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[Cicuta... O tal vez no]

Tarde en la noche, en un salón bien elaborado, con sillones de alta gama y muebles de madera de alta calidad, un candelabro colgaba en el techo. Se situaban dos individuos enfrente cada uno.

Uno vestía elegante. Disfrutaba de un té mientras escuchaba atentamente al otro individuo.

"La tarea ha sido un éxito, señor Clarius. Se ha insinuado de forma exitosa al descendiente Battlemman, Leonardo". Dijo el individuo de una forma abierta

"Señor Tres, ¿notó alguna actividad sospecha durante el proceso?". Preguntó Clarius con tacto.

"No, no lo hice en ningún momento; Pero eso es en sí la rareza. Aunque pertenezca a una familia de individuos de menor reputación y sea un hijo adoptivo, sigue siendo un miembro oficial de la Familia Battlemman". Dijo reflexionando Señor Tres.

"Si es como dices, es verdaderamente extraño. Ya que también existe su hermano menor, un individuo de gran talento nato; ¿No sería razón de especial atención? Especialmente en estos tiempos caóticos jeje". Finalizó con diversión Clarius.

"Tienes razón, pero las cartas ya están sobre la mesa. Es un hecho que no ha habido actividad sospechosa en el acto, y no tenemos poder sobre está cuestión. Simplemente queda confiar en la eficiencia de nuestro equipo". Finalizó con suficiencia el Señor Tres.

Clarius mientras consumía su infusión, observaba cautelosamente los movimientos del Señor Tres. Su lenguaje corporal era de suficiencia y confianza absoluta, manteniendo una posición abierta y sin cautela alguna.

Tenía que prestar especial atención en él, debido a la reputación de su organización. Aunque eran eficientes, solían remarcarse por sus políticas libertarias.

Él pertenecía a las filas mayores dentro de la organización, sólo inferior al vice-lider y al propio líder, una figura envuelta en misterio. A pesar de su edad, su talento y eficiencia le habían permitido tales logros. Temía que él atacará su figura débil, a pesar de ofender a la Familia Liu.

...

El vapor subía, una figura era levemente visible a través de ella. Era una bañera y el individuo era Leonardo.

El agua hervía, más el joven no sentía sensación alguna de ardor sobre su piel. Su mente estaba ocupada, opacando sensaciones corporales.

Había estado pensando durante los últimos tres días con recelo la propuesta del hombre desconocido. No creía su identidad revelada, ya que su propuesta involucraba la traición, un crimen condenado con el exterminio.

Especialmente porque involucraba a la monarquía, un concepto e ideal tejido con dedicación durante los últimos milenios en Athenas.

Cuando finalmente salió, en sus manos se mezclaban hebras de pelo. Se había tallado de forma violenta su cabello, al punto de edificar tal escena.

Sus pensamientos eran caóticos, sin base en la cual reposar. Similar a una cinta descompuesta, se intercalaba en recuerdos, ideales y el fin.

Había tomado una ducha con la intención de esclarecer sus pensamientos, pero no obtuvo un resultado fructuoso. Había decidido reposar su mente en silencio, para disfrutar de un almuerzo familiar.

No vio a su hermano menor por ningún lado, por lo que decidió ir en busca de su Madre. Probablemente se encontraba en la cocina, esperaba poder ayudarla en alguna tarea.

Pero en medio del camino fue interceptado por una figura. Un individuo grande, fortachón y una caracterizada barba. Era su Padre, quien a pesar de su figura atemorizante, llevaba una sonrisa en su rostro.

"Campeón, tanto tiempo. ¿Es difícil de sobrellevar la responsabilidad de un adulto? Jajajajaja". Rió fuertemente sosteniendo su barriga, el gran hombre.

Sus palabras eran debido a su nulo contacto durante las últimas semanas. El trabajo de su Padre era arduo, y sus horarios no coincidían.

Él observó atentamente la expresión de su Padre, una de orgullo y felicidad. Un paralelismo inverso gigante a comparación de su recuerdo, del día de la prueba de su hermano.

"Padre, no digas eso. Ya tendremos tiempo de calidad por compartir, junto al pequeño Guillermo". Expresó Leonardo.

"Por supuesto, un día de pesca se acerca. Ahora vé y pregunta a tu Madre si necesita ayuda en algo". Dijo el Padre mientras se retiraba al comedor.

"Sí, esa era mí intención original. Siéntate y descansa, Padre". Dijo Leonardo mientras seguía su camino original.

Está era su casa, con la cual estaba familiarizado durante más de una década. Había visto variadas escenas de sus padres, así como a su hermano correr indiscriminadamente.

En sus recuerdos, su Padre siempre fue caracterizado por un ánimo optimista. Llevando una sonrisa brillante en su rostro, sin flaquear. Pero un recuerdo rompía con este ideal utópico: Un día del año anterior, el calendario había abierto el evento trienal, la Prueba ancestral de la Familia Battlemman.

Su hermano menor, Guillermo, había participado. Su consciencia era leve, por lo que las expectativas reposaban sobre él y sus padres. Deseaba el éxito genuino de su hermano.

Y no fue desperdiciado, debido a que su hermano produjo ocho ondas en el artefacto antiguo. En el pasado, tal resultado sería el más alto de una generación; Era una sutileza propia de solamente los herederos... Pero existía una barrera inquebrantable, un resultado único, nombrado "Federick". Individuo que socavó la esperanza reunida en sus padres.

Luego del éxtasis, vino la realización. Con la realización, el recuerdo.

La siempre optimista expresión de su Padre, había cambiado. Intercambiada por una sutil, pero demoledora.

Sus ojos no eran propios de orgullo o alegría... Sino de decepción, una decepción aplastante.

Un golpe lo sacó inmediatamente de su imaginación. Su rodilla había chocado con un mueble. Pero esto no le importó, siguiendo su camino.

Finalmente vio como su Madre estaba revolviendo alimentos en una olla. Rápidamente se acercó a ella, tocando su hombro, le preguntó:

"Querida madre, ¿necesitas ayuda en algo?. Soy todo oídos, y toda herramienta". Dijo con una sonrisa.

"Oh, mi querido Leo, eres tan amoroso... Pero tan impuntual. Vete a buscar a tu hermano que ha salido a jugar, no necesito ayuda más que esa". Expresó de forma divertida la Madre.

Leonardo observó como el cucharón de su madre, obtenía peligrosamente una posición elevada a sus hombros, por lo que decidió salir rápidamente al exterior.

'Esa mujer es peligrosa...' Leonardo pensó con repelús.

Aunque sinceramente, le agradaba más esa faceta de su Madre, que su desconsolada figura. Ese día, ella había llorado a puerta abierta durante horas...

Al pensar ello, inmediatamente se revolvió el pelo. Su intención era silenciar sus caóticos pensamientos, pero proseguían apareciendo en su mente.

Rápidamente se concentró en encontrar a su hermano menor. Esperando que su figura sirviera de consuelo...

No fue una tarea de alta dificultad, debido a que Guillermo se encontraba en el patio.

Se acercó sigilosamente a él. Tenía la intención de asustarlo, pero antes que sus pensamientos se cumplieran, él ya lo había descubierto.

"Hermano, hermano, sostenerme". Dijo alegremente el infante mientras saltaba a los brazos de su hermano.

"¿Acaso robaste azúcar del almacén, enano?". Respondió Leonardo mientras lo agarraba en sus brazos.

Su hermano menor tenía cuatro años. Cachetón, con piel de bebé y dientes pequeños. Era carismático por naturaleza.

"No me gusta que me llamen enano..." Dijo Guillermo cruzado de brazos.

"Jaja, eso lo decido yo. Ahora ven, vamos adentro, el almuerzo ya estará listo". Dijo Leonardo divertido, mientras le daba dos tirones pequeños a su oreja.

Ese día, disfrutó de un almuerzo familiar.

...

En la tarde, Leonardo salió. Se estaba dirigiendo al local donde anteriormente se había encontrado con el señor Farías.

No habían llegado a ningún acuerdo de un reencuentro concreto, pero él tenía una misión por cumplir.

De nuevo se sentó en el mismo asiento que en su anterior visita, donde había compartido tiempo con el señor Farías. Luego de unos escasos minutos se acercó la camarera a pedir su pedido, quien después de una revisión rápida, decidió.

Estaba decidido a esperar una comida completa por él. Si fuera una acción infructuosa, volvería otro día. Pero a mitad de consumir su plato, entró un conocido hombre que se dirigió y se sentó con él.

"Eres más eficiente de lo que creía". Dijo Leonardo mientras utilizaba sus cubiertos.

"Por supuesto, estamos hablando del bienestar de un condado. Las acciones deben ser profesionales". Dijo con una sonrisa "Farías".

"Bien, vayamos al punto. Dime, ¿qué necesitas que haga?". Preguntó Leonardo mientras realizaba contacto visual.

"Tú también eres eficiente, Leonardo". Dijo con una risita.

"Simplemente necesitó que acoses a él, en el Palacio. Nuestra intención es crearle un trauma alrededor del Palacio". Dijo Farías con una mirada extraña.

Ante estás palabras, Leonardo quedó momentáneamente en blanco, luego confundido. Todos sus monólogos internos... Para eso.

"¿Estás bromeando?". Dijo Leonardo en blanco.

Farías entendió su desconcierto. Todo lo anterior había sido un gran show para que mordiera el anzuelo.

"Serás recompensado". Finalizó estoicamente Farías.

"Y probablemente esto aumente las posibilidades de tu hermano". Dijo Farías siendo directo.

Aunque aturdido, Leonardo decidió aceptarlo. Seguir con la treta, a pesar de su simpleza.

"Acaso, ¿ya no quieres escuchar mi reflexión?". Preguntó sonrientemente Farías.

"No, ya no, después de todo no eres un sabio. Aceptó así que me retiró". Dijo Leonardo levantándose.

Farías quedó momentáneamente aturdido, pero rápidamente lo alcanzó en la puerta del local, para entregarle una botella pequeña.

"Toma esto. Utiliza está loción durante el proceso". Dijo Farías mientras observaba la retirada de Leonardo.

...

Leonardo pasó los siguientes días preocupado. Aunque la tarea era simple involucraba al joven príncipe, por lo que igualmente temía.

El primer día estuvo nervioso. Sus manos temblaban y su corazón sufría de un rápido aumento de pulsaciones.

Pero finalmente no lo conoció. Aunque las visitas de Federick al Palacio de contaban por varias, eran eventuales. No sabía qué día podría realizar la treta.

Convencido con este pensamiento, se relajó. Pero no tuvo que esperar mucho, ya que al segundo día apareció frente suya la figura del joven pero alto, Príncipe heredero a la sabiduría.

Se habían encontrado en un pasillo de imprevisto. Afortunadamente él utilizaba diariamente la loción provista por el señor Farías.

Obtuvo una piel de gallina y sus manos empezaron a sudar, pero rápidamente calmó esos caóticos pensamientos con decisión, afinando su voz, preparado para la función.

"Joven Principe, ¿verdad?". Preguntó a tientas y sabiendas.

"Te confundes, soy el guardia de seguridad". Respondió Federick con un rostro nulo de emociones.

En ese momento, Leonardo confirmo la autenticación de su identidad.

"Joven Príncipe, esas bromas no son propias de la monarquía. Debe actuar con decencia y de forma refinada".

"¿Pero qué entendería de ello, un bárbaro como tú? Me ahogo en mí ilusión jajajaja". Parloteaba Leonardo.

"¿Así que tú eres mí antagonista? Uno bastante burdo... E irónico. Sin clase ni habilidad, estoy decepcionado". Parloteaba igualmente Federick.

"¿Antagonista? Simplemente trato de forjar un buen Príncipe acordé a nuestra gente. Pero con tu aptitud basura para la educación básica y modales, me parece una sincera pérdida de tiempo".

"Sí, una basura inservible. Redundante y vacío, sin ningún sentido. Estupido sutilmente, un logro para ti". Leonardo parloteaba sin parar, e incluso se atragantaba con su saliva.

Federick observaba este espectáculo con calma. Sin duda había tomado viagra para lograr tal logro de excitación... Tal vez tenía que ver con su apestoso olor.

Hasta que finalmente se cansó...

Con una mirada libre de emociones, cual pozo de siglos. De entre sus bolsillos sacó un recipiente pequeño, en su interior un líquido.

Lo observó por un segundo, finalmente poniéndolo a la altura del joven frente suya.

"¿Observas esto?". Preguntó impasible Federick.

Los ojos de Leonardo habían perdido el foco. Durante los últimos minutos se había sentido entumecido, con un efecto de confundes retroalimentativo.

Observó al joven frente a él. Había perdido su característica infantilidad.

Su mente estaba pérdida, sufría de alucinaciones...

Su mecanismo mental se había oxidado, al punto de folisisarze.

Entumecido, escuchó una voz.

"Ven, toma esto".

No tenía sentido, todos sus nervios habían desaparecido. Como la acción de un titiritero y su títere, se movió sin voluntad.

Se acercó a esa figura desconocida. No tenía la conciencia para identificar o recordar.

Simplemente lo tomó y cumplió con lo que pedían los susurros...

"Tómalo".

Un frasco del líquido utilizado por Federick, por una piedra de poder.

Negocios, no familia.

¡Gracias!

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