—Podría ser. Pero, ¿dónde la buscamos? —preguntó, exasperado. Escaneó el lugar que los rodeaba. Aguas grises y opacas los circundaban. El hedor a sangre y carne podrida llenaba sus narices. Los peces habían reanudado su natación como si nada hubiera pasado. Íleo se sorprendió de la débil seguridad de Rhys. Esperaba que sus propias serpientes se deslizaran por el perímetro para protección.
Su madre le había dicho con razón acerca de Rhys: no era un gobernante muy astuto. Gobernaba con fuerza bruta, pero sin inteligencia. A medida que avanzaban, el lugar parecía desolado. ¿Dónde demonios estaban todos los cambiaformas de serpiente? ¿O era que nadie visitaba su reino y por eso la protección era tan débil? Y si era así, ¿cómo es que su madre no había podido encontrar a Iona? Este era uno de los lugares a los que había enviado a su gente. Las cosas eran tan extrañas que lo confundían.
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