—¿Por qué llamaste, querida? —preguntó Hilda, intentando mantenerse a pesar de las obvias dificultades que tenía para hablar más fuerte.
Erin sonrió mientras seguía mirando fijamente a su hermana. Vio cómo gotas de sudor brillaban en la frente de Kate, y cada vez que Erin separaba los labios para hablar, Kate se estremecía y su cuerpo se tensaba.
—Esto tiene que ver con Kate, mamá —gritó Erin mientras trataba de ganarse la simpatía de su madre.
Kate alcanzó la muñeca de Erin, la agarró con mucha fuerza mientras sacudía la cabeza. Kate sintió que su mundo se derrumbaría con una sola frase de Erin. Una frase sería suficiente para matar a su madre.
Erin estaba satisfecha, disfrutaba tormentando a su hermana. Pero no pararía hasta que Kate le diera una nueva tarjeta de crédito.
—¿Kate? ¿Qué sucede? ¿Hizo algo? ¿Te... te golpeó de nuevo? —preguntó Hilda.
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