webnovel

Cap. XXX

ʚ Momentos agridulces ɞ

 

 

—¡Jonathan más alto! ¡Empuja más fuerte! —Gritaba con alegría y risas.

—Te caerás si lo hago más fuerte —exclamó empujando con un poco más de fuerza, solo para contentarlo.

Actualmente, ambos se encontraban en un parque de juegos frente al colegio de Nicolás, donde Tiberius estaba emocionado con el columpio. Jonathan solo podía vigilar que nadie los viese de manera sospechosa, al ser claramente, delincuentes buscados por la policía. A Tiberius no le importaba realmente ser atrapado o no, lo que le interesaba en ese momento era columpiarse y comer después.

—¡Tiberius! —Se alarmó cuando este cayó al suelo por interponer los pies en el suelo.— Sabía que no debí hacerte caso. Eres demasiado descuidado.

—Me raspé las manos —informó enseñándoselas. Sonrió con ternura y lo observó con suplica—. Bésalas para que me sienta mejor.

—Primero las limpiaré —murmuró mientras sacaba un pañuelo—. Levántate para que podamos ir por una fuente y pueda lavarlas.

—También me raspé las rodillas —exclamó sentándose para mostrar los agujeros en sus pantalones.

—Ni sueñes que te dejaré sentarte en otro columpio —lo regañó manteniendo el ceño fruncido—. Ya eres un adulto, intenta mantener la compostura como tal.

—Le estás pidiendo a una persona mentalmente rota que actúe como una sana. No sé qué me intentas decir con ello.

—Quédate aquí, ¿entiendes? —Señaló un pequeño local.— Iré a la farmacia a comprar agua oxigenada. Por favor, Tiberius, dame una señal de que entendiste y te vas a quedar aquí.

—Tengo hambre —expresó con un quejido esbozando una mueca.

—Te compraré un churro, solo si te quedas a esperarme aquí.

—Unas lunitas de malvaviscos, por favor. Esas son mis favoritas. ¡Ah! Y una chocoleyde.

Jonathan se marchó, pero observaba hacia atrás a medida avanzaba por el temor de que Tiberius desaparecería, como era normal en él. A veces, él no controlaba sus pensamientos y caminaba perdido por las calles, llegando a preocupar a Jonathan cuando se perdía en lugares solitarios. Tiberius siempre debía cargar consigo un celular, un intercomunicador y un brazalete con el número de Jonathan, por si llegaba a perderse. Este hecho era más normal de que lo podía imaginarse.

—¡Nico, Nico, por aquí! —Agitó el brazo llamando la atención del menor.— ¡Nico, aquí estoy! ¡¿Me miras?!

—Señor Black, ¿qué hace aquí? —preguntó Nicolás luego de apresurarse a llegar frente a él. La gente los observaba extraños.— Sus manos... ¿Qué sucedió?

—Mis rodillas también están raspadas —añadió. Asintió la cabeza varias veces y con las cejas arqueadas—. Mi novio está allá comprando agua oxigenada para curarme, porque me caí del columpio.

—Entiendo.

—¿Qué tal te fue en clases? Quiero saberlo todo con detalle.

—Fue un día normal... —respondió suave.

—¿Normal? —Inquirió con curiosidad.— ¿Normal, como el día en que James llegó a tu colegio y comieron papas fritas? ¿Será normal, cuando tus compañeros se drogaron con las malteadas que accidentalmente dejé en reposo? —Sonrió mientras se asombraba.— ¡Oh! No me digas, ya sé. Es normal como lo ha sido desde que Luis te aplicó la ley de hielo, ¿no?.

—¿Me ha estado siguiendo? Ni siquiera recordaba los dos primeros eventos.

—Siempre he estado contigo, aunque tú no me veas. —Lo observó atentamente.— El día en que tú naciste, yo te recibí en mis brazos; cuando fuiste al kinder, yo era el chofer del bus; mientras capturabas gatos, yo estaba alimentando cerdos cerca de ti. —Rió por un breve momento.— El hecho de no que me hayas visto no quiere decir que no estuve allí.

—¿Usted estuvo cuando me secuestraron?

—Jonathan no me deja hablar de ese día. —Desvió la mirada.— Espera a que regrese para que te cuente, yo no puedo. —Cubrió su boca.

Esmeralda llegó en breve al colegio para llevarse a Nicolás. Había pasado aproximadamente una semana desde el accidente y ella se encargaba de llevarlo con Jorge y con el médico que ella conocía. Tiberius la observó atentamente cuando esta se acercó a su hermano para hablarle y preguntarle qué hacia allí. En el momento que reconoció que era Esmeralda, se emocionó al escuchar su voz.

—¡Esmeralda, soy yo, Tiberius! —Gritó eufórico al verla.— Eres hermosa. Tu voz, con tu rostro, van perfectamente de la mano con tu belleza.

Esmeralda se congeló al escucharlo, sabiendo que era el responsable de que su hermano sufriera actualmente. Notó que Tiberius no tenía intenciones de moverse del suelo. Tomaría esa oportunidad para idear un plan de salida, ya que supuso que Tiberius, no podría secuestralos a ambos. Observó a su alrededor en busca de un oficial, un hombre fuerte, o alguien con rostro amistoso para pedir ayuda; al mismo tiempo, notaba si había algún sospechoso que podría estar trabajando para Tiberius. Mantuvo la calma mientras recorría el parque con la mirada.

—Oh, Tiberius. Hola. Ha pasado tiempo desde que no escuchaba tu voz.

—¿Se conocían? —preguntó Nicolás curioso.— Creí que no, porque conoce a mi mamá.

—No nos conocíamos en persona —comentó sincero—. El día que te secuestraron, yo hablaba con Esmeralda y fue una conversación muy agradable... ¡Jonathan! ¡Mira quién está aquí! ¡Es Esmeralda!

Jonathan estaba tratando de pasar desapercibido, pero debió suponer que Tiberius haría ruido. En el momento que su ubicación fue revelada, corrió hacia él para sacarlo de allí y que no le viesen la cara. No debían ser reconocidos ante la policía. Su huida fue exitosa, a pesar de que Tiberius quería continuar la conversación con Esmeralda.

—Nico, no vuelvas a hablarle a ese hombre —exclamó seria viendo como huían—. Ellos fueron quienes te secuestraron.

Luego de eso, Jonathan continuó corriendo hasta encontrar un lugar seguro donde pudiesen descansar. Para entonces, las rodillas de Tiberius estaban enrojecidas y él suspiró aliviado, cuando vio que estaban juntos y a solas.

—Jonathan, fue muy descortés de tu parte sacarme sin que me despidiese de ellos —exclamó Tiberius con tristeza.

—No puedes volver allí. Esmeralda te vio, ahora podrá dar una descripción a la policía. —Suspiró y continuó limpiando sus rodillas.— No sé cómo eres capaz de hablarles, sabiendo que eres el responsable de muchos casos severos. ¿Acaso no temes ser arrestado?

—Me gusta vivir —respondió—. Mi trabajo me gusta, los amigos que me dio Salomón fueron buenos en su momento; soy una persona muy sentimental, abierta y fácilmente pueden romperme el corazón. Tengo mucho para dar, Jonathan. ¿Por qué habría de ocultarme cuando solo deseo vivir?

—No me metas en problemas. Vive si quieres, pero obedece cuando te pido algo. No es mucho pedir que mantengas un poco de responsabilidad.

—Eres mi más grande responsabilidad, mi amor. —Con cuidado lo tomó del mentón acariciándole el pómulo.— Tengo que cargar una arma para protegerte. Te lo he dicho antes, soy el único que puede lastimarte y por eso, no quiero que tengas miedo.

—¿Aún piensas continuar con el plan de Salomón? Podríamos desaparecer e irnos a Grecia de nuevo. Estábamos más seguros allí, hasta que apareció Salomón pidiendo ayuda.

—Soy un hombre de palabra. Me regaló su ojo, a cambio de favores ilimitados. El día en que Salomón muera, podremos volver a Grecia.

—No estoy a favor de continuar, no después de esa fiesta. Los dos estamos conscientes de que está involucrando menores y eso, viola nuestras reglas.

—Quiero que te sientas seguro. Dime algo que sea razonable a mis reglas, te lo concederé.

—Dame el control para asesinar a Salomón.

—No puedo —exclamó triste—. Ya no tendré amigos, ni podré ver su ojo restante. Tenemos que sacarlo de la cárcel, pero será después de ver a Ana fracasar.

—Yo te daré nuevos amigos —comentó seguro—. No tendré ojos verdes, pero estoy seguro que puedes vivir sin eso. —Lo tomó del rostro.— Tiberius, mírame.

—No quiero.

—Mírame. Necesito que me mires. —Acercó su rostro hacia el contrario.— Solo un momento. Mírame por un instante.

—¿Así?

—Sí, está bien así. —Se aproximó más.— Salomón incumplió las reglas. Involucró a James y a Nicolás, cuando solo son menores de edad. —Tiberius lo tomó de las manos que sostenían su rostro.— No puedes permitir que continúe involucrando a más niños en esto. Si Salomón le hace daño a Nicolás cuando lo entreguemos, me dejarás asesinarlo.

—No. No lo vas a asesinar, seria muy sencillo —refunfuñó—. Tengo una mejor idea.

—Necesito que muera, o nunca podremos irnos.

—Podremos irnos —exclamó risueño—. Un hombre sin pene, ya no es hombre. Salomón sin descendientes, ya no es nadie.

—Estoy mejor ahora... Solo hazme caso, ¿sí? No podemos ser atrapados por la policía ahora.

—Lo haré.

Luis recibió a los fugitivos en la casa después de que tomaran una ruta más larga de la normal, no podían darse el lujo de cometer errores ahora. Tiberius estaba decidido a proteger a Jonathan y llevarlo nuevamente a Grecia, como deseaba, pero debían apresurar todo el plan que se encontraba pausado, gracias a que Salomón estaba en la cárcel. A pesar de que poner nuevamente en marcha el plan, ocasionaría perder en la apuesta, Tiberius era fiel a que ganaría sin importar el qué.

—¿Nico los vio? —preguntó Luis sorprendido.— Ahora deberán ser más cuidadosos.

—Tienes que volverle a hablar —comentó Tiberius—. Tenemos que poner en marcha este plan para salir a tiempo de aquí.

—¿Cuál es el nuevo plan?

—Haremos que Ana falle —respondió Jonathan—. Si Nicolás empeora, cederá ante la presión y se verá obligada a entregarlo.

—Que suerte tienes —exclamó pícaro—. Es tu momento de brillar. Enamoralo, hazlo tuyo como querías y empeora su condición.

—¿Así nada más? —Los observó dudoso.— No dejaré a Nico como un vegetal. Me esforcé demasiado para que quieran que lo destruya tan rápido. ¿Y después, qué haremos?

—Sacaremos a Salomón de la cárcel. Necesitamos que consigas los planos y busques a tus hombres para involucrarlos en el escape.

—Esto es demasiado riesgoso. Nico me odiará cuando se entere de toda la verdad, no quiero eso para mí, en verdad lo amo y quiero que confíe en mí; así como lo tengo de domado, quiero que se quede igual.

—Salomón te pagará muy bien por tus servicios y puede ser, que te perdone por tocarlo —declaró Jonathan.

—Lo haré. —Se cruzó de brazos.— Pero yo les diré cuándo deben sacar a Salomón, porque quiero tiempo con Nico.

—¿Estamos bien, entonces? —preguntó Tiberius.

—Estamos bien —respondieron ambos hombres.

—Recuerden: Solo es empeorar su salud, pero no su decisión de permanecer cuerdo.

Esmeralda estaba golpeando la puerta con fuerza. Nicolás se había quedado en el auto, pero escuchaba con sorpresa y tristeza aquellos golpes furiosos de su hermana. Ana gritaba del otro lado sin saber qué era lo que quería.

 

 

—¡Fuera de mi casa o llamaré a la policía! —Gritó manteniendo sus manos contra la puerta.— ¡Estás loca!

 

 

—Tienes serios problemas conmigo —exclamó con una voz seria—. Nico me explicó que conoces a Tiberius Black y él, fue quien lo secuestró. ¡Habla ahora, mujer! ¡¿Cuáles son tus intenciones?!

 

 

—¡Estás acusándome de algo que no he hecho! ¡Tiberius es un cirujano, él mismo que recibió a Nico!

 

 

—Quiero que me lo digas en la cara. ¡Abre!

 

 

—¡¿Cómo quieres que abra si estás pumpuneando como gorila?!

 

 

—Abre —ordenó cesando a los golpes—. Si no abres a la cuenta de tres, voy a tumbar esta puerta, Ana. Uno... Dos...

 

 

—¡No hagas nada! —Expresó alterada obedeciéndole.

 

 

—¿Quién es Tiberius? —preguntó tomándola de los brazos.— Si me mientes voy a saberlo, así que, por tu bien es mejor que me digas la verdad.

 

 

—¡Suéltame, arpía! ¡¿Quién te crees para invadir mi casa?!

 

 

—Ana, no estoy bromeando. Dime todo lo que sabes de ese hombre. ¡¿Acaso no te importa tu hijo?!

 

 

—¡Dejen de usar esa excusa! —Desvió la mirada.— De todos nosotros, yo soy quien se preocupa más por Nico. ¡Jamás lo entenderías!

 

 

—Entonces sí lo conoces —murmuró decepcionada. La soltó tomando distancia de ella.— ¿Cómo puedes dormir por la noche? —Señaló la salida.— Nico, ha pasado por tanto y a ti no te parece importar nada, más que él sea una marioneta.

 

 

—Es que no lo entienden. Si Nico es obediente, tendrá una buena vida y un futuro brillante. Esta familia depende en que él sea un profesional y deje esas idioteces de niño soñador.

 

 

—Te lo voy a preguntar una vez más... ¿Quién es Tiberius?

 

 

—¿Y por qué te tengo que responder, negra? ¡No tengo nada que explicarte! ¡Solo arruinas a Nico!

 

 

—¡Cállate! —Le dio una bofetada logrando sorprender a Ana.— Llamaré a la policía.

 

 

—¡Hazlo! ¡¿A quién crees que le harán caso?! ¡¿A mí o a una negra cualquiera como tú?!

 

 

Esmeralda salió de la casa enfurecida con Ana. Abordó el auto suspirando con pesadez, expresando de cualquier manera su gran enfado hacia ella. Ver a Nicolás logró suavizarla un poco, al menos, ocultar su furia para no asustarlo. Su pequeño hermano estaba llorando, mantenía la mirada baja y se limpiaba las lágrimas con el dorso de su mano.

 

 

—¿Qué tanto escuchaste?

 

 

—Quiero irme, por favor —respondió balbuceante—. Se hará tarde para ir con Jorge.

 

 

—Nico, sé que es tu madre, pero no por eso debes protegerla de algo que te ha hecho daño. —Encendió el motor del vehículo.— Me hiciste retenerme por una semana para que no hablase con ella, y he notado lo mal que te puso cuando te dije que ellos te habían secuestrado. Es por eso que vine, porque me importas y no quiero que te sigan dañando más; solo que, tú también debes aprender a ser más selectivo con quien puede dañarte y si realmente vale la pena estar al lado de esa persona.

 

 

—¿Y cómo puedo saberlo si tampoco puedo confiar en mi mente?

 

 

—Aprenderás. —Se inclinó para darle un beso en la frente.— Sí se puede, burro.

 

 

—Ah —exclamó con una suave risa. Cubrió sus ojos mientras sonreía—. No sé cómo lo logras, pero siempre encuentras una manera de hacerme reír cuando más feo me siento por llorar.

 

 

—Bromeas, ¿no?...

 

 

—¡No! —Cubrió su propia boca para reducir el sonido de sus risas.— Ya no más referencias a Shrek, por favor. Vámonos, en serio, se hará tarde.

 

 

Ana observó el auto desde la ventana partiendo fuera del lugar. Suspiró con gran pesadez al recordar la intromisión de Esmeralda. Volvió al comedor para continuar su búsqueda por un empleo que pudiese ayudarla a mantener a su hijo. Había estado llamando desde la mañana, pero al decir su nombre y ser encontrada en archivos, la rechazaban inmediatamente.

 

 

Curiosamente, encontró un pequeño artículo donde se informaba que buscaban una mucama con experiencia, que pudiese trabajar los fines de semana durante todo el día. La dirección era en la residencial donde vivía Salomón, pero en una casa diferente. Ana ya no deseaba trabajar de esa forma desde un evento pasado con Salomón, que la mantenía actualmente desempleada; pero si sus esfuerzos por ser maestra no daban frutos, podría intentar ir a la entrevista y aceptar si la paga era beneficiosa.

 

 

—¿Cómo estamos hoy, Nico? —Jorge preguntó amablemente mientras llenaba una hoja con los datos del día.— ¿Has vuelto a tener alucinaciones?

 

 

—Sí, cada vez más claras —respondió suavemente—. La voz de ese hombre misterioso continúa hablándome para que olvide a James, pero ahora, se suman esas visiones de un paciente de hospital.

 

 

—Que mágico —comentó alegre—. Un fantasma rondando cerca de ti para pedir ayuda, ¿no te parece?

 

 

—Bueno... Admito que sentí una conexión y logré recordar que solía ver fantasmas, o presentirlos; no estoy seguro de qué... —Notó que Jorge estaba muy atento de su explicación.— ¿No estoy loco? Digo, fantasmas. Estoy hablando de fantasmas. ¿Acaso la psicología cree en fantasmas?

 

 

—Tal vez no, pero a mí me encantan los programas de médiums. Es entretenido. —Apuntó en la hoja.— Antes de venir a mi oficina, me habías mencionado que tuviste un suceso particularmente escalofriante anoche. Hablemos de ello, ¿te parece?

 

 

—Sí... También tenía una duda con lo que dije. La relación entre James y la voz.

 

 

—Tenemos tiempo para hablar de todo eso, Nico. No te preocupes y desarrollemos poco a poco las inquietudes, ¿correcto?

 

 

—Está bien.

 

 

—Relátame tu evento nocturno. Te escucho atentamente —informó mientras dejaba el lápiz sobre la hoja.

 

 

—Estaba durmiendo cuando empecé a sentir frío. Intenté abrigarme, pero no podía moverme. Al principio no me preocupé, pensando que solo estaba muy exhausto para moverme, aun así, comencé a asustarme cuando sentí un peso encima de mí. Era como... Estuvieran estrujando mi cuello, como si me quisieran matar. —El tono de su voz descendió levemente.— Abrí los ojos y miré una figura oscura, solo la vi y fue como si su peso me cayera sobre el torso. Fue horrible. No sé cómo me dormí o cómo salí de esa situación, pero desperté llorando. ¿Qué significa? —Le dirigió la atención.

 

 

—Es un parálisis del sueño —respondió naturalmente—. Has estado estresado. Es bastante normal que situaciones como estas se te presenten por un mal hábito, las presiones y una serie de situaciones sofocantes. No es nada del otro mundo. Hay momentos en que creerás que es una pesadilla, pero se corrige cuando llevas una vida más simple. —Tomó su lápiz para apuntar en la hoja.— Procura no pensar tan detenidamente las cosas, solo inténtalo, pero no te sobreesfuerces. Sal a comer, ve de viaje, toma un momento para ti, cosas de ese estilo. Lo que te haga sentir mejor.

 

 

—Me regalaron esta caja de acrílicos —comentó bajando la mirada hacia ella—. Supongo que me rejalará.

 

 

—Es maravilloso que hayas traído tu caja, porque vamos a tener un breve receso y me encantaría que puedas pintar algo que te haga sentir relajado. Lo vamos a anexar a los otros.

 

 

—Quisiera recuperar mis dibujos —exclamó bajo.

 

 

—Antes de que iniciemos con los exámenes para verificar si tiendes a una ansiedad en especifico, háblame de tu preocupación acerca de James y los recuerdos. ¿Lo has visto últimamente?

 

 

—No —respondió con tristeza—. No he vuelto a saber nada de él desde que llamaron a mi hermana para decir que lo secuestraron. —Mantuvo la mirada fija en la caja, acariciando los bordes con lentitud.— Luis no me ha hablado por un tiempo y me ha hecho sentir muy culpable. He querido recuperar todos mis recuerdos para no tener más problemas con mis inseguridades, pero no logro recordar a James más allá del colegio. No puedo. La voz siempre aparece cuando intento alcanzar un poco más de él y es, como si me estuviese advirtiendo que de recordarlo voy a sufrir mucho.

 

 

—¿Y por qué quieres recordarlo ahora?

 

 

—Porque nadie me ha querido decir nuevas noticias de su búsqueda, ya que piensan que no sentiré lo mismo que ellos por no recordarlo por completo.

 

 

—Y ellos, ¿quiénes son?

 

 

—Mi hermana, Helena, Dylan... Siento que hasta mi mamá sabe algo; y yo, nada.

 

 

—Sigues sin responderme claramente. Intenta enfocar una respuesta más fija. ¿Por qué quieres recordar a James?

 

 

—Quiero tener todos mis recuerdos. —Levantó la mirada observándolo fijamente.— Me gustaría tener, un poco de control sobre mí.

 

 

—Despué de tus exámenes, haremos dos ejercicios. Uno de relajación y otro de memoria. Recuperar algún recuerdo no dependerá de mí, sino de ti; así que, procura relajarte bien.

 

 

Ana se encontraba frente a la puerta de la gran mansión. Se sentía diminuta ya que en comparación a su casa, era posiblemente cinco veces más grande que la suya y no se imaginaba tener que limpiar todo. Esperó a que la paga valiese la pena.

 

 

Una mujer con un cuerpo modelo se presentó ante ella, luciendo con un traje elegante y una falda a la rodilla; estaba con su celular hablando en inglés, pero le hizo un ademán para que la siguiera. Ana inmediatamente hizo caso cerrando la puerta con cuidado. El interior de la mansión era una belleza arquitectónica, con suelos de madera y tonos blancos en la paredes, como si todo estuviese hecho de marfil. Siguió a la dueña que parecía tener más de cuarenta, a pesar del esbelto y delicado cuerpo que poseía, juvenil y con vida.

 

 

Tomaron asiento en un sofá de color rojo vino y luego de unos minutos, ella terminó la llamada. En todo momento, observó el comportamiento de Ana a ver si se ponía nerviosa o se intimidaba; pero captó que ella estaba atenta a cualquier señal que hiciera.

 

 

—Leí su currículum y sé que está mintiendo —comentó directamente sin expresión alguna—. Me lo mandó hace poco, pero usted sabe que en esta residencial uno se entera de todo y sé quien es usted. Debe tener un gran motivo si pensó que podría engañarme con responder una entrevista perfecta.

 

 

—Mi hijo —respondió perpleja al escucharla. Su voz decayó y casi podía sentir que las lágrimas se le saldrían—. He estado buscando trabajo para pagar sus medicamentos, pero nadie me contrata por ese error. Sé que estuve mal, pero quiero una oportunidad, por favor. Ha sido la primera que no me rechaza.

 

 

—¿Y por qué debería dársela? Usted infringió la única regla que no debía romper: "Tener una relación profesional con el amo". ¿Cómo estoy segura que no intentará nada?

 

 

—¡Porque aprendí de mi error! —Respondió en llanto.— Llevo dieciséis años desempleada, sin ninguna esperanza nueva, con dos hijos y uno de ellos está enfermo. —Su voz se entrecortaba.— Si me llamó para hacerme sentir mal, pues no debió molestarse, porque ya he pasado dieciséis años observando mi error y avergonzándome de él. Lo único que quiero es que mi hijo viva más allá de los veinte, pero no puedo dejarme guiar de la fe sin ese medicamento; él morirá si no logro tener un trabajo.

 

 

—¿Acaso es mi problema? —exclamó con frialdad.— Yo no fui quien se acostó con el hombre que me dañó la reputación. Si eres una mujer, te das a respetar y no te dejar chantajear de tu jefe.

 

 

—Póngame a prueba, por favor —pidió suavemente—. Sé que nadie más ha respondido a su anuncio. Lleva un par de meses igual.

 

 

—¿Que la ponga a prueba dice? ¿Por qué? Deme una buena razón, porque no estoy desesperada por una mucama...

 

 

—Mamá, ya deja a la pobre mujer —interrumpió una somnolienta voz—. Mírala, ya hasta hiciste que llorara en el sofá y si se va, ¿quién va a limpiar? ¿Yo? Ni loco.

 

 

—Tom, no te metas en esto. Quiero que me demuestre que vale la pena.

 

 

—Pues que me haga el almuerzo —comentó mientras bostezaba. Le dirigió la mirada arqueando una ceja—. Oiga, usted es la mamá de Nico, la recuerdo. Me dijo vago porque estaba hablándole fuera de la reja.

 

 

—Ah, ahora me entero que también habló mal de mi hijo.

 

 

—Lo siento —balbuceó anonadada al verlo—. No sabía quién era él.

 

 

—¿Y por qué busca empleo de mucama? Nico me dijo que era maestra —exclamó curioso. Se apoyó del borde de la pared.

 

 

—Nadie contrataría a una mujer que tiene escándalos registrados —le respondió su madre.

 

 

—Ah, pues que bien, porque a mí me encantan los escándalos. O sea, yo me alimento del chisme, es mi pasión. —Se dio la vuelta mientras pasaba su mano por su nuca.— Que haga el almuerzo y hablamos de esos escándalos, a ver si tan buenos están. —Se retiró a su habitación.

 

 

Ana se quedó callada observando atentamente las expresiones de la mujer. Se veía enfadada con su hijo, pero dejó de mirarla para ver la pantalla de su celular. Pasaron algunos minutos sin dirigirse la palabra; sin embargo, la madre del pelirrojo la observó con molestia.

 

 

—¿Y usted qué piensa? Mi hijo le está dando una oportunidad y no se mueve de allí. ¿Acaso solo obedece a ordenes directas? ¿No entiende cuando le indican una orden sin tener que automatizar todo? Haga el almuerzo. Tom solo come ensalada, pero debe cocinarle también un filete de pollo y una bebida de frutas. No lo llene de aceite, ni lo deje mantecoso; él odia las grasas en su comida, y solo los fines de semana puede disfrutar de una comida saludable. —Señaló un pequeño corredor.—  Por allá encontrará la cocina, y la bodega de alimentos. Le sugiero que se mueva ahora, no querrá hacerlo esperar tanto.

 

 

No esperó más para levantarse alarmada. Realmente no esperaba encontrarse con una oportunidad como esa, aunque se preguntaba realmente si la iban a contratar o solo la estaban utilizando para hacer el almuerzo. Fuese cualquiera de las dos opciones, debía impresionarlos si deseaba tener el empleo.

 

 

La cocina era muy amplia, más que la de su casa y por ende, estaba perdida. No encontraba los utensilios para comenzar. Logró, por fortuna, encontrar la bodega con lo que empezó a sacar los ingredientes. Ana se sentía en una clase de show de cocina, donde solo tenia cierto tiempo para presentar el almuerzo. Nunca creyó que preparar un platillo sencillo iba a causarle tantos problemas. Complicado, pero no imposible.

 

 

—¿Y qué cuentas de nuevo? —preguntó su madre mientras cortaba el pollo.

 

 

—A una chica se le fracturó la pelvis a mitad de entrenamiento —respondió Tom luego de tragar.

 

 

—Pobre de ella. A lo mejor, la sacarán.

 

 

—No. Volverá en dos meses, pero tendrá que hacer algunos ejercicios de terapia antes de volver a los normales.

 

 

—Lo bueno es que es mujer, así que, son más fáciles para ellas... Tom, no te rías, ¿qué dije?

 

 

—Es que también pensé en lo mismo y no, no es así. Las mujeres hacen exactamente el entrenamiento de varones, ni las dejan hacer lagartijas como ves que las hacen las colegialas. Yo pienso que deberían ir aumentándoles la dificultad, no ponerlas de un solo a hacer lo que nosotros.

 

 

—¿Por? ¿Son muy débiles?

 

 

—No tanto. Lo que las motiva, a la mayoría, es ser mejor que los varones; pero hay otras que vomitan luego de los trece kilómetros, o se dañan, o esta que se fracturó y lo único que desean, es ser soldados y servir bien. —Bebió un poco de juego antes de continuar.— Solo digo. Cada cuerpo es diferente y necesita su tiempo para acostumbrarse a las demandas; por ejemplo, me siento tan feliz de volver a casa cada fin de semana, porque me volvería loco con tanta comida grasosa que me dan los otros días —expresó con una mueca.

 

 

—Te arruinaron el cuerpo, te pareces a tu papá... Bueno —canturreó—. El cuerpo de tu papá me gustaba, pero ya estaba acostumbrada a verte a ti tan estético, que se me hará difícil acostumbrarme ahora.

 

 

—Siento que tengo el mismo cuerpo de Jimmy —refunfuñó—. A lo mejor, por eso me ganaba en el judo. —Se llevó la mano contra el pecho al pensarlo mejor.— ¡Me ganó por su cuerpo! ¡Eso lo explica todo!

 

 

—Es una verdadera lástima que ya no podrás competir contra él. Era un buen muchacho.

 

 

—Aún sigue vivo —exclamó entre dientes.

 

 

—Tom, entre más rápido te des la idea de que no va a sobrevivir, será menos doloroso.

 

 

—Él no se atrevería a dejar a Nico solo. Tú no conoces a Jimmy, él es capaz de hacer hasta lo imposible. Se va a recuperar de esta y podré decirle que su padre está arrestado.

 

 

—Si tú lo dices, tesoro; pero luego no me vengas llorando derrotado, porque ya te aconsejé. —Observó a Ana en una esquina cercana a Tom, se veía sorprendida.— En mi habitación, se encuentran los uniformes de las mucamas. Vaya a buscar su talla y se lo pone. Le sugiero que llame a su familia y les avise que no llegará a casa hoy, ni mañana. Tiene mucho trabajo por hacer.

 

 

—Sí...

 

 

—Ah, Ana —interrumpió Tom—. Antes de que haga eso, quiero más ensalada, por favor; y si sobró pollo, pues quiero repetir todo el almuerzo.

 

 

—Sí, joven amo. —Se acercó para retirar el plato, pero se sobresaltó cuando el pelirrojo la tomó de la muñeca.

 

 

—Llámame Tom. Al menos en esta casa, no dejamos que los sirvientes nos traten con esos títulos. —La soltó y señaló a su madre.— Se llama Victoria, para la próxima en que debas responder.

 

 

—Ana, apresúrate. Tienes que lavar los uniformes de Tom. Están todos en un saco, cerca de la salida.

 

 

—Entiendo —respondió rápido y se apresuró a marcharse.

 

 

—Mamá, te quiero y todo, pero a veces eres bien perra con los sirvientes. O sea, ¿qué te pasó? ¿Quién te decepcionó tanto para que les exijas que te entreguen sus almas?

 

 

—Ya te he enseñado que no debes darle mucha atención, porque te tomarán por los hombros cuando solo ofreces la mano. —Tomó un bocado más y luego observó a su hijo.— Esta mujer se acostó con Salomón, pero le salieron mal los planes, ya has visto que no es tonto.

 

 

—¿Qué le hizo? —preguntó perplejo.

 

 

—Arruinó su currículum para que nadie volviese a contratarla.

 

 

—Mamá —llamó con un descenso en la voz. Ana regresó apresurada para entregarle la comida y luego se retiró para buscar su uniforme. Tom sintió un escalofríos calándole los huesos—. ¿Sabes hace cuánto pasó eso?

 

 

—No lo sé. —Tomó un poco de jugo.— Oscilo que hace unos quince o dieciocho años atrás. ¿Por qué?

 

 

—Creo que voy a vomitar —informó nauseabundo. Cubrió su boca y se llevó la mano al estómago.

 

 

Mientras tanto, Nicolás se encontraba recostado sintiendo que todo su cuerpo estaba ligero. No podía mover nada, se sentía sumamente relajado y a penas podía escuchar las instrucciones de Jorge. Cerró los ojos mientras se dejaba guiar por la voz de su psicólogo. Lentamente podía sentir un cosquilleo en sus labios, por sus hombros y sus mejillas. Se le presentaban diferentes escenas relacionadas a James, pero eran las que ya conocía. Para Nicolás, solo eran mejores amigos y era hasta allí donde podía recordar.

 

 

Es una pregunta que tengo para usted... 

 

 

La daré en nuestro aniversario de amistad...

 

 

A partir de ese instante todo va a dar un gran giro...

 

 

Pensará en las ideas más puras...

 

 

Y que se alejan completamente de la verdad...

 

 

Es muy sencillo.

 

 

Nicolás no pudo percibir muy bien su voz, pero le resultó tranquilizadora y hasta cierto punto, familiar. El ambiente en sus recuerdos se veía cálido y lleno de luz; no obstante, entre más intentaba avanzar un peso comenzó a hacer presión sobre él, cambiando el entorno a algo más oscuro. James dejó de aparecer para mostrarle a Luis. La sudadera blanca del primer día le hizo sentir escalofríos, preguntándose el porqué le resultaba atrayente a sus ojos y a su memoria; fue de hecho, en los siguientes recuerdos lo único que se presentaba con mayor claridad.

 

 

Luis le platicaba de su madre, sus días y de lo feliz que era a su lado. Entre más se acercaba, aquel peso se hacia más pronunciado en su cuerpo. En cierto punto del año pasado, Luis se había abierto a él, mostrando su vulnerabilidad y sus peores miedos, los cuales giraban entorno a ser abandonado. Nicolás podía verlo claramente, aquel brillo que se presentaba en los ojos de Luis cuando se veían. Lo muy enamorado que estaba. Sin embargo, no encontraba sus propios sentimientos hacia él. A pesar del evidente peso que lo distanciaba de los recuerdos más profundos, procuró avanzar más en su memoria.

 

 

No importaba si Nicolás estuviese dando su mayor esfuerzo en recordar. Sentía que se estaba desviando de los hechos más recientes para retroceder a los más viejos acontecimientos. No entendía qué ocurría, si él solo quería recordar a James y a Luis.

 

 

Hola, pequeño...

 

 

¿Estás perdido?...

 

 

Ven conmigo...

 

 

Todo estará bien.

 

 

La tensión en su cuerpo se vio disipada al alejarse de la actualidad. Nuevamente regresó a un estado de relajación con su cuerpo ligero, pero el nuevo factor, le resultaba incómodo. Nicolás estaba sintiendo escalofríos. El nuevo recuerdo parecía ser muy viejo, probablemente tendría unos cuatro años.

 

 

Un hombre se presentó ante él con la misma sudadera blanca que tenía Luis. A su lado había un niño que se ocultaba lo mejor que podía. Nicolás se quedó observando a aquel hombre que se parecía a Luis, con la diferencia de que lucia una barba frondosa. Él le extendió la mano para la tomara, resultaba ser que se había perdido. Nicolás tomó su mano sin quitarle la mirada de encima, porque aquel hombre le resultó bastante misterioso y simpático. Entre más lo observaba, el Nicolás actual veía las similitudes con Luis y al reconocer que a su lado había otro niño, supuso que ya se habían conocido cuando eran infantes y solo hasta ese momento, lo recordaba.

 

 

—¿Cómo estuvo tu viaje? —Preguntó Jorge al verlo despertar soltando un grito ahogado.— ¿Pudiste recordar a James?

 

 

—No —respondió moderando su respiración—, pero sí recordé a Luis. Ya lo había conocido cuando eramos niños y... Creo que también conocí a su papá. —Lo observó inquietó en su lugar.— ¿Podemos terminar temprano hoy? Quiero hablarle.

 

 

—Sí podemos, pero antes debes hacer tu dibujo —comentó esbozando una sonrisa.

 

 

—Necesito leer la base de los dibujos —exclamó curioso—, quiero saberlo.

 

 

—Estudia psicología —exclamó con obviedad.

 

 

—Tal vez lo haga.

 

 

Ana observaba nerviosa la entrada del baño. Estaba bastante preocupada e inquieta en su lugar, jugando con sus manos y mordisqueando su labio inferior. Tom no había salido, pero escuchó que hace un tiempo dejó de vomitar. Estaba sumamente alterada, pensando en que el almuerzo lo había enfermado y pronto seria despedida. Rezaba porque no fuese así.

 

 

La puerta crujió llamando su total atención al verla abrirse lentamente. Tom se veía serio, pero no enfermo. Ana estaba en cierta parte, aliviada al verlo sano; aunque no podía fingir no sentirse intimidada con su mirada que se dirigía a ella. No entendía qué había hecho mal.

 

 

—Tom —titubeó al llamarlo—. ¿Hice algo mal?

 

 

—No soy quién para entrometerse en su vida —comenzó con una profunda voz—, pero mi mejor amigo está en el hospital, con el estomago deshecho y en coma. No voy a fingir que ahora no me siento asqueado, aun así, necesito saber la verdad y usted la sabe... —Cortó la distancia entre ellos.— ¿Nico sabía que Salomón es su padre biológico?

 

 

—¿Cómo pudo...? —Su voz se cortó sin poder decir más.

 

 

—Entonces, no lo sabe —expresó con tristeza y bajó la mirada—. Quédese a trabajar, si quiere; pero no me vuelva a dirigir la palabra. —Se retiró en dirección contraria.— Las mentiras se descubren, Ana. Tarde o temprano, pero todo sale a flote.

 

 

Nicolás tocó la puerta de la casa de Luis. Estaba nervioso al recordar la última vez que se vieron, pero deseaba poder contarle lo que recordó y establecer nuevamente una conversación con él. Luis abrió sorprendiéndose al verlo, ya que Tiberius y Jonathan se encontraban en el interior de la vivienda.

—¿Qué quieres? —preguntó apresurado.

—Me alegro que esta vez no me ignores —respondió suavemente—. Quería decirte que te recordé.

—¿Totalmente? —se apresuró a preguntar.

—Aún no recuerdo nuestras citas, ni nuestro noviazgo. —Notó en Luis cierta relajación al escuchar la respuesta.— Lo siento.

—¿Solo viniste a eso?

—Quería comentarte lo recordé. Fue extraño, pero lo veo claro ahora —exclamó animoso—. Estabas con tu papá, él me preguntaba si me había pedido y me ayudó a volver al kinder. Estabas con él y te ocultabas mucho.

—¿Mi papá? —expresó confundido.

—No lo sé —confesó apenado—. Creí que sería tu papá, se parecían mucho. Estaba usando tu sudadera blanca, pero tenía una frondosa...

—Barba —completó sin ánimo—. Nico, deja de recordar. Te vas a hacer más daño del que puedes tener ahora.

—No puedo, realmente quiero vivir sin más engaños y esto me ayudó bastante. —Avanzó hacia él.— Por favor, hablemos y ayúdame a recordarte. Lo siento si he sido tan desconsiderado contigo, pero ahora podremos estar bien. Siento que dejaré de tener inseguridades.

—Hablando de otra cosa, porque en serio no quiero ser parte de eso, ¿ya pensaste en el viaje? Es el lunes.

—Luis —llamó suave y confundido—. ¿Por qué no quieres que recuerde?

—Ya te dije, te vas a dañar.

—Pero...

—¡Nico! —Lo tomó por los brazos y levantó la voz.— No quiero que te vuelvan a secuestrar. Lo hicieron por todo lo que sabías, pero estás a salvo ahora. Ya deja de pensar, Dios. ¡¿No puedes vivir sin ellos?!

—Solo quería —exclamó tartamudo— recordarte.

—Eso ya no importa, lo que importa es el ahora. Mientras intentas recordar el pasado, me estás perdiendo y pierdes todo lo que sucede ahora. Deja de pensar en el ayer o el mañana y vive en el hoy.

—Luis...

—¿Quieres que vaya contigo al viaje? ¿Sí o no? —Lo soltó.

—Sí, sí quiero que vengas conmigo —respondió suave.—¿Y qué sientes por mí ahora? —Lo tomó del mentón.

—No sé cómo se llama este sentimiento en mi estómago. —Se llevó las manos.

—Pero que tontito —exclamó entre risas. Durante un momento lo abrazó hundiéndolo en su abdomen—. Si eso es amor, Nico. Estás enamorado de mí —susurró en su oído.

Nicolás se sorprendió al escuchar la respuesta. Actualmente era su primera vez "enamorado" y no sabía que el amor, podría traerle una sensación constante de estar alerta.