—¿Sabes de alguien más que practique la magia nigromante en Draoidh? —preguntó Seraph mientras flotaba hacia la entrada de la cabaña y miraba más allá hacia el bosque. Los Diumbe acechaban en el exterior.
—Solo conocía a Circe, Maestro —respondió Iona.
—Hmm... —dijo. La puerta de la cabaña se abrió por sí sola y él salió diciendo, —Volveré pronto.
Iona lo observó salir de la cabaña e integrarse con la oscuridad.
A medida que Seraph caminaba hacia el oscuro bosque, recordaba el día en que se casó con Etaya. Fue un día tan hermoso. No podía creer su suerte de que una princesa de las hadas lo hubiera elegido a él, un demonio, una sangre del azote. Estaba tan orgulloso de ella. Había huido de su reino para estar con él.
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