—Cuando habían partido de la manada Whiteclaw, Olivia nunca había imaginado, ni se había atrevido a imaginar, que cabalgaría con Kaizan —dijo ella—. De hecho, mantenía su distancia. Sin embargo, ahora estaba cabalgando con él. Quedaba muy poco espacio entre ellos. El constante rodar del paso del caballo la hacía acercarse más y más a él, pero cada vez que tocaba su pecho, se enderezaba para adoptar una posición más recta.
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