webnovel

La nueva sensación.

Es de día, la verdad es que esta noche he dormido bastante bien, no me he despertado en toda la noche, recuperar la memoria ha sido tal tranquilidad que me ha dejado descansar. He quedado con Albert y Zac en un par de horas para ir a celebrar que ya estoy de vuelta.

Han venido a buscarme y nos hemos ido a una cafetería, estamos tomando un café y hablando, recordando los últimos días, y Zac se ha puesto a contar batallitas de cuando estaban los tres juntos (de los tres amigos), de su juventud. Alfred se pone colorado, y a mí me da risa.

Estábamos muy entretenidos, cuando de repente me quedé completamente helada. Un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo. Me quedé petrificada. Albert y Zac se quedaron mirándome, sabían que algo me estaba pasando. Los gestos de mi cara se pusieron completamente serios.

-¿Estás bien Lena?- preguntó Albert, se le notaba preocupado en la voz.- estás muy pálida.

No podía articular palabras, empecé a temblar, a sudar, el corazón iba demasiado rápido, más de lo normal. Solo pude mover la cabeza, negando, y quedé medio en trance (no reaccionaba, era como si estuviese en estado catatónico).

 Entonces decidieron que lo mejor era que nos teníamos que ir de ahi, y llevarme a un sitio más seguro, porque los dos sabían que lo que me estaba pasando era que me iba a aparecer alguna nueva "sensación", y claro, no sabían de que clase era.

Hasta ahora siempre habían sido todas buenas, pero me habían salido cuando alguno había estado en alguna situación de peligro, entonces que me estuviese ocurriendo algo así cuando estábamos todos tranquilos, riéndonos y pasando un buen rato, no era muy buena señal. Por lo menos eso pensó en ese momento Albert, porque le hizo señas a Zac para que me metieran en el coche, y nos fuimos de allí a toda velocidad, no sabrían cuánto tiempo tendrían antes de que ocurriese algo.

-Adonde vamos Albert - dijo Zac, que iba conduciendo como un loco.

-Estoy pensando Zac, tú estate atento a la carretera, y vamos donde menos gente haya.

Los dos estaban intentando pensar en algún sitio, y entonces a Albert se le ocurrió algo.

-Zac, vamos al antiguo laboratorio de Perla, está abandonado desde que me rescatasteis y Perla "desapareció" de la faz de la tierra (por no decir después de que yo la desintegré).

-A cuánto estamos de distancia del laboratorio Albert, tú crees que nos va a dar tiempo a llegar, y si lo que le está pasando es algo...

-No sigas Zac, Lena es buena, no creo que nos hiciese daño, y si fuese así no lo hará intencionadamente, si quieres para y sigo yo con ella. Si quiero ir allí es porque no sabemos que pasa y allí hay instrumentos para ayudarla por si pasara algo.

-Perdón, tienes toda la razón, tranquilo voy contigo. Necesitarás ayuda, yo también confío en ella y sé que sea lo que sea ésta vez lo que pase no es cosa suya, sino todo lo que pasa es por lo que la metieron, ella es una niña estupenda y no voy a dejaros tirados nunca.

-Gracias Zac. En menos de cinco minutos estaremos en el laboratorio, Lena todavía está inmóvil.

Fue decir eso y como por arte de magia me senté en el coche, abrí los ojos y me quedé mirando el cuello de Zac. Albert empezó a llamarme, pero en ese momento era cómo si no escuchase absolutamente nada, solo veía a Zac, y tenía que estar poniendo una cara muy extraña porque en ese momento Albert de un grito dijo:

-Zac para inmediatamente el coche.

Zac freno en seco, no sabía el motivo, pero obedeció sin rechistar a su amigo, en el acto le dijo que saliese del coche, pero fue en vano, no le dio tiempo a reaccionar. A ninguno de los dos.

Sin saber cómo, Zac empezó a sentir cómo a su cuerpo le empezó a pasar una serie de cosas, le faltaba la respiración, se le empezó a acelerar el corazón, a sudar, a sentir dolores muy fuertes por todos los huesos…

-Lena para, por favor, Lena.- Albert trataba de llamar mi atención, me llamaba a voces, intentó tirar de mí, ponerse delante de mí, pero todo era inútil. Por más que hacía no había manera de que parase, y lo peor es que yo no me estaba dando cuenta de nada, no era responsable de mí cuerpo.

En un momento dado, comencé a salir del trance, pero Zac seguía empeorando, entonces es cuando fui consciente de lo que estaba pasando. Intenté parar, pero me di cuenta de que mi cuerpo actuaba solo, que yo no tenía control sobre él, seguía atacando a Zac.

Ya estaba poniéndose morado, apenas podía respirar, vi cómo se retorcía de dolores, como sudaba, como se ponía las manos en el cuello y en la boca dándonos a entender que no respiraba.

En ese momento conseguí articular palabra.

-Albert, ayúdame, no puedo parar. Mi cuerpo no responde, está actuando él solo, yo no puedo controlarlo.- conseguí decirle casi llorando, desesperada por ver toda la situación - Déjame sin sentido, haz lo que sea, pero hazlo ya antes de que sea demasiado tarde.

Sé que es lo último que querría hacer Albert, pero sabía tan bien como yo que era la única forma de pararme en ese momento y de poder ayudar a Zac y no había mucho tiempo para poder reaccionar.

Cogió una de las pistolas que había en el coche y me dio un golpe en la cabeza con la culata, en el acto caí al suelo. Fue perder la conciencia y parar todo, Zac fue recobrando poco a poco sus constantes, su respiración y pulso se fueron normalizando y desapareciendo los dolores. En menos de cinco minutos ya estaba completamente recuperado.

-Zac, siento mucho lo que te ha pasado, sé que vas a decirme que no es culpa mía, tampoco de Lena. Creo que es mejor que no vengas con nosotros. No me perdonaría que te pasase algo. Y Lena tampoco se lo perdonaría en la vida, sé que te aprecia muchísimo. Espero que no se lo tomes en cuenta. -le dijo Albert, sus palabras eran más que sinceras, y con bastante dolor.

-No te preocupes Albert, ya te he dicho que no os voy a dejar, y sé que no es culpa suya, me ha tocado a mí cómo te podía tocar a ti. Gracias por haberme salvado. Y dejémonos de cháchara, y vámonos al laboratorio antes de que sé vuelva a despertar. Allí ya veremos cómo podemos ayudarla. Hay que intentar buscar una solución. - respondió Zac, también con bastante sinceridad.

Me metieron en el coche, y nos dirigimos los tres al laboratorio, llegamos en menos de diez minutos, yo seguía inconsciente, antes de que volviera a despertar, y con mucho dolor para ellos, por su seguridad y la mía, de momento, me metieron en una celda acristalada, atada, tumbada en una camilla, y con los ojos vendados.