Si bien la carta en el piso tenía un color amarillento dándole un aspecto antiguo, aún estaba en perfectas condiciones, por lo que era bastante llamativa. Como buen hombre que era, a Abel nunca se le cruzaría por la cabeza tomar las cosas dejadas por otras personas en el cementerio, pese a ello en la parte frontal de esta inusual carta estaba escrito con letra grande:
"Para Abel Neumann".
—¿Qué hace mi nombre escrito en esta carta?...—Murmuró Abel con aturdimiento, mientras se agachaba y agarraba el sobre en el suelo.
Abel tomó la carta del suelo y con cuidado la abrió para ver su contenido:
"Querido Abel Neumann:
Ha pasado mucho tiempo y sin lugar a duda deben ser muchas las preguntas que debes querer realizarme y más aún son las preguntas que deben surgirte luego de leer esta carta. Lo cierto es que no tengo las respuestas de dichas preguntas, pero conozco el sitio a donde puedes encontrarlas.
Ven a buscarme en Golden Valley, en la mansión de los Fischer.
Espero que podamos volver a encontrarnos pronto.
Con cariño se despide tu amada esposa, Ana Weber"
Abel leyó la firma de la carta con sudor en el rostro y con las manos temblorosas.
—Sin dudas esta es la letra de Ana...—Murmuró Abel en voz muy baja, tocando los dos anillos de oro que había en su dedo anular, como buscando acordarse de la cruel verdad—Pero eso es imposible...
Abel se quedó un rato tocando sus anillos de oro, mientras releía la carta, hasta que reaccionó y levantó la cabeza para mirar la tumba de su esposa.
La tumba solo tenía un número de identificación justo en el medio de la chapa de metal, por lo que sería bastante complicado dejarle a Abel esta broma de mal gusto, dado que el número de identificación era asignado por el cementerio y no indicaba ninguna pista acerca del nombre de la persona en la tumba. Además de ello, incluso sabiendo que esta tumba pertenecía a Ana Weber, aún no había ninguna pista de que el viudo se llamara Abel Neumann.
No obstante, alguien que contará con los registros del cementerio podría saber toda esa información; por ejemplo: el guardia de la puerta. Sin embargo, era imposible replicar la letra de su esposa y mucho menos el simbolismo que guardaba el contenido de la carta.
—Golden Valley...—Murmuró Abel con tristeza y preocupación—De verdad no quiero volver a ese lugar...
Abel puso su mano en la chapa identificatoria de la tumba de su esposa y sintió el frío tacto del metal invadiendo su cuerpo; realmente en estos momentos el viudo estaba tentando a abrir la puerta de metal para ver si había un cadáver dentro de la tumba.
Pero los dos anillos de matrimonio en su dedo anular, le recordaban a Abel que hace mucho había visto el cadáver que yacía tras esta puerta de metal. Y ningún hombre que se llamara a si mismo cuerdo procedería a profanar la tumba de su esposa por una broma de mal gusto solo para terminar viendo el rostro de un cadáver en mal estado detrás de esta puerta de metal.
Con amargura, Abel guardó la carta amarillenta en uno de los bolsillos de su traje y del mismo bolsillo sacó un llavero de plata con la cruz de san benito grabado en él. En el llavero únicamente había dos llaves, siendo una claramente muy vieja, mientras que la otra era más moderna.
Mirando la llave moderna por un tiempo, Abel guardo el llavero y volvió a mirar la tumba de su esposa mientras decía en voz baja:
—Adiós, Ana. Espero que dios te proteja y evite que algún idiota ataque tu tumba como le ocurrió a tus vecinos…
Tras finalizar su visita, Abel se dio la vuelta y comenzó a dirigirse con aturdimiento hacia la salida del cementerio.