La anterior vez Abel no había querido usar el mapa dado que el único camino que figuraba hacia la mansión fisher era el del sendero principal, es decir el camino que dirigía desde el pueblo hasta la entrada de la mansión. Sin embargo la anterior vez Abel no tenía punto de referencia alguno como para guiarse con el el mapa ya que no sabía exactamente cual de todos los senderos posibles estaba recorriendo, sin embargo esta vez partía desde la tranquera que daba entrada a la mansión por lo cual el mapa podía ser de gran utilidad.
Abel tomó el papel finamente doblado y desplegando el mismo comprobó como era el boceto del camino que debía recorrer, ciertamente la comprobación era mas una manera de sacarse el miedo a perderse como ocurrió cuando se dirigía al estacionamiento que una necesidad, puesto que este sendero estaba demasiado marcado en el camino como para perderselo y era una linia recta con curvas muy poco pronunciadas, lo unico incomodo era que aun el terreno era montañoso por lo que había que poner algo de fuerza estra en las subidas y tener cuidao de no resbalarse en las bajadas del camino.
Comprobando que no había un solo cruza y intercesión en donde podría perderse, Abel volvió a guardar el mapa y con paso firme y bastante apresurado, comenzó alejarse de la mansión para dirigirse al pueblo.
La idea del hombre actualmente era pasar por el medio del pueblo para así evitar volver a perderse entre la niebla, en primer lugar la multa por los destrozos ya no le importaban en absoluto al viudo debió al macabro giro que había tomado la historia y en segundo lugar su cabeza en estos momentos estaba más concentrada en la posibilidad de que su hija realmente estuviera con vida en este "otro" mundo. Había otro asesino y otro superviviente, por lo que con nuevas pruebas había nuevas posibilidades y para el desesperado corazón de Abel esas posibilidades por más minúsculas que fueran no podían dejarse pasar por alto.
Fue de tal forma que Abel comenzó a recorrer el sendero hasta que finalmente llegó hasta aproximadamente la mitad el camino, al lograrlo Abel se detuvo y saco su celular, ya estaba lo suficientemente lejos de la mansión como para haber perdido al asesino con casi 100 por ciento de certeza, por lo que había llegado el momento de pedir ayuda a la comisaria mas cercana, la cual estaba a bastante horas de distancia y probablemente Abel llegaría al estacionamiento antes de que los policías arriban al pueblo.
Tomando el celular de su bolsillo, Abel desbloqueo la pantalla y vio un sólido 15% de batería restante, esta cantidad de batería era muy poca para muchas cosas, pero en estas condiciones era lo suficiente como para hablar por un buen tiempo con la policía.
Tras marcar el número de teléfono de la policía, Abel espero a que alguien lo atendiera del otro lado, no obstante parece ser que la policía rural no estaba tan acostumbrada a recibir llamadas que interrumpieron su pacífica vida de pueblo, por lo que la policía se estaban tardando en contestar.
Si bien nadie estaba atendiendo la llamada aún se lograba escuchar la música que está comisaría había puesto para llamadas en espera de ser atendidas, por lo cual Abel sabía que tarde o temprano alguien lo atendería, no obstante la elección de esta música era bastante rara, puesto que era una música clásica, con un tono lento, monótono y melancólico.
—A quien se le habrá ocurrido poner musica tan depresiva en los tiempos de espera para que lo atienda la policía…—Comentó Abel bajando un poco el volumen del celular, temeroso de que la música se escuchara demasiado alto y anula la protección dada por el manto espeso y blanco de la neblina.
Aproximadamente 15 minutos pasaron de este modo y pese a que la canción aún no se había repetido una sola vez, el viudo estaba comienzan a impacientarse y se había sentado en una roca grande cercana al sendero aprovechando la oportunidad para descansar sus cansadas piernas en este para nada cómodo asiento improvisado.
—Se están tardando bastante en atenderme…—Se quejo Abel mirando la niebla que lo rodeaba con desconfianza—Considerando la hora en la que estoy llamando me imagino que habrá a lo mucho dos personas despiertas en la comisaría del pueblo cercano, pero tendrán justo dos llamadas entrantes a estas horas de la mañana?
Se preguntó Abel sintiéndose irritado, ciertamente llamar a la policía y que no lo atendiera nadie era incómodo para cualquiera, sobre todo porque cuando se llamaba este número no era para tener una charla casual. Pese a ello Abel se alegró de que al menos pudiera realizar la llamada, lo cual en principio había sido una duda, puesto que cobertura a internet no había.
Otros 5 minutos pasaron y la canción en la sala de espera estaba por acabarse, fue justo cuando el silencio del sendero en el valle impuso su presencia que un policía del otro lado atendió la llamada:
—¿Hola?, mucho gusto, ¿Quién está llamando?,