Justo cuando Asher estaba preparado para lo inevitable, de repente su entorno comenzó a desvanecerse y, al mismo tiempo, su anillo brilló brevemente con una luz siniestra.
A medida que la niebla se espesaba, envolviendo todo en su abrazo, la figura de Agonon se desvanecía como una ilusión, desapareciendo en la oscuridad de la niebla, haciendo que los ojos de Asher se abrieran mucho.
El silencio subsiguiente era ensordecedor, y la niebla parecía haberlo tragado todo entero, dejando a Asher en un reino de desolación y confusión.
Los ojos de Asher seguían explorando a su alrededor, preguntándose dónde había ido todo el mundo y qué acababa de pasar. No podía ver nada más excepto la niebla.
A pesar de la confusión que revoloteaba en su mente, Asher se dio cuenta de que ya no sentía dolor y sus heridas habían sanado milagrosamente.
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