webnovel

Mundos

Notando que Abel parecía estar lo suficientemente tranquilo como para no salir corriendo por la ventana de forma abrupta, Martin acomodo su espalda contra las paredes de la habitacion y comenzo a explicar la situacion:

—Todo se resume en un concepto: estás maldito. A partir de ahí puedes preguntarte que provoca la maldición que sufres y la respuesta es tan sencilla como que puedes ingresar a este mundo. Y luego debes entender que este mundo, varía en función de cada persona, pero siempre se cumple que este otro mundo refleja lo peor de nosotros mismos…

—¿Y la puerta a este mundo es Golden Valley?—Preguntó Abel siguiendo la corriente de la idea del joven.

—Si, la entrada es dormir en el pueblo una noche estando maldito—Respondió Martin algo sorprendido de que el hombre desconfiado no se pusiera a discutirle la idea.

—Entiendo, pero hay algo que no comprendo: ¿por qué habiendo tantos visitantes en este pueblo , justo yo tuve que quedarme maldito?, ¿es decir por qué estoy maldito?, ¿es por mis supuestos malos actos?—Preguntó Abel continuando la pregunta lógica que derribaba en esta maldición.

—No, para entrar por la puerta hay que tocarla y luego tienen que abrirla, solo la abren si estás invitado a este lugar y para ello deben darte una invitación, sino nunca podras entrar—Respondió Martin con calma.

—¿La carta es la invitación?, es decir lo que reciben la carta son los que deben venir a este lugar a sufrir por sus malos actos en esta especie de purgatorio?, a ti también te mandaron la carta que te pedía que visitaras esta mansión?—Preguntó Abel rápidamente, comprendiendo que tal vez esta persona había sufrido la misma desdicha que él, o algo incluso peor y por tanto había terminado perdiendo la cabeza—

Más que reveladora, la respuesta de Abel terminó causando que el joven se largara a reír histéricamente y luego con una sonrisa muy marcada comenta entre risas:

—¿Sufrir?, jajaja, no, claro que no, esto no es un lugar donde vienes a pagar por tus pecados, te estas confundiendo más de la cuenta, amigo. Este no es un purgatorio, este es un lugar a donde vienes a disfrutar de tus pecados: ¡Golden Valley no son las puertas del infierno, son las puertas del mismísimo cielo!

—No me parece que ese hombre gordo y perturbador se parezca a un ángel…—Criticó Abel, sin poder disimular estar de acuerdo con esta parte de la idea.

—Recuerda que te dije que los malditos tienen la opción de entrar a este lugar, no la obligación, si de verdad no quisieras estar acá podrás nunca haber venido. Por lo tanto en este pueblo hay algo que buscas desesperadamente como para que esa criatura con la que te encontraste se tornara en algo que desearás sufrir para obtener lo que buscas. Por lo demás para que te inviten a este pueblo no hace falta ninguna carta y no sé a qué carta te refieres, de todas formas por desgracia no se como es que obtienes la maldición, pero estoy seguro que no fue por recibir ninguna carta.

—Veo que no siempre mandaban cartas…—Murmuró Abel recordando que a él también lo habían engañado con una llamada muy realista para su gusto—Siguiendo tu idea, si puedo entrar a este pueblo cuando quiera, también puede salir de él cuando quiera?

—Claro, salir de este pueblo es incluso más fácil que entrar, solo necesitas un papel, un lapiz y un alma que condenar—Respondió Martin con una sonrisa irónica.

—¿Cómo obtener un alma que condenar?, por eso ese lunático me buscaba tan desesperadamente?—Preguntó Abel rápidamente.

—No, en este mundo hay tres tipos de personas, dos de ellas existen en la realidad y la otra solo existe en tu mundo, entre las que existen en la realidad están los protagonistas y los secundarios, mientras que las personas que existen en este mundo son los que enriquecen la trama de la historia—Comentó Martin con calma y de forma algo rebuscada—El lunático era alguien de tu mundo, tu eres el protagonista y el alma a condenar es el secundario, y como protagonista siempre puedes llamar al protagonistas que desees, solo escribe su nombre y él vendrá a jugar contigo. Así lo condenas a su infierno y vives tu paraíso, cumpliendo tu meta y volviéndo a la cómoda y reconfortante realidad, sin que nunca nadie pueda enterarse de que tu fuiste el responsable o el culpable de la muerte de esta otra persona.

—Pero si puedo a elegir a cualquier persona, entonces no sería lógico que la gente notase que personas sumamente influyente desaparecen tras venir a este pueblo—Preguntó Abel entendiendo que si traía a un acto famoso o una estrella de música a este pueblo, sería raro que nadie se enterara de que las cosas andan mal.

—Los personajes secundarios generalmente son asesinados, desaparecen o sufren accidentes en la vida real y terminan en este pueblo, solo los protagonistas tienen que venir al pueblo para entrar por la puerta principal—Respondió Martin explicando el motivo por el cual su retorcida idea acerca de cómo funcionaba este supuesto otro mundo podría funcionar.

—Si eso es lo que ocurre entonces tiene sentido que no los atrapen nunca, pero sigo sin comprender por que alguien vendría a este lugar a cruzarse con lunáticos, acaso vale la pena arriesgar tu vida para lograr satisfacer algunos fetiches oscuros y macabros?—Preguntó Abel racionalmente.

—Pero por supuesto que lo vale, por algo estás acá. Y siguiendo mi lógica deberías preguntarte qué es lo que buscas satisfacer en este sitio y por qué es realmente qué decidiste volver a este pueblo fantasma, pero por desgracia no lo recuerdas y tampoco crees en mis palabras para preguntarte eso—Comento Martin

—Busco a mi hija, la viste por este mundo?—Preguntó Abel

—No y como creí haberte dicho prefirió no saber que buscas o qué haces en tu vida, o menos aún como ves este otro mundo. Pero de todas formas estoy seguro de que no buscas eso, como te dije antes nadie termina acá como protagonista siendo una buena persona y no creo que buscar a tu hija te convierta en una mala persona, o tal vez si, depende que tan quemada esté tu mente…—Respondió Martín quedándose en silencio un buen tiempo después de terminar de hablar.

—Algo más que quieras decirme o ya puedo irme?—preguntó Abel con calma.

—Ya puedes irte, pero si te vas por esa ventana no podrás salir del pueblo, ya que te dije que esa no era la forma de salir de este lugar, por lo demás me dijiste que te diera esto la última vez que nos conocimos unos anos atras—Comento el joven poniendo su mano en el bolsillo y tirándole a Abel una hoja de papel arrugada desde la distancia, buscando no asustarlo más de la cuenta.