Aunque solo era un matrimonio por conveniencia, Amelie Ashford era la esposa perfecta en todos los aspectos. Era inteligente, obediente y bien respetada. Era amable con todos y devota de su esposo. Y estaba perfectamente contenta de pasar el resto de su vida así, aunque constantemente la acosaran con la idea de quedar embarazada. Eso fue hasta que su esposo entró en su casa con una amante a su lado y eventualmente exigió el divorcio. —Muy bien —dijo Amelie con calma—, te divorciaré. Los ojos de Ricardo brillaron al escuchar a su esposa pronunciar esas palabras. Sin embargo, para su sorpresa, ella no había terminado. —Pero no te sorprendas cuando recibas una invitación a mi próxima boda. Para sorpresa de todos, Amelie de hecho se casó de nuevo, ¡y con un hombre más joven y, como resultó, más rico! Y se aseguró de que su exmarido se diera cuenta de lo que significaba perder el apoyo de una mujer como ella. _____ —Me criaron para ser la esposa perfecta de la clase alta, educada para sobresalir y permanecer alerta. Todo lo que sabía era cómo fingir una sonrisa, leer y trabajar duro para asegurarme de que nadie se atreviera a menospreciar a mi familia. Pero al final, eso fue exactamente lo que me hizo aburrida y sosa. Entonces, ¿por qué cuando mi marido decidió divorciarme, Liam se enamoró de mí en su lugar? Importante: FL no es una Mary Sue. El divorcio ocurre en la segunda parte de la novela así que cuídate la presión arterial.
Amelie observaba cómo la bañera se llenaba de agua, el vapor caliente llenaba rápidamente el tranquilo baño junto al agradable aroma de los aceites y sales de baño mezclados en una armonía calmante que envolvía su cuerpo como un chal invisible y reconfortante.
Se sentó en el agua caliente y relajante, apoyándose cuidadosamente en la parte redonda de la bañera blanca, y aunque su cuerpo finalmente había comenzado a relajarse, su mente estaba lejos de obtener algún descanso.
Cada vez que cerraba los ojos, veía la misma imagen que parecía tener secuestrado a su cerebro con su letal agarre mientras hacía latir su acelerado corazón fuertemente contra su caja torácica.
—Se veía... impresionante —murmuró para sí misma.
Amelie sentía cómo la sangre caliente subía de nuevo a su rostro y no era culpa del agua del baño. Tenía que abofetearse varias veces para deshacerse de esos inquietantes pensamientos, pero ay, era imposible.
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