El mensaje escrito en el papel arrugado decía lo siguiente:
"Querido Abel Neumann:
Ha pasado mucho tiempo y sin lugar a duda deben ser muchas las preguntas que debes querer realizarme y más aún son las preguntas que deben surgirte luego de leer esta carta. Lo cierto es que no tengo las respuestas de dichas preguntas, pero conozco el sitio a donde puedes encontrarlas.
Ven a buscarme en Golden Valley, en la mansión de los Fischer.
Espero que podamos volver a encontrarnos pronto.
........"
pd:Ah estas alturas supongo que finalmente comprenderás que algo anda mal en este pueblo y no tengo dudas que pensarás que te adentras al infierno, y por desgracia me temo que tan equivocado no estás. Sin embargo, es el infierno en donde se encuentran las respuestas que yo busco y dichas verdades son las mismas que tu buscas, por lo que espero que explores este lugar y así puedas recordar el pasado que yo mismo me he olvidado. De no querer descubrirlo márchate del pueblo, Abel. Solo tienes que rellenar la dedicatoria de la carta con el nombre de la persona que desees condenar en tu lugar y podrás recomenzar tu vida nuevamente. Solo recuerda que como el tiempo te bendice haciéndote olvidar lo que viviste a este lugar, también será el tiempo el que te termine condenando a volver a este lugar para buscar lo que algún día olvidamos de nosotros mismos.
Abel leyó el mensaje con atención perdiéndose entre sus palabras la suficiente cantidad de tiempo como para que la caja de música se detuviera y la mansión nuevamente adquiriera su sobrenatural silencio.
Sintiendo la falta del ruido, Abel salio de trance y murmuro en voz baja:
—Si realmente existiera este otro mundo, y no fuera todo un plan de estos desgraciados para hacerme perder la cabeza, a quien condeno para escaparme de esto?...
Abel comprende que realmente si toda la historia fuera cierta, entonces tendría sentido preguntarse por qué estaba en este lugar, en definitiva según recordaba Abel todos los protagonistas de la historias del asesino Klein eran sin lugar a dudas unos hijos de puta, entonces si Abel también había sido protagonista de esta serie de dibujos, es porque indudablemente también era un sujeto desagradable y amoral.
Pese a ello, lo cierto es que Abel aun se veía a sí mismo como una buena persona, arrastrada a una situación para nada buena y teniendo que afrontarla con las herramientas que tenía al frente para escapar con vida. Por lo que incluso habiendo prendido fuego al hombre gordo no lo conviritó en un asesino despiadado, ni mucho menos en alguien malvado, ya que al igual que un militar o un policía Abel en su mente sentía que se había visto obligado a defender y proteger su vida, lamentablemente sacandole la vida a otra persona en el proceso.
Pero incluso si el viudo viera esa acción como algo aborrecible, aun estaba el hecho de que si realmente él no se encontrara en el mundo real, entonces Abel podía pensar que no había matado a un ser humano y en su lugar había matado a una bestia demoníaca que buscaba matarlo, y bajo esas circunstancias prácticamente no hay humanos en la tierra que se arrepintiera de matar a un demonio que los perseguía a muerte sin provocación alguna.
Por toda esa cadena de razonamiento es Abel ni si le había pasado por la cabeza el quedarse a explorar este sitio de mierda si realmente se tratase del infierno, aunque había también un problema que si lo estaba incomodando lo suficiente como para comentarlo en voz alta:
—Si es cierto que este lugar existe, entonces Clara podría estar metida acá dentro, pero es una tontería de la gran puta pensar así, Abel. Yo nunca me atrevería a pensar en mandar a mi hija a semejante lugar de mierda para salvarme a mí misma, tampoco a ninguna de mis dos esposas… está mal esto, hay algo mal acá que no cierra y no puedo perder la cabeza y explorar este lugar buscando la nada misma, solo para terminar como este pobre chico con la cabeza empalada por una trampa de mierda.
Abel le dio unos cuantos vistazos al hombre empalado, notando que el cadáver a unos metros de él era tan realista que su olor a muerte le inunda la fosas nasales constantemente, por lo que no había ningún motivo como para dudar del mismo.