Las alas de Anastasia se estiraron detrás de ella, las oscuras nubes grises daban un aire ominoso a su alrededor. Un resplandor mágico blanco danzaba alrededor de ellas mientras la tormenta giraba encima. Unos pocos aleteos retumbaron y de repente se disparó en el aire. Se mantuvo suspendida a unos metros del suelo y continuó allí con las alas aún aleteando encerradas en las luces plateadas de su magia.
—¡Anastasia! —la llamó Íleo. Quería que ella saliera de eso. La magia le consumía la energía al punto de que podría perder el conocimiento. Tenía que obligarla a retirar su magia.
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