Haldir miró a Ilyana, impactado como el infierno, mientras un color pálido barría sus mejillas.
—Esto es con lo que te has casado —espetó Ilyana—. La bruja con la que te has casado quiere rechazarte por nuestras costumbres y tradiciones. Por el hecho de que ahora es parte del reino de Evindal. ¿No le dijiste lo que significaba ser de la realeza? ¿No tiene columna?
El corazón de Haldir se congeló ante la forma en que Ilyana replicó. Pensó que había olvidado respirar. Observó cómo Ilyana giraba sobre sus talones y se alejaba pisando fuerte por el callejón, su vestido amarillo ondeando contra sus tobillos. Su garganta se secó mientras sus pensamientos se dispersaban. Lentamente, se volvió a mirar la puerta de su alcoba y, con el corazón pesado, caminó hacia dentro de su habitación.
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