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¿Consuelo?

Pasaron unos días desde entonces.

No encontraba nada más sobre Sergei y tampoco podía volver a invitar a nadie. Me sentía más sola que nunca porque aquellos pensamientos intrusivos sobre lo que había dicho Denira me carcomían la cabeza.

Ray no encontraba nada. No encontraban al detective y parecía ser que había desaparecido del lugar. Y encima del resto, me daba miedo seguir buscando.

Quizás Denira tenía razón de que solo estaba siendo paranoica. Los rumores podían no ser ciertos, pero yo sabía que lo mío era verdad. Era egoísta con mis deseos.

Mi debilidad seguía y ya me estaba cansando de eso. La fiebre no se iba, y al contrario parecía aumentar con los días. No sé qué es lo que estaba sucediendo respecto a mi salud, pero últimamente estaba pensando mucho en el taur.

No por las razones equivocadas de antes con mi extraña atracción, sino porque Denira lo había mencionado y decidí rastrear el origen de mi enfermedad, y todo había empezado con la interacción con él. Quizás me había contagiado de algo y yo no sabía. Y tampoco podía decirle eso a mis padres o al médico, pues era evidente el resultado.

Tenía que resolverlo por mi cuenta y a pesar de mi cansancio al caminar, me animé a hacerlo una noche de luna llena. Estaba preciosa en el cielo, y era lo único que necesitaba para iluminar mis pasos.

Ya había pasado un tiempo desde que había estado en la enfermería, así que dudaba mucho que estuviera ahí todavía. En cambio, fui directamente a la mazmorra.

Habría sido difícil volver a entrar si no supiera de antemano los horarios de los guardias, además de que me había enterado después de que habían cambiado las personas que vigilaban. Al parecer mi impulsividad al despedir al capitán había generado un cambio grande entre los guardias. Para bien o para mal, no lo sabía, pero significaba que aún podía volver a convencer a los guardias de entrar sin que estuvieran al tanto que no estaba permitido para mí.

Al estar a las puertas del subterráneo, a mí sorpresa los guardias solo se me quedaron viendo un momento y acto seguido bajaron las cabezas sin decir nada.

Oh, supongo que aún no sabían los detalles de las reglas de ahí. Mejor para mí.

—Ni una palabra a nadie, ¿Entendido? —Dije solo para asegurarme de ello. No es como que no supieran que si estaba ahí a media noche, no era para hacer cosas "buenas".

—Por supuesto, milady... Después de todo, gracias a usted obtuvimos el ascenso. Y si nos permite, le agradecemos que haya sacado al excapitán. —Me dieron otra gran reverencia, a lo que elevé las cejas con genuina sorpresa. ¿De verdad era alguien que nadie quería? Bueno, si eso me ganaba puntos extras con estos hombres, quien era yo para rechazar dicho agradecimiento.

Entré sin problemas después de eso, avanzando directamente a las celdas donde yo sabía que estaría aquel esclavo.

Cada paso que daba, sin embargo, me estaba costando mucho trabajo. Mi fiebre parecia empeorar después de haber estado demasiado tiempo parada y fuera de cama.

Cuando llegué al final, me sorprendió ver que aún seguía ahí uno de los esclavos que habían llegado con el de ojos dorados. El que me había hablado la primera vez, al que había apodado la rata.

—¿La princesita volvió? Jejeje, ¿Quién lo diría? ¿Vienes a que te llene la...?

Iba a ignorarlo, pero antes de que pudiera terminar la asquerosidad que iba a decir, me sorprendió escuchar la profunda voz del hombre al que venía a ver.

—Cierra el puto hocico, Drax.

Drax. Así que ese era su nombre. Lamentablemente, aún no sabía el que de verdad me causaba interés. Me sorprendía que ya tenía mucho tiempo sin saberlo, y aún así seguía regresando a él por alguna razón u otra.

Ignorando ahora sí efectivamente a Drax, mis ojos fueron directamente al taur que ahora me veía con esos ojos que parecían oro derretido. Y claro, sentía que la que se derretía era yo. No podía evitarlo e inconscientemente apreté las piernas, pero esta vez me sentí más controlada después de pensar en lo sucedido con Sergei.

—¿Qué me hiciste? —Pregunté sin pensar. No me había planteado muy bien las cosas que le iba a preguntar. Honestamente todo eso fue un poco impulsivo de mi parte. —¿Tienen algo que enferma a los humanos?

Apenas terminé de hablar, parecía bastante idiota de mi parte asumir que iban a responderme. ¿Por qué lo harían? Un humano menos era beneficioso para ellos. No tenían ninguna responsabilidad para salvar a uno.

Fruncí las cejas, pensando en la perdida de tiempo que había sido esto...

—¿Enferma? —Drax se soltó a reír histérico, pegando la cara contra los barrotes para verme atraves de ellos. De nuevo interrumpía, pero al menos ahora no me importaba. —Niña idiota, ¿Crees que si enfermaramos a los asquerosos humanos habríamos perdido la guerra? La habríamos ganado hace mucho...

—¡DRAX! —Rugió el otro, haciéndome retroceder incluso a mi por la fuerza de su voz.

De inmediato ví como la rata se encogió, haciéndose bolita en el suelo y empezando a mecerse con las manos en las orejas como si fuera un niño asustado, pero parecia reírse en voz baja. Estaba loco; ahora entendía porqué no había salido de la mazmorra. Lamentablemente eso significaba que solo tenía pocas opciones adelante. La muerte era la principal de ellas, al ser incontrolable por su estado mental.

—¿Entonces no es enfermedad? Pero todo empezó contigo... —No me había percatado hasta ahora, pero su voz había trinado incómodamente en mi cabeza. Me sentí marear y trastabillé un poco, pero de alguna manera logré mantenerme en pie. —No... Entonces, ¿Qué es...?

—Tsk, ni siquiera puedes mantenerte en pie. —Senti cierta vergüenza cuando él lo dijo. Me sentía mal por no poder mantener la misma actitud que la primera vez. ¿Qué pensaría de mi...? —¿Por qué viniste?

La frialdad de sus últimas palabras mandó escalofríos por mi cuerpo. Me lastimaban y no sabía por qué. ¿Se había enojado por la última vez? No podía culparlo. No había sido yo la que lo había capturado, pero si quien lo seguía manteniendo tras los barrotes. Y se notaba que él no sería uno de los esclavos que se pudieran adaptar a dicha vida... De verdad que era egoísta, al seguir manteniendolo aquí, cuando pude ayudarle a huir...

—Lo siento... No puedo hacer nada por ti. —Honestamente no sabía por qué le estaba diciendo esto. Ni siquiera sabía muy bien por qué estaba ahí. Últimamente me había sentido bastante sola y quizás buscaba a alguien que me escuchara, aunque no le importara realmente... —No puedo ayudarte a escapar... Si tan solo pudiera, lo haría. Pero no se puede. No tengo ningún control, no puedo hacer nada...

Mientras hablaba, el mareo aumentaba hasta que caí al suelo. No tenía ya las energías para mantenerme en pie y ahora ni siquiera esperanzas. En los últimos días no había podido salir del agujero mental que me había cavado a mi misma desde la visita de Denira. Me sentía más que perdida.

Y no solo eso, cada palabra aunque al inicio iba dirigida a él, al final solo me dí cuenta que me estaba hablando a mi misma. ¿Cómo podría ayudarle si no podía ni ayudarme a mi misma? Estaba sospechando que no podría salir tan facil del matrimonio con Sergei. Todo estaba siendo bastante más complicado de lo que esperaba y no sé si había manera de solucionarlo.

Y encima de todo, en pocos días sería mi cumpleaños. Se me acababa el tiempo antes de que se volviera formal. Y no habría manera de romper el compromiso. En Brye, los matrimonios eran sagrados. Algo que ni siquiera la familia real podía romper con facilidad. Una vez que empezara el compromiso, solo era cuestión de tiempo. Y conociendo a mis padres y la ansiedad de Sergei, probablemente ni siquiera tendría un mes de celebrar mis 21 cuando ya estaría enlazada de por vida con él. De manera literal. Por eso y varias razones es que mi madre nunca se había separado de mi padre, ni lo había desobedecido...

—¿Cuánto tiempo tienes así? —La pregunta del taur vino desprevenida. Estaba tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me había percatado que él ya estaba agachado a mi lado, viéndome con curiosidad, pero con un rostro inexpresivo.

Me lo quedé viendo un poco confundida, pero tras pensarlo un momento, respondí.

—Después de la enfermería. Cuando... Cuando te vi.

Sus ojos no apartaron la vista de mí, pero no dijo nada más. Se levantó y me vio con una mirada que solo pude interpretar como fastidio. ¿Qué había hecho mal ahora? Solo pude hundirme un poco más, sintiendo que era bastante inútil incluso por existir.

—El lugar donde te ocultaste la primera vez. —Soltó de repente, pero ya no me veía a la cara. Parecía sumido en sus pensamientos. —A media noche. Ahora lárgate.

Parpadeé confundida. ¿De qué estaba hablando? ¿A qué vinieron esas palabras?

No pude moverme, en parte por la debilidad y la otra era por la duda.

—¿De qué hablas...?

—¡LARGO!

Su voz sonó como un rugido. Si antes había pensado que parecía un león, su grito sonaba tal cual. Mandó escalofríos por todo mi cuerpo y perdí toda duda al respecto. Tenía que salir de ahí, obedecer.

Como impulsada por una fuerza misteriosa, encontré las energías para usar mis piernas y salir de ahí. Una parte de mi cabecita se preguntaba por qué me había asustado tanto si él estaba tras las rejas y yo afuera, pero la mayoría decía que si no obedecía, me iría muy mal.

Regresé a mi habitación casi en un parpadeo, pero antes de poder abrir la puerta, me derrumbé en el suelo. Me pesaba todo el cuerpo, me sentía terrible y con el corazón latiendo a mil. Tenía frío, temblores...

De repente sentí una mano en mi cabeza y me asusté cuando mis ojos lograron enfocar el rostro de mi madre sobre mí. Me estaba diciendo algo, pero yo no alcanzaba a escuchar su voz. Parecía como si estuviera hablando a través del agua, y no lograba comprender nada.

Perdiendo la consciencia aquí y allá, de repente estaba en el suelo, al otro rato en la cama y los rostros aparecían y desaparecían igual.

¿Qué estaba sucediendo? No lo sé, pero nunca antes me había sentido peor.

En algún punto algo llegó a mi nariz y al momento de inhalarlo fue como si mi cabeza se despejara de golpe.

Respiré con fuerza, tosiendo a la desesperada.

Aún era de noche y estaba en cama. A mi lado, mi madre tenía un frasco abierto y me veía preocupada, pero noté que por primera vez en días, no parecía tan perdida en su cabeza como otras veces.

—Diane, ¿Qué pasó? ¿Cómo te sientes? Estás ardiendo.

La vi extrañada y luego giré a ver a toda mi habitación. No había nadie más adentro, aunque juraba que en algún punto había visto a Martha. Luego volví a mi madre y me costó trabajo hablar por unos momentos.

—¿Mamá...? ¿Qué haces aquí...?

—Diane, estabas tirada frente a tu puerta, estabas desmayada temblando. ¿Qué sucedió? ¿Te sientes bien? ¿Qué es lo último que recuerdas?

Sentí de inmediato cierto rechazo a responderle. Aún estaba enojada con ella. Había perdido la confianza en esa mujer y no me interesaba su preocupación.

—¿Qué te pasa? ¿Qué es eso del frasco? —Arrugué la nariz. No sabía qué era, pero recordaba algo como un dulzor extraño en la nariz.

—Diane, necesito que me respondas, ¿Qué pasó? —El tono de su voz parecía ser urgente, pero eso solo me hizo desconfiar más. ¿Se habría dado cuenta a dónde fui justo antes? ¿Esperaba que le dijera la verdad o que le mintiera? Quizás ya lo sabía todo. ¿Y qué haría con esa información?

—¿Para qué quieres saber? ¿Será otra cosa con la que me uses a tus conveniencias?

Pareció un poco sorprendida de mis palabras, luego noté dolor en su expresión y en el segundo que duró eso, terminó volviéndose en vergüenza.

—No, Diane, no es eso. Y no es lo que parece...

Aunque no me daba cuenta de ello, parecía que algo más estaba aquejando a mi madre esa noche. Algo referente a mi, que no sabía. Pero no lo ví. Y no lo vería, pues exploté un poco.

—¡Fuera de aquí! ¡Déjame en paz! Solo necesito descansar. ¡Vete!

Abrió y cerró la boca como un pez, pero al final terminó por morderse el labio y bajó la mirada. Algo más le sucedía, pero realmente no podía verlo por mi estado.

—Si vuelves a sentirte así, huele esto. —Fue lo último que dijo antes de levantarse e irse. Era la primera vez que la veía tan obediente con mis palabras, pero no tuve mucho tiempo para pensarlo.

Aunque me seguía sintiendo fatal, sentía que no iba a morirme ahora, quizás gracias a esa cosa que me había pasado por la nariz. Independientemente de eso, no estaba mintiendo.

Cai dormida, sintiéndome drenada de energía. Solo necesitaba recargar un poco de energía para mañana...

Personita que me da piedras, tqm. Agradezco tus palabras y espero seguir manteniendo tu interés ✨

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