—Anastasia se sintió mucho mejor cuando esa tranquila sensación de seguridad rodeó su mente. Ahora sabía que era su esposo. Él podría haber entrado en su mente para leer sus pensamientos, pero nunca invadía su privacidad. Ella levantó su cabeza y presionó el requerido beso del momento. Sus ojos dorados penetraron en los de ella, azules como zafiros, y él exhaló un cálido aliento mientras el alivio surcaba su cuerpo. Se deslizó a su lado y descansó su cabeza en el regazo de ella.
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