—En cuanto Iona tomó sus cuernos, Rolfe siseó y su demonio quería perder el control. Su mente estaba en frenesí. Ella frotó sus cuernos y un escalofrío recorrió su cuerpo. Una vez que los frotó, los agarró fuertemente y susurró: Tómame demonio.
—Con el poco control que le quedaba de su forma humana, dijo con voz ronca: Quiero ir despacio —temo lastimarte.
—¡Y yo quiero que seas brusco, Rolfy! —exigió ella—. Lo anhelaba con tantas ganas. Él la había atado y elevado su anticipación al máximo. No podía ser tierno.
—Él tragó saliva. Su mujer quería que fuera brusco, justo como su demonio fantaseaba. Ella estaba desnuda, mojada y debajo de él. Él quería follarla hasta perder el sentido: ¿Qué hago? —dijo, sin saber si sucumbir a su demonio porque si él salía, seguro que se lanzaría dentro de ella sin pensarlo.
—Iona lo anhelaba tanto que el dolor que sintió cuando él la penetró fue fugaz. Tomó la forma de placer, y allí estaba él—todavía dentro de ella, temiendo lastimarla:
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