que Hank pudiera encontrar. Si esto no constituía una emergencia, no sabía que lo hacía.

CALLEJÓN DETRÁS DEL DEVIL ́S HANDBAG, le escribí en un mensaje de texto rápidamente. VI AL ÁNGEL CAIDO DEL CHOQUE COCHE. APUNTARÉ A CICATRICES DE LAS ALAS.

Había una pala de nieve apoyada contra la puerta trasera de la tienda de reparación de calzado, y lo recogí sin pensar. No tenía un plan, pero si iba a inmovilizar al ángel caído, necesitaría un arma. Manteniendo una confiada distancia por detrás, lo seguí hasta el final del callejón. Giró hacia la calle, dando un golpecito a su cigarrillo en la cuneta, y marcó en su teléfono celular.

Oculta en la sombra, recogí pedacitos de su conversación.

—Terminé el trabajo. Él está aquí. Sí, estoy seguro de que es él.

Colgó y se rascó el cuello. Soltó un suspiro que sonó conflictivo. O tal vez resignado.

Aprovechando su tranquila contemplación, me deslicé por detrás de él y mecí la pala de lado al otro en un cruel barrido. Se estrelló en su espalda con más fuerza de la que nunca pensé que tenía, justo donde las cicatrices de sus ala deberían estar.

El ángel caído se tambaleó hacia delante, agarrándose una rodilla. Hice descender la pala por segunda vez con más confianza. Luego una tercera, una cuarta, una quinta vez. Sabiendo que no podía matarlo, le di un fuerte golpe en la cabeza.

Se tambaleó fuera de equilibrio, y luego cayó al suelo. Lo golpeé con mi zapato, pero estaba fuera de combate.

Pasos apresurados resonaron detrás de mí y me volteé, sin soltar la pala. Patch surgió de la oscuridad, sin aliento por correr. Miró entre el ángel caído y yo.

—Lo... tengo —dije, todavía impresionada de que hubiera sido tan fácil.

Patch removió suavemente la pala de mis manos y la dejó a un lado. Una débil sonrisa temblaba en sus labios.

—Ángel, este hombre no es un ángel caído.

Parpadeé.

—¿Qué?

Patch se agachó junto al hombre, tomó su camisa en sus manos, y desgarró la tela. Me quedé mirando la espalda del hombre, suave y musculosa. Y sin la cicatriz de las alas a la vista.

—Estaba segura —balbuceé—. Pensé que era él. Reconocí su tatuaje...

Patch miró hacia mí.

—Es un Nefilim.

¿Un Nefil? ¿Acababa de apalear a un Nefil hasta dejarlo inconsciente?

Volteando el cuerpo del Nefil, Patch le desabrochó la camisa, inspeccionando su torso. Al mismo tiempo, nuestra mirada se desplazó a la marca justo debajo de su clavícula. El puño cerrado era demasiado familiar.

—La marca de la Mano Negra —dije con asombro—. Los hombres que nos atacaron ese día, y que casi nos sacan de la carretera, eran los hombres de Hank? ¿Qué significaba eso? ¿Y cómo pudo Hank haber cometido tan serio error de juicio? Él había afirmado que eran ángeles caídos. Había sonado tan seguro...

—¿Estás segura de que este era uno de los hombres en El Camino? —preguntó Patch.

La rabia saltó dentro de mí cuando me di cuenta que había sido engañada.

—Oh, estoy segura.

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