—Aléjate de las personas negativas. Tienen un problema para cada solución —afirmó Albert Einstein.
Una vez que lo apuñaló, Eva tambaleó hacia atrás y Zamiel abrió sus ojos con un jadeo. Su aliento salía en jadeos cortos y rápidos y su rostro se retorcía de dolor. Ella sabía que él estaba teniendo dificultad para respirar, pero no podía hacer nada para ayudarlo. Sus piernas se negaban a moverse, su cuerpo se negaba a obedecerla.
Permaneció inmóvil, mientras que la voz en su mente estaba luchando poco a poco para salir. Le ordenaba moverse, pero su cuerpo la desobedecía.
Se sentía como si su cuerpo no le perteneciera y su mente se dividiera en dos partes. En algún lugar lejano de su mente estaba su verdadera voz, y la parte frontal, la que controlaba su cuerpo, era desconocida. Le hacía mantenerse calmada en esa situación aterradora.
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