Naruto se despertó antes del amanecer, arrastrando los pies mientras el frío de la mañana mordía suavemente su piel. Sus ojos, todavía pesados por el sueño acumulado, apenas lograban enfocarse mientras se dirigía hacia su pequeña cocina improvisada. Encendió el fuego para calentar agua, con la intención de preparar un tazón de ramen instantáneo, su solución predilecta para las mañanas apresuradas.
Mientras esperaba a que el agua hirviera, su mente empezó a divagar. Los recuerdos del día anterior volvieron a él en una serie de imágenes vívidas: Hinata, con su nerviosa pero dulce sonrisa; Ino, llena de energía y confianza; Kiyomi, con su actitud juguetona; Yuzuki, reservada pero observadora. Y entonces... Katsumi-sensei. Su rostro se sonrojó al recordar aquel momento incómodo y atrevido cuando ella le había pedido un beso. "Carajo..." pensó, sintiendo cómo su adolescencia le jugaba en contra, llenando su mente de pensamientos que no debería tener.
Sacudió la cabeza, decidido a alejar esas ideas, y dirigió su atención a su mochila. Sobre la cama, sus kunai y shuriken estaban perfectamente afilados, reluciendo bajo la tenue luz de la mañana. Junto a ellos había vendas de repuesto, armas y una lista mental de todo lo que necesitaría para la prueba de ese día.
Entre los objetos en la mesa, dos rollos antiguos capturaron su atención. Ambos contenían técnicas que había copiado del Pergamino de los Sellos: Hiraishin no Jutsu y Tenrō no Fūin. Naruto se quedó observándolos durante unos segundos, sus dedos trazando con cuidado las líneas de los pergaminos. Sabía lo que significaban: poder, legado, posibilidades infinitas... pero también un desafío colosal.
El Hiraishin no Jutsu, técnica legendaria del Yondaime Hokage, y el Tenrō no Fūin, un poderoso sello diseñado para neutralizar incluso a los enemigos más peligrosos, requerían un dominio avanzado del fūinjutsu. Naruto dejó escapar un suspiro frustrado. Cada vez que intentaba estudiar los principios básicos de los sellos, las complejidades lo abrumaban, como si estuviera tratando de leer un idioma que aún no entendía. Aunque había logrado avances impresionantes en su entrenamiento reciente, estas técnicas seguían siendo un muro inalcanzable. Con un suspiro resignado, enrolló cuidadosamente los pergaminos y los guardó de nuevo.
El sonido del agua hirviendo lo sacó de su ensimismamiento. Vertió el líquido en el vaso de ramen y esperó pacientemente, observando cómo el vapor ascendía en delicadas espirales. Cuando terminó de comer, sintió una renovada energía y decidió darse una ducha rápida. El agua fría lo despejó por completo, eliminando cualquier rastro de somnolencia que quedaba en su cuerpo.
Naruto se vistió y ajustó cuidadosamente la katana Kazetora en su espalda, asegurándose de que la empuñadura estuviera al alcance de su mano. Una última revisión de su mochila confirmó que todo estaba en su lugar, y con eso salió de su apartamento.
El cielo seguía teñido de tonos oscuros cuando llegó al campo de entrenamiento número 7. Para su sorpresa, no estaba solo. Al borde del claro, los tres Uchihas ya estaban allí: Sasuke, Kiyomi y Yuzuki. Sasuke, como era de esperarse, mantenía su postura seria, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, exudando impaciencia. Yuzuki revisaba su equipo con precisión, su rostro completamente impasible. Kiyomi, en cambio, lo saludó con una sonrisa radiante que lo tomó desprevenido.
—Vaya, Naruto, te tomaste tu tiempo... Aunque debo admitir que te ves interesante con esa katana —bromeó Kiyomi, sus ojos recorriendo su atuendo con un evidente interés.
Naruto sintió el calor subir a sus mejillas, pero antes de que pudiera responder, Kiyomi agregó con un tono juguetón:
—Quizá deberías preocuparte más por usarla bien que por lucir bien. ¿Qué dices?
Sasuke interrumpió con un resoplido de desdén, cruzando aún más los brazos.
—Deja de distraerte, Kiyomi. Si no estás lista, será tu problema, no el nuestro.
Kiyomi rodó los ojos, pero no le respondió, aunque su sonrisa apenas se desvaneció. Naruto decidió no engancharse en la evidente tensión entre los hermanos y optó por concentrarse en su respiración. Cerró los ojos por un momento, repasando mentalmente las lecciones recientes de su entrenamiento.
El tiempo pasó lentamente, y el sol comenzó a asomarse entre los árboles, bañando el claro con su luz cálida. Sin embargo, no había rastro de Katsumi-sensei. Naruto empezó a inquietarse, caminando de un lado a otro mientras lanzaba miradas ansiosas al horizonte. Finalmente, cuando el grupo parecía al borde de perder la paciencia, una figura apareció despreocupadamente entre los árboles.
Katsumi llegó con su típica actitud relajada, un libro en la mano y una expresión que no revelaba ninguna prisa. Se detuvo frente a ellos y les dirigió una mirada breve, como si estuviera evaluándolos en un segundo. Luego, cerró el libro con calma, dejando que el sonido del papel resonara en el claro.
—Buenos días. Espero que no hayan estado esperando mucho —dijo Katsumi con una sonrisa despreocupada, ignorando las miradas de exasperación del grupo.
Naruto frunció el ceño, cruzando los brazos con evidente molestia.
—¡Katsumi-sensei! ¡Hemos estado aquí desde hace horas! —exclamó, dejando escapar parte de su frustración.
Katsumi lo observó con una expresión que mezclaba diversión y algo más profundo, como si disfrutara del ligero enfado de su estudiante. Sin perder su compostura, se acercó lentamente a Naruto, inclinándose un poco para hablarle más de cerca. Su voz adquirió un tono casi maternal, aunque con un dejo juguetón.
—Paciencia, Naruto-kun. Es una virtud que todo ninja debe dominar. Además… siempre es interesante ver cómo reaccionan cuando se les pone a prueba. —Le acarició el cabello rojo de forma breve pero afectuosa, provocando un leve sonrojo en el joven shinobi, antes de incorporarse para dirigirse al resto del equipo.
—¿No estará justificando su falta de puntualidad con palabras bonitas, verdad? —intervino Yuzuki, lanzando una mirada fría, casi desafiante.
Katsumi sonrió con calma, ignorando el reproche velado. Su actitud era imperturbable, como si nada pudiera sacarla de su tranquilidad.
—Bien, ahora que estamos todos aquí, pasemos a lo importante —dijo, sacando de su bolsa tres pequeños cascabeles que tintinearon al colgarlos en su dedo índice. Los hizo sonar ligeramente para captar la atención de todos, y su tono se volvió repentinamente serio—. Su misión es simple: deberán atacarme con la intención de matarme si quieren comer.
Los estómagos de los tres Uchihas gruñeron al unísono, un sonido que rompió momentáneamente la tensión. Naruto, en cambio, permanecía tranquilo, agradeciendo en silencio su decisión de desayunar temprano.
—Pero esos son solo tres cascabeles —señaló Yuzuki, frunciendo el ceño mientras observaba con atención.
Katsumi asintió con aprobación, su ojo brillando con un destello de satisfacción.
—Buenos ojos, Yuzuki. Exactamente, hay tres cascabeles y ustedes son cuatro. Si consiguen uno, pasarán y serán mis aprendices. Además, podrán desayunar. Pero quien no lo logre… regresará a la academia. —Su tono era firme, casi cortante, como si quisiera grabar cada palabra en la mente de los jóvenes ninjas—. Así que, como les dije, vengan contra mí con intención de matar. Usen lo que tengan: jutsus, kunais, shurikens, katanas. Todo está permitido. Pero… no esperen que sea fácil.
El peso de sus palabras cayó como una losa sobre el grupo. Naruto tragó saliva, mientras Kiyomi y Yuzuki intercambiaban una mirada de entendimiento. Sasuke, por su parte, apretaba los puños, su orgullo como Uchiha claramente afectado por el desafío.
Katsumi levantó una mano, señalando tres postes clavados en el suelo a unos metros de distancia.
—Además —añadió, con un tono casi burlón—, quien pierda no solo no comerá, sino que será atado a uno de esos troncos como castigo.
El ambiente se tensó aún más. El silencio solo se rompía por el leve susurro del viento entre los árboles. Katsumi los escaneó uno por uno, dejando que la presión hiciera mella en ellos. Finalmente, su expresión volvió a relajarse, aunque su sonrisa parecía contener un desafío implícito.
—Si creen tener alguna posibilidad, úsenlo todo. Pero no se confíen —advirtió, dejando escapar una pequeña risa—. ¿Están listos?
Naruto, Kiyomi, Sasuke y Yuzuki intercambiaron miradas rápidas, midiendo a sus compañeros y preparando estrategias mentales. Naruto sintió la adrenalina correr por sus venas, mientras Kiyomi ajustaba su postura y evaluaba a Katsumi con sus ojos calculadores. Sasuke parecía arder en determinación, y Yuzuki mantenía su habitual frialdad, aunque sus manos, firmes en los kunais que llevaba, delataban su disposición a actuar.
—¡Empiecen! —anunció Katsumi con entusiasmo, dando inicio a la prueba.
Los cuatro genin se movieron instantáneamente, desapareciendo en diferentes direcciones mientras buscaban cobertura entre los árboles. Katsumi permaneció inmóvil, con las manos en los bolsillos y una sonrisa confiada en su rostro. Su postura relajada contrastaba con la tensión que impregnaba el ambiente.
El claro quedó sumido en un silencio inquietante. Katsumi cerró los ojos por un instante, como si estuviera disfrutando del desafío que se avecinaba.
—Bien —murmuró, dejando escapar una pequeña carcajada—. Al menos saben cómo esconderse. Ahora veamos qué tan bien lo hacen.
Su mirada se afiló ligeramente, y por un momento, el aire pareció llenarse de una presión invisible, una advertencia silenciosa de que el verdadero examen estaba por comenzar.
Sin embargo, no pasaron ni unos segundos antes de que Naruto rompiera esa regla básica. No pudo contenerse más y salió corriendo de su escondite, dejando atrás a Kiyomi, quien intentó detenerlo en vano.
—¡Bien, Katsumi-sensei! ¡Soy un ninja súper poderoso, así que será mejor que me dé mi cascabel ahora! —gritó Naruto con una sonrisa confiada mientras desenfundaba su katana, Kazetora. La hoja negra mate de la espada brillaba con un destello rojizo bajo la luz del sol.
Kiyomi, que se había escondido junto a él, suspiró profundamente, llevándose una mano al rostro. —Naruto, eres un completo idiota —murmuró, aunque una sonrisa divertida se asomaba en sus labios. Había algo en esa actitud tan directa de Naruto que, a pesar de lo absurdo, no podía evitar fascinarla.
Katsumi alzó una ceja y se llevó una mano al rostro, reprimiendo una carcajada. Su único ojo visible se abrió un poco más, observando al chico con una mezcla de diversión y curiosidad.
—Ven, Naruto-kun. Si estás tan seguro de tus habilidades, ven por mí —lo invitó con una voz dulce y serena que, lejos de tranquilizar, parecía un desafío en sí misma.
Naruto no necesitó más incentivo. Sujetó a Kazetora con ambas manos, canalizando chakra de viento hacia la hoja. El grabado rojo comenzó a brillar con un tono verde brillante, y la espada emitió un silbido cortante, como si estuviera viva y respondiera al chakra de su portador.
—Kazetora también tiene hambre… —murmuró Naruto con una sonrisa traviesa antes de realizar un sello de manos y gritar con fuerza—: ¡Kage Bunshin no Jutsu!
En un instante, el claro se llenó con decenas de clones idénticos, todos empuñando una réplica perfecta de Kazetora. Los clones avanzaron en una ola caótica, sus espadas brillando con el mismo resplandor verde.
Katsumi alzó una ceja, su sonrisa ampliándose. —Interesante, Naruto-kun. Muy interesante.
Los clones atacaron en formación desorganizada, pero su número los hacía peligrosos. Katsumi, sin embargo, no mostró señales de preocupación. Con movimientos precisos y fluidos, comenzó a esquivar los ataques, deslizándose entre los clones como una sombra. Cada golpe lanzado por los clones encontraba solo el aire vacío o era desviado con un elegante movimiento de su brazo.
—No está mal —murmuró Katsumi, desviando una espada con un movimiento rápido de su antebrazo—, pero necesitas más que números para vencerme.
Con un giro rápido, Katsumi barrió el área alrededor de ella, desarmando a tres clones en un solo movimiento. Los clones se disolvieron en nubes de humo, pero más seguían avanzando. Naruto, desde la retaguardia, observaba cuidadosamente los movimientos de Katsumi, buscando un punto débil.
—¡Vamos, sensei! ¡Esta vez no podrá con nosotros! —gritó uno de los clones mientras se lanzaba en picada.
Katsumi respondió con un destello de velocidad. Su mano se movió con precisión, impactando directamente el estómago del clon, que desapareció al instante.
—¿Eso es todo, Naruto? —preguntó Katsumi con un tono burlón mientras hacía un sello con una sola mano—. Déjame mostrarte lo que pasa cuando atacas sin pensar.
—¡Eso es lo que quería! —gritó el Naruto real desde un ángulo elevado, descendiendo desde las ramas de un árbol con Kazetora envuelta en chakra de viento. —¡Tatsumaki Giri!
Un remolino cortante se formó alrededor de la espada mientras Naruto descendía en espiral hacia Katsumi. La hoja proyectaba ráfagas de viento afiladas que cortaron ramas y hojas a su paso, amenazando con impactar directamente a su maestra.
Katsumi reaccionó al instante, girando sobre su eje mientras formaba un sello rápido con las manos. —Doton: Doryūheki.
Una pared de tierra emergió frente a ella, bloqueando el ataque de Naruto con un estruendo. Sin embargo, las ráfagas de viento cortaron parte de la pared, dejando surcos profundos.
—¡¿Eso lo bloqueó?! —gritó Naruto mientras aterrizaba, aunque su confianza vaciló al ver a Katsumi salir ilesa.
Katsumi salió del polvo con una sonrisa triunfante, haciendo crujir los nudillos. —No te confíes, Naruto-kun. No todos los ataques directos funcionan. Ahora es mi turno.
En un instante, Katsumi desapareció. Naruto apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir una ráfaga de viento tras él. Katsumi apareció detrás, golpeándolo con un impacto rápido que lo lanzó hacia adelante. El Naruto real se deshizo en una nube de humo: un clon.
Desde las sombras, Naruto apareció nuevamente, gritando: —¡Rasen Rendan!
Un grupo de clones surgió detrás de él, cada uno lanzándose con golpes potentes hacia Katsumi. La técnica era más coordinada, más peligrosa. Katsumi esquivó los primeros golpes, pero un clon logró alcanzarla con un impacto lateral. Sin embargo, Katsumi reaccionó, utilizando el momento para tomar al clon y lanzarlo contra los demás, creando una explosión de humo.
—Mejor. Pero no suficiente —dijo Katsumi mientras levantaba una mano, canalizando chakra de viento alrededor de ella. —Fūton: Kaze no Mai.
Una inmensa ráfaga de viento salió de su posición, barriendo a los clones restantes con facilidad. Naruto, quien había intentado mantenerse fuera del alcance, fue alcanzado por la ráfaga, lanzado hacia un árbol cercano.
—¡Argh! —gruñó Naruto mientras se levantaba con dificultad, sujetando a Kazetora con fuerza. Su respiración era pesada, pero su mirada estaba llena de determinación. —¡Eso fue increíble, sensei! ¡Pero esto no ha terminado!
Katsumi, inmóvil como una roca, observó al chico con un aire sereno, aunque su ojo brillaba con satisfacción. —Eso es, Naruto-kun. No te rindas tan rápido. Pero aún tienes mucho que aprender. Los cascabeles siguen aquí, y el tiempo corre. ¿Qué harás ahora?
Naruto apretó los dientes y se puso de pie con más firmeza, sus ojos azules chispeando con energía. Los cascabeles en el dedo de Katsumi parecían burlarse de él con su constante tintineo. Sin dudar, comenzó a canalizar chakra de rayo hacia Kazetora, haciendo que la hoja emitiera destellos azulados que iluminaban su alrededor. Pero no se detuvo ahí. Extendió el chakra a sus piernas, y pequeñas chispas comenzaron a recorrer sus pies, fusionándose con su cuerpo en un flujo continuo.
De repente, Naruto se impulsó hacia adelante con una velocidad impresionante. El aire a su alrededor chisporroteó mientras avanzaba, dejando un rastro de electricidad. Katsumi alzó una ceja, claramente sorprendida por el aumento repentino en su velocidad. Sin perder un segundo, ella sacó un pergamino de su chaleco y lo desplegó rápidamente. Con un puf de humo, una shōtō apareció en su mano, su hoja brillando con un blanco puro al infundirse con su chakra.
El choque fue instantáneo y ensordecedor: la Kazetora de Naruto, envuelta en relámpagos, se estrelló contra la shōtō resplandeciente de Katsumi. La energía liberada en el impacto hizo que el aire vibrara. Naruto no se detuvo; sus ataques eran rápidos y feroces, cada uno lanzado con una precisión que reflejaba su arduo entrenamiento. Sus movimientos eran un torbellino de cortes y estocadas, cada una de ellas acompañada por el sonido crepitante del rayo.
Katsumi, sin embargo, se movía con la gracia de una bailarina y la precisión de un guerrero veterano. Cada ataque de Naruto era bloqueado o desviado con movimientos mínimos, como si anticipara cada golpe antes de que ocurriera. Pero incluso con su experiencia, Naruto logró romper su ritmo momentáneamente al girar sobre sí mismo y lanzar una patada lateral que impactó en su abdomen, obligándola a retroceder un paso.
—Nada mal, Naruto-kun —dijo Katsumi con una sonrisa ligera, acomodando la shōtō en sus manos.
Naruto no dejó que la oportunidad se desvaneciera. Aprovechó el retroceso de Katsumi para lanzar un ataque consecutivo. Esta vez, combinó sus katas de kenjutsu con giros veloces potenciados por chakra de viento, cada movimiento diseñado para desorientar y forzar una apertura en la defensa de su sensei.
—¡Tatsumaki Giri! —exclamó mientras giraba con Kazetora, creando un remolino de viento electrificado que avanzó hacia Katsumi con un silbido agudo.
Katsumi, notando la amenaza, decidió dejar de contenerse. Con un giro rápido de su muñeca, canalizó su propio chakra hacia su shōtō y desató una ráfaga cortante con un movimiento fluido, contrarrestando el remolino de Naruto. El choque de energías elementales provocó una explosión que levantó polvo y hojas por todo el campo. Naruto, cegado momentáneamente, sintió un impacto repentino en su costado. Katsumi había usado la distracción para cerrar la distancia y lanzarle una patada giratoria que lo envió directo hacia el lago.
El agua salpicó en todas direcciones cuando Naruto aterrizó con fuerza. Por un momento, todo quedó en silencio, solo interrumpido por el sonido del agua en calma.
—Naruto-kun, con esas habilidades, no creo que puedas superar al Hokage —comentó Katsumi, aunque había un rastro de diversión en su voz. Ajustó su postura, descansando la hoja de la shōtō sobre su hombro.
Naruto emergió del agua con dificultad, jadeando y empapado, pero su espíritu no se quebró. Colocó un pie sobre la superficie y canalizó su chakra para estabilizarse, logrando caminar sobre el agua. Aunque su cuerpo temblaba, su postura era firme, y sus ojos mostraban una resolución inquebrantable.
—Sorprendente, Naruto-kun. Ya dominas caminar sobre el agua. Parece que tienes unas bases sólidas después de todo —reconoció Katsumi, inclinando ligeramente la cabeza en señal de aprobación.
Naruto sonrió, recuperando el aliento. —Esto apenas comienza, Katsumi-sensei. No me subestime.
Realizó rápidamente varios sellos de mano mientras gritaba: —¡Fūton: Kaze no Yaiba! —Una hoja invisible de viento emergió de Kazetora, extendiéndose más allá de su filo. Naruto corrió sobre el agua, lanzando un corte que dejó una estela en la superficie del lago, directo hacia Katsumi.
La jōnin reaccionó con agilidad, saltando al aire para esquivar el ataque. Desde su posición elevada, realizó un sello con una sola mano y exclamó: —Suiton: Suiryūdan no Jutsu. Un enorme dragón de agua emergió del lago, rugiendo mientras se lanzaba hacia Naruto.
Naruto canalizó más chakra en sus pies y saltó hacia atrás, esquivando el ataque por un margen estrecho. Aterrizó en tierra firme, jadeando, pero con una sonrisa en su rostro. —Esos trucos no me detendrán, sensei.
Katsumi aterrizó suavemente, ajustando su postura con una calma casi desafiante. —Eres persistente, Naruto-kun. Pero si quieres ese cascabel, tendrás que demostrar algo más que voluntad.
Naruto la miró fijamente, su respiración agitada pero constante. Inspiró profundamente, permitiendo que el aire llenara sus pulmones mientras su mente se enfocaba. La tensión en el ambiente era palpable, como si incluso la brisa hubiera decidido contenerse en anticipación. Sus manos comenzaron a moverse con fluidez, trazando sellos a una velocidad sorprendente para alguien de su nivel. El aire a su alrededor comenzó a cambiar, moviéndose en espirales sutiles que crecían en intensidad.
—Bien, no quería llegar a esto, Katsumi-sensei, pero no me deja otra opción —dijo Naruto, su voz cargada de una determinación inquebrantable.
Con un grito potente, completó los sellos. —Fūton: Kaze Ryū.
El viento en el campo de entrenamiento cobró vida, desatándose con una fuerza arrolladora. Frente a Naruto, un remolino comenzó a tomar forma, creciendo y solidificándose hasta convertirse en un imponente dragón hecho completamente de aire comprimido. Sus ojos parecían brillar con un destello azulado, y su cuerpo serpenteaba en el aire con un rugido ensordecedor. Cada movimiento liberaba ráfagas cortantes, que arrancaban hojas, ramas e incluso pequeñas grietas en el suelo. El dragón rugió de nuevo antes de lanzarse hacia Katsumi con una velocidad aterradora.
Katsumi entrecerró su ojo visible, analizándolo todo al instante. Había subestimado a Naruto; el jutsu era impresionante, no solo por su poder destructivo, sino por el nivel de control necesario para mantener una forma tan precisa con viento comprimido. Su expresión mostró una leve sorpresa, pero fue rápidamente reemplazada por una sonrisa que mezclaba orgullo y desafío.
Desde la distancia, los demás observaban con reacciones variadas. Kiyomi, que había estado ocultándose con aparente desinterés, se inclinó hacia adelante, sus ojos llenos de asombro. —Vaya, Naruto-kun... —susurró para sí misma, impresionada por la técnica. Sasuke, por otro lado, apretó los puños, su ceño fruncido mientras una mezcla de rabia y admiración lo invadía. —¿Desde cuándo... puede hacer algo así? —gruñó para sus adentros. Yuzuki observaba en silencio, su mirada seria pero llena de respeto hacia lo que acababa de presenciar.
El dragón se abalanzó hacia Katsumi, moviéndose con precisión letal. Cada ráfaga cortante que liberaba podía sentirse incluso desde la distancia. Katsumi no perdió tiempo; dio un salto hacia atrás mientras realizaba una serie de sellos con una velocidad y fluidez que dejaban claro su nivel. —Suiton: Suijinheki. —exclamó, y una muralla de agua brotó frente a ella, envolviéndola en una barrera líquida que se alzó como un escudo impenetrable.
El impacto fue brutal. El dragón chocó contra la muralla de agua con un estruendo ensordecedor, liberando una explosión de viento y agua que se extendió por todo el campo. Sin embargo, el Kaze Ryū no se disipó completamente; su cuerpo serpenteó en el aire, adaptándose al bloqueo y atacando desde diferentes ángulos. Katsumi, dentro de la barrera, mantenía su postura firme, pero no podía evitar sentir el peso del ataque. Sus labios se curvaron en una sonrisa retadora.
—Nada mal, Naruto-kun. Nada mal en absoluto.
Decidiendo que era hora de contraatacar, Katsumi disolvió la muralla de agua, utilizándola para generar un látigo líquido que manipuló con precisión. —Suiton: Mizu no Muchi. —El látigo se lanzó hacia el dragón, enrollándose en su cuerpo y comenzando a dispersar la energía del viento. En un movimiento calculado, Katsumi giró el látigo sobre su cabeza y lo estrelló contra el suelo, disipando la técnica de Naruto en una explosión controlada.
Naruto retrocedió unos pasos, jadeando. A pesar de haber puesto todo su esfuerzo en el ataque, Katsumi lo había superado con una elegancia inhumana. Pero no se rindió. Sujetó a Kazetora con fuerza, cerrando los ojos un instante mientras sentía el flujo de su chakra.
—Raiton: Raikyū! —exclamó, canalizando chakra de rayo en su palma para formar una esfera chispeante. Sin esperar, lanzó la esfera hacia Katsumi, que se movió hacia un lado para esquivarla. Sin embargo, Naruto había previsto ese movimiento. Saltó hacia el aire con Kazetora en mano, dirigiendo un corte hacia Katsumi mientras ella estaba en pleno movimiento.
Katsumi reaccionó justo a tiempo, alzando su shōtō para bloquear el ataque. El choque de ambas armas liberó una onda de energía que sacudió el terreno. Katsumi utilizó su fuerza para empujar a Naruto hacia atrás, pero él giró en el aire y aterrizó con un movimiento fluido.
—Tienes potencial, Naruto-kun —admitió Katsumi mientras adoptaba una postura más ofensiva. —Pero el tiempo casi se acaba. ¿Podrás alcanzar los cascabeles antes de que termine el entrenamiento?
Naruto sonrió, pese a su evidente agotamiento. —Solo hay una forma de averiguarlo, sensei.
Y así, ambos se lanzaron nuevamente al combate, con el campo de entrenamiento como testigo de un enfrentamiento que desafiaría los límites de ambos. Los sonidos del choque de armas y la presión del chakra llenaron el aire, mientras Katsumi y Naruto intercambiaban golpes rápidos y estratégicos. Naruto, impulsado por su determinación, utilizó una explosión repentina de chakra puro, creando una onda expansiva que forzó a Katsumi a esquivar saltando hacia atrás. La explosión arrancó polvo y hojas del suelo, creando un breve instante de confusión que Naruto aprovechó al máximo.
Katsumi aterrizó ágilmente, evaluando la situación, pero ese breve momento le dio a Naruto el tiempo que necesitaba para preparar su próximo movimiento. Sus manos volaron a una velocidad vertiginosa, formando sellos mientras sus ojos reflejaban una determinación renovada.
—Fūton: Kaze Ryū! —gritó nuevamente, pero esta vez, el dragón no era el mismo. La criatura de viento se alzó, más grande, más feroz, su cuerpo serpenteando con una fuerza devastadora. Sus ojos, ahora de un brillante esmeralda, parecían destellar con vida propia mientras el dragón rugía, liberando ráfagas de viento que azotaban el terreno con violencia.
El dragón avanzó hacia Katsumi con un poder abrumador. Ella, sin inmutarse, ajustó su postura y canalizó más chakra en su shōtō, haciendo que la hoja irradiara una luz deslumbrante. Girando sobre sus talones, trazó un arco con su arma, liberando una hoja de energía pura que cortó el impacto inicial del dragón. El aire vibró con la fuerza del choque, pero el dragón no se detuvo. La técnica de Naruto era más fuerte de lo que Katsumi había anticipado, obligándola a retroceder varios pasos mientras el dragón continuaba su embestida, rugiendo con una furia elemental.
Naruto, viendo que el dragón mantenía a Katsumi ocupada, aprovechó para crear Kage Bunshin no Jutsu. Una docena de clones apareció a su alrededor, cada uno moviéndose rápidamente para rodear a la jōnin. Los clones se lanzaron hacia Katsumi con kunais y shurikens en mano, atacando desde todos los ángulos posibles. Katsumi, con su experiencia, no perdió la compostura. Giró sobre sí misma, su shōtō brillando con chakra, deshaciendo a los clones con precisión quirúrgica. Cada movimiento era calculado, cada golpe eficiente, pero los ataques seguían llegando.
Sin embargo, mientras Katsumi estaba concentrada en los clones, el dragón de viento ascendió en el aire, moviéndose con una agilidad inesperada. Desde las alturas, el dragón se lanzó hacia ella en un ataque descendente, su enorme cuerpo generando un túnel de viento que atrapó a Katsumi momentáneamente. El impacto fue brutal, levantando una nube de polvo que cubrió el campo.
Cuando el polvo comenzó a asentarse, Katsumi emergió del caos, su ropa algo desordenada, pero su postura aún firme. Su shōtō brillaba intensamente, demostrando que había desviado el ataque en el último momento, pero no sin esfuerzo. Ella sonrió, un gesto mezcla de orgullo y desafío.
—Nada mal, Naruto-kun. Has logrado sorprenderme de nuevo.
Naruto, ahora sin clones y jadeando por el esfuerzo, se preparaba para un movimiento final. Sujetó a Kazetora con ambas manos, canalizando tanto chakra de viento como de rayo en la hoja. La katana comenzó a emitir un zumbido agudo, mientras su filo brillaba con un resplandor que alternaba entre azul y blanco.
—Esto no ha terminado, sensei. ¡Voy a ganar ese cascabel! —declaró, lanzándose hacia ella con toda la velocidad que podía reunir. Katsumi, anticipando el ataque, ajustó su postura defensiva, lista para enfrentarlo.
El choque entre ambas armas liberó una onda de energía que hizo vibrar el aire. Naruto utilizó todo su conocimiento del Fūma no Tsurugi, ejecutando cortes impredecibles y rápidos. Su espada parecía danzar en el aire, potenciada por su chakra, mientras Katsumi bloqueaba y contraatacaba con igual habilidad. Era un enfrentamiento de fuerza bruta contra técnica refinada, de juventud contra experiencia.
En un movimiento audaz, Naruto cambió su enfoque. Aprovechando la cercanía, utilizó Raiton: Raikyū en su mano libre, generando una esfera eléctrica que lanzó a quemarropa hacia Katsumi. Aunque ella logró esquivarla parcialmente, el impacto liberó una descarga que la obligó a retroceder.
—¡Lo tengo! —gritó Naruto al ver la apertura. Con una mezcla de determinación y audacia, saltó hacia Katsumi, apuntando directamente a los cascabeles que tintineaban en su cintura. Pero ella, con la precisión de una jōnin experimentada, reaccionó en el último instante. Giró sobre sus talones, desviando el ataque con un movimiento fluido que hizo resonar un leve zumbido metálico en el aire.
—Aún no, Naruto-kun —dijo con calma, aterrizando a unos metros de distancia. Su respiración seguía controlada, como si el combate apenas estuviera comenzando.
Naruto, por otro lado, respiraba con dificultad. Su cuerpo estaba empapado de sudor, y sus músculos, tensos por el esfuerzo, temblaban levemente. Apoyándose en Kazetora para mantenerse firme, levantó la mirada hacia Katsumi, con los ojos brillando de inquebrantable determinación.
—Todavía no he terminado, Katsumi-sensei —dijo entre jadeos, su voz cargada de desafío.
Katsumi sonrió levemente, con una chispa de diversión en su único ojo visible. Su tono burlón pero alentador rompió la tensión del momento.
—No te pongas tan confiado, Naruto-kun. Aún tienes mucho que aprender.
Sin previo aviso, Katsumi comenzó a realizar una secuencia rápida y precisa de sellos con ambas manos. La tierra bajo los pies de Naruto tembló repentinamente.
—Doton: Doryū Katsu.
El suelo se abrió en una profunda fisura justo donde Naruto estaba parado. La estabilidad que había logrado mantener se esfumó en un instante, obligándolo a saltar para evitar caer. Pero Katsumi no le dio tregua. Con la misma fluidez, realizó un segundo jutsu.
—Doton: Yomi Numa.
El terreno que rodeaba a Naruto se transformó en un pantano oscuro y pegajoso. Sus pies quedaron atrapados de inmediato, hundiéndose en el lodo viscoso que parecía cobrar vida. El chakra de Katsumi impregnaba cada partícula de aquel pantano, restringiendo sus movimientos.
—¡Maldición! —gruñó Naruto, forcejeando con todas sus fuerzas mientras sentía cómo el lodo drenaba lentamente su chakra.
Desde el borde del pantano, Katsumi lo observaba con una expresión calmada, cruzada de brazos, como una maestra evaluando a su alumno.
—Primera lección, Naruto-kun: el ninjutsu no se trata solo de fuerza. Requiere estrategia, precisión y, sobre todo, control. Sin eso, incluso la técnica más poderosa es inútil.
Naruto, atrapado hasta las rodillas en el barro, apretó los dientes. La sensación de ser inmovilizado lo enfurecía, pero en lugar de ceder, sus ojos reflejaban una creciente concentración.
—El ninjutsu elemental, como bien sabes, puede ser devastador si se usa correctamente —continuó Katsumi, caminando lentamente alrededor del pantano—. Sin embargo, si no aprendes a adaptarte a tu entorno y a las técnicas de tu oponente, siempre estarás en desventaja. ¿Qué harás ahora, Naruto-kun? ¿Te rendirás?
—¡Jamás! —espetó él, con la voz cargada de desafío.
Cerrando los ojos, Naruto inhaló profundamente. Sus pensamientos comenzaron a ordenarse mientras evaluaba la situación. Podía sentir cómo el chakra en el lodo interfería con su propio flujo, pero no estaba completamente aislado. Canalizó chakra hacia sus manos, formando sellos con dificultad debido a la restricción.
"Todavía puedo salir de esto... solo necesito usar lo que tengo de manera inteligente", pensó para sí mismo.
Katsumi lo observaba con una mezcla de curiosidad e intriga. Aunque su postura era relajada, su mirada analizaba cada movimiento de su alumno. Entonces, Naruto abrió los ojos, mostrando una chispa de resolución.
—¡No me subestimes, sensei! —gritó, formando un sello final con un esfuerzo titánico.
—Fūton: Shinkūha.
Un torrente de viento comprimido brotó de la boca de Naruto, rasgando el aire con un silbido ensordecedor. La fuerza del jutsu desgarró el lodo a su alrededor, dispersándolo en un estallido de energía. El impacto levantó una nube de polvo, y cuando esta se asentó, Naruto estaba nuevamente de pie. Aunque jadeante y agotado, su postura era desafiante.
Katsumi arqueó una ceja, claramente impresionada.
—Nada mal... —murmuró para sí misma, mientras observaba a su alumno canalizar chakra en Kazetora. La hoja de la katana brilló con una luz que oscilaba entre azul y blanca, resonando con el flujo de viento y rayo que Naruto fusionaba con habilidad.
—¡Voy a demostrarte de qué estoy hecho, Katsumi-sensei! —exclamó Naruto, arremetiendo hacia ella con renovada energía.
Katsumi lo esperaba con una sonrisa tranquila, su postura relajada pero preparada, con una mano cerca de la empuñadura de su shōtō.
—Eso es lo que quería ver, Naruto-kun. Muy bien, ven a por mí —respondió, su voz cargada de confianza.
Naruto se lanzó hacia ella, desatando una ráfaga de cortes y golpes con Kazetora. Cada movimiento estaba reforzado por ráfagas de chakra de viento, aumentando la velocidad y la fuerza de sus ataques. Katsumi, con movimientos fluidos, esquivaba, bloqueaba y desviaba cada intento. Sin embargo, la intensidad de Naruto comenzaba a forzarla a moverse con mayor rapidez, obligándola a medir sus contragolpes.
Naruto, con los ojos brillando de determinación, aprovechó un instante de apertura y gritó:
—¡Fūton: Senpū Kyaku!
Canalizó su chakra de viento en una patada giratoria que generó un pequeño torbellino al impactar. Katsumi levantó su brazo para bloquear el ataque, pero la fuerza la hizo retroceder varios metros, deslizándose sobre el suelo con una elegancia casi felina. Por primera vez, su expresión mostró una ligera sorpresa.
—Nada mal, Naruto-kun. Estás empezando a utilizar tu entorno y tu energía con más creatividad. Pero... —Katsumi ajustó su postura, dejando que su shōtō descansara ligeramente a un lado mientras una chispa de emoción brillaba en su único ojo visible—. Este combate aún no ha terminado.
Naruto jadeaba, su pecho subiendo y bajando con esfuerzo. El sudor empapaba su frente, cayendo en gotas pesadas al suelo. A pesar del agotamiento, una sonrisa desafiante iluminaba su rostro. Sentía cada músculo en su cuerpo quemar, pero su espíritu permanecía inquebrantable. Kazetora vibraba suavemente en su mano, resonando con el flujo de chakra que todavía era capaz de reunir.
—No me subestimes, Katsumi-sensei —dijo con una voz firme, aunque entrecortada por la fatiga.
Katsumi lo miró por un momento, evaluándolo en silencio. "Tiene el corazón de un verdadero ninja, pero aún necesita aprender cuándo medir sus fuerzas," pensó. Decidida a terminar este enfrentamiento antes de que se excediera, desapareció en un parpadeo, utilizando su velocidad superior.
Antes de que Naruto pudiera reaccionar, un golpe preciso lo impactó en el costado, lanzándolo como un proyectil hacia un árbol cercano. El impacto resonó en el claro, haciendo temblar las hojas sobre ellos.
—¡Maldición! —gruñó Naruto, tratando de levantarse, pero su cuerpo temblaba por el esfuerzo.
Antes de que pudiera recomponerse, Katsumi apareció nuevamente frente a él, su rostro ahora más serio.
—Esto termina aquí, Naruto-kun. —Con un movimiento rápido, desenrolló un pergamino de su equipo ninja.
—¡No tan rápido! —rugió Naruto, reuniendo su chakra mientras realizaba sellos de mano apresurados.
—¡Fūton: Shinkūdan! —gritó, disparando una esfera comprimida de viento directo hacia Katsumi.
La jōnin alzó una ceja, impresionada por la repentina creatividad del ataque. Con un giro ágil, esquivó la esfera, que pasó a centímetros de su rostro, pero el viento comprimido estalló contra un árbol cercano, dejando una marca profunda. Katsumi aterrizó suavemente unos metros más lejos, sus labios formando una pequeña sonrisa.
—Tienes talento, Naruto-kun. Pero aún te falta mucho por aprender. —Sin darle tiempo para otro movimiento, Katsumi lanzó el pergamino hacia él.
—¡Jinsoku Fūin no Jutsu! —declaró, mientras el pergamino se desplegaba en el aire, iluminándose con un resplandor azul. Los símbolos grabados en él brillaron antes de adherirse al pecho de Naruto, inmovilizándolo al instante. Sintió como si cadenas invisibles lo ataran, restringiendo cada uno de sus movimientos.
—¿Qué es esto? —jadeó, forcejeando en vano.
—Un fūinjutsu básico diseñado para inmovilizar temporalmente al oponente. No te preocupes, no te hará daño. —Katsumi se acercó con calma, evaluándolo con una mirada que combinaba dureza y aprecio—. Pero es suficiente para detenerte por ahora. Has hecho un excelente trabajo, Naruto-kun. Sin embargo, aún necesitas entender tus límites y saber cuándo retirarte.
Naruto miraba fijamente al cielo, aún atrapado por el fūinjutsu que Katsumi había usado en su contra. Aunque frustrado por su derrota, su mente seguía activa, repasando cada movimiento y buscando formas de mejorar. El sudor caía por su frente, y su respiración pesada era el único sonido que rompía el silencio del claro. Sin embargo, sus ojos brillaban con determinación inquebrantable.
Kiyomi, escondida entre los arbustos cercanos, lo había observado todo. Su mirada oscura y penetrante no se apartaba de Naruto, aunque sus pensamientos eran un torbellino. "Naruto está atrapado... pero seguro que encontrará una forma de liberarse. Aun así, este enfrentamiento me da una oportunidad de analizar a Katsumi-sensei. ¿Debería intervenir o esperar el momento adecuado?"
Un leve crujido detrás de ella interrumpió sus pensamientos. Sus reflejos se activaron al instante. Sin dudarlo, lanzó su kusarigama, el filo cortando el aire con un silbido antes de hundirse en el arbusto de donde provenía el ruido. Un segundo después, una explosión de humo reveló un tronco astillado.
Kawarimi.
—Tsk... ¿Cuándo...? —murmuró Kiyomi, tirando de la cadena para recuperar su arma, mientras sus ojos buscaban a Katsumi.
La atmósfera cambió de repente. Un escalofrío recorrió su espalda; una presencia detrás de ella se hizo evidente. Sin pensarlo dos veces, giró sobre sus talones, activando su Sharingan con un destello. Dos tomoe giraban en sus ojos rojos, capturando cada movimiento con precisión aterradora. Katsumi apareció frente a ella, su figura casi etérea en la penumbra del bosque.
Antes de que Katsumi pudiera atacar, Kiyomi ya estaba en acción. Sus manos se movieron a una velocidad vertiginosa mientras formaba una secuencia de sellos.
—Raiton: Kaminari Shibari! —exclamó.
Una red de electricidad chisporroteante emergió a su alrededor, expandiéndose hasta formar un campo cargado que abarcaba varios metros. Las ondas eléctricas vibraban con fuerza, zumbando como un enjambre de abejas, listas para paralizar a cualquiera que osara cruzarlas.
Katsumi frenó su avance justo al borde del campo, evaluando la técnica de Kiyomi con una mirada crítica pero calmada. Una sonrisa leve curvó sus labios.
—Impresionante reflejo, Kiyomi-chan. Has logrado crear una barrera bastante efectiva. Pero dime, ¿cuánto tiempo puedes mantenerla?
Kiyomi respiraba con dificultad, aunque su postura permanecía firme. Sus ojos rojos no se apartaban de Katsumi, analizando cada movimiento.
—No me subestimes, Katsumi-sensei. No seré una presa fácil.
Katsumi avanzó un paso, probando los límites del campo eléctrico. Una chispa saltó hacia ella, pero con un movimiento ágil, levantó un kunai que desvió la descarga. Sin previo aviso, se lanzó hacia adelante, desapareciendo y reapareciendo en un parpadeo. Kiyomi reaccionó instintivamente, lanzando su kusarigama con precisión milimétrica. El filo pasó rozando a Katsumi, pero esta lo esquivó con una elegante torsión de su cuerpo.
Sin embargo, Kiyomi ya había anticipado ese movimiento. Aprovechando el retroceso de la cadena, redirigió su arma para cortar el aire en un arco más amplio. Katsumi levantó su kunai, bloqueando el golpe, pero la fuerza del impacto la hizo retroceder ligeramente.
—Buen movimiento —comentó Katsumi, ajustando su postura—, pero necesitarás más que eso para tocarme.
Kiyomi no respondió; en su lugar, redobló su ofensiva. El combate estalló en un intercambio frenético de ataques: Katsumi, rápida y precisa, atacaba con su kunai, mientras Kiyomi utilizaba su kusarigama para mantener la distancia y controlar el ritmo. La cadena danzaba como una extensión de su propio cuerpo, cortando el aire con destreza.
La tensión aumentaba con cada golpe. Las descargas eléctricas del Kaminari Shibari chisporroteaban peligrosamente, iluminando el bosque en destellos azulados. Katsumi se movía como una sombra, esquivando por un margen estrecho cada ataque. Kiyomi, por su parte, ajustaba constantemente sus movimientos, obligando a Katsumi a mantenerse en la periferia de la red eléctrica.
—Tu control sobre el Raiton es impresionante —dijo Katsumi, su voz serena a pesar del intercambio feroz—. Pero confiar demasiado en una técnica puede ser tu perdición.
Con esas palabras, Katsumi desapareció de nuevo. Esta vez, Kiyomi apenas tuvo tiempo de girar antes de sentir una patada en su estómago. El impacto la hizo retroceder, pero activó un mecanismo en su kusarigama, liberando una nube de agujas electrificadas que obligó a Katsumi a retroceder.
—No subestimes a los Uchiha, Katsumi-sensei —dijo Kiyomi, con una sonrisa segura y una chispa desafiante en sus ojos carmesí.
Katsumi limpió una gota de sudor de su frente y rió suavemente.
—Muy bien, Kiyomi-chan. Veo que no eres como tus hermanos. Esto será interesante.
Ambas asumieron posiciones de combate nuevamente, con el aire cargado de tensión y electricidad, listas para continuar su duelo.
Katsumi dio un paso hacia adelante, probando los límites del campo eléctrico. Un pequeño destello de electricidad saltó hacia ella, pero con un movimiento hábil, usó un kunai para desviar la descarga. Sin previo aviso, se lanzó hacia Kiyomi, quien respondió lanzando su kusarigama hacia ella con precisión milimétrica. Katsumi lo esquivó por poco, pero Kiyomi ya había anticipado su movimiento, moviéndose rápidamente para reforzar su posición.
El combate entre ambas comenzó con una serie de ataques rápidos: Katsumi atacaba con un kunai y movimientos ágiles, mientras Kiyomi usaba su kusarigama para mantener la distancia y controlar el ritmo del combate. La tensión aumentaba con cada golpe, y el campo de electricidad chisporroteaba peligrosamente, amenazando con alcanzar a cualquiera de las dos.
Mientras tanto, Sasuke y Yuzuki observaban desde la distancia, analizando la situación.
—¿Qué hacemos? —preguntó Yuzuki en voz baja.
Sasuke, con su mirada fija en el combate, respondió:
—Esperemos. Cuando Kiyomi encuentre una apertura, nosotros actuaremos. Katsumi-sensei no podrá manejar a los tres juntos.
El enfrentamiento alcanzó un nuevo nivel de intensidad. Kiyomi, con los ojos encendidos por su Sharingan de dos tomoe, sostuvo firmemente su kusarigama mientras una corriente de electricidad chisporroteaba a lo largo de su cadena. Katsumi observaba cada movimiento con calma, su postura relajada contrastando con la energía agresiva de su oponente.
—¡Raiton: Kusari no Jutsu! —gritó Kiyomi.
La cadena electrificada de su arma silbó en el aire como un rayo serpenteante, extendiéndose hacia Katsumi con una precisión mortal. El ataque tenía un doble propósito: atrapar y paralizar. Pero Katsumi, demostrando su experiencia, imbuyó su kunai con chakra de rayo, haciendo que el filo brillara con un destello azulado. Con un movimiento rápido y certero, desvió la cadena, liberando una chispa que iluminó brevemente el claro.
—No está mal, Kiyomi-chan. Pero necesitarás algo más que descargas eléctricas para superarme —dijo Katsumi con una sonrisa mientras avanzaba.
Kiyomi, confiada en su capacidad, decidió llevar el combate a otro nivel. Cuando Katsumi se acercó lo suficiente, Kiyomi hizo contacto visual directo. Su Sharingan giró ligeramente mientras activaba una técnica que había perfeccionado en secreto.
—¡Meiun no Utsuwa!
En ese instante, Katsumi sintió una sacudida. El paisaje a su alrededor pareció desvanecerse, reemplazado por una visión inquietante: su cuerpo comenzaba a desmoronarse como si fuera de arena, los pedazos cayendo al suelo en un silencio sepulcral. El genjutsu, cuidadosamente calculado, estaba diseñado para desestabilizar la mente y ralentizar los reflejos del oponente.
Pero Katsumi no era una ninja ordinaria. Al percibir el genjutsu, cerró los ojos en el último momento posible, rompiendo el contacto visual. Aunque había sentido el inicio de la ilusión, su experiencia le permitió contrarrestarla rápidamente. Sin perder tiempo, giró sobre su talón y lanzó un golpe directo al estómago de Kiyomi.
Katsumi dio un paso al frente, probando los límites del campo eléctrico. Una chispa saltó hacia ella con un estallido, pero con un giro ágil de su muñeca, desvió la descarga usando su kunai imbuido en chakra. Sus movimientos eran calculados, midiendo cada acción de Kiyomi.
Sin previo aviso, Katsumi se impulsó hacia adelante con una velocidad vertiginosa, desapareciendo de la vista. Kiyomi reaccionó de inmediato, lanzando su kusarigama con precisión quirúrgica. La hoja y la cadena cortaron el aire en un arco mortal, pero Katsumi esquivó con una ligera inclinación del cuerpo, apareciendo justo al borde del rango del arma. Kiyomi ya había anticipado esto, retrocediendo con un salto y ajustando la posición de su cadena para mantener la distancia.
El enfrentamiento inició con una danza de movimientos rápidos y precisos. Katsumi atacaba con cortes fluidos de su kunai, mientras que Kiyomi utilizaba su kusarigama para crear una barrera de acero y electricidad entre ambas. La cadena electrificada chisporroteaba con cada movimiento, lanzando destellos que iluminaban el claro.
Entre los arbustos, Sasuke y Yuzuki observaban en silencio. Los ojos de Sasuke se entrecerraban, analizando cada acción.
—¿Qué hacemos? —preguntó Yuzuki, su voz apenas un susurro.
Sasuke, sin apartar la vista del combate, respondió con calma:
—Esperemos. Cuando Kiyomi encuentre una debilidad, nosotros atacaremos. Katsumi-sensei no podrá manejar a los tres al mismo tiempo.
El intercambio entre Katsumi y Kiyomi alcanzó un nuevo nivel de intensidad. El Sharingan de dos tomoe de Kiyomi brillaba intensamente, capturando cada detalle de los movimientos de su oponente. Aprovechando un instante de pausa, Kiyomi extendió su kusarigama hacia Katsumi, recubriendo la cadena con chakra eléctrico.
—¡Raiton: Kusari no Jutsu! —gritó, su voz cargada de determinación.
La cadena electrificada se retorció como una serpiente viviente, lanzándose hacia Katsumi en zigzag. Las chispas volaban en todas direcciones, iluminando los rostros tensos de ambas combatientes. Katsumi, mostrando su experiencia, canalizó chakra de rayo en su kunai, haciendo que el arma emitiera un brillo azul intenso. Con un movimiento certero, bloqueó la cadena, desviándola hacia un lado. Una chispa violenta iluminó el claro, y por un instante, el aire pareció vibrar con el choque de energías.
—Tienes talento, Kiyomi-chan, lo admito. Pero necesitas algo más que descargas eléctricas para derrotarme —comentó Katsumi con una sonrisa serena mientras avanzaba con confianza.
Kiyomi respiraba con esfuerzo, pero su mirada no vacilaba. Decidida a ganar terreno, decidió arriesgarse. Cuando Katsumi se acercó lo suficiente, Kiyomi fijó su mirada en la de su oponente. Sus ojos rojos giraron levemente, y una ligera distorsión en el ambiente marcó el inicio de su técnica.
—¡Meiun no Utsuwa! —exclamó.
En un abrir y cerrar de ojos, Katsumi sintió un cambio. El mundo a su alrededor comenzó a desmoronarse. Sus manos, sus piernas, incluso su rostro, parecían fragmentarse en partículas de arena que caían silenciosamente al suelo. El aire se tornó pesado, y su cuerpo pareció negarse a moverse. Era un genjutsu meticulosamente diseñado, creado para desestabilizar la percepción y ralentizar los reflejos del enemigo.
Kiyomi no perdió tiempo, lanzándose hacia Katsumi con su kusarigama, buscando un golpe decisivo. Pero justo cuando parecía que el ataque impactaría, Katsumi cerró los ojos, percibiendo el engaño en el último instante. Concentrándose, envió una oleada de chakra por su cuerpo, rompiendo la ilusión con un estallido interno.
—No está mal, Kiyomi —murmuró Katsumi mientras abría el ojo con un brillo de desafío.
Antes de que Kiyomi pudiera reaccionar, Katsumi giró rápidamente sobre su talón, lanzando un golpe directo a su estómago. El impacto fue sólido, empujándola hacia atrás. Kiyomi, aunque aturdida, utilizó la fuerza del golpe para rodar y retomar su posición defensiva.
—¿Es todo lo que tienes? —preguntó Katsumi, con una mezcla de diversión y respeto.
Kiyomi se limpió una gota de sangre del labio y sonrió.
—Esto apenas comienza, sensei.
Ambas volvieron a enfrentarse, el aire entre ellas cargado de tensión y electricidad. Pero esta vez, desde las sombras, Sasuke y Yuzuki preparaban su intervención, listos para inclinar la balanza.
Katsumi dio un paso al frente, probando los límites del campo eléctrico. Una chispa saltó hacia ella con un estallido, pero con un giro ágil de su muñeca, desvió la descarga usando su kunai imbuido en chakra. Sus movimientos eran calculados, midiendo cada acción de Kiyomi.
Sin previo aviso, Katsumi se impulsó hacia adelante con una velocidad vertiginosa, desapareciendo de la vista. Kiyomi reaccionó de inmediato, lanzando su kusarigama con precisión quirúrgica. La hoja y la cadena cortaron el aire en un arco mortal, pero Katsumi esquivó con una ligera inclinación del cuerpo, apareciendo justo al borde del rango del arma. Kiyomi ya había anticipado esto, retrocediendo con un salto y ajustando la posición de su cadena para mantener la distancia.
El enfrentamiento inició con una danza de movimientos rápidos y precisos. Katsumi atacaba con cortes fluidos de su kunai, mientras que Kiyomi utilizaba su kusarigama para crear una barrera de acero y electricidad entre ambas. La cadena electrificada chisporroteaba con cada movimiento, lanzando destellos que iluminaban el claro.
Entre los arbustos, Sasuke y Yuzuki observaban en silencio. Los ojos de Sasuke se entrecerraban, analizando cada acción.
—¿Qué hacemos? —preguntó Yuzuki, su voz apenas un susurro.
Sasuke, sin apartar la vista del combate, respondió con calma:
—Esperemos. Cuando Kiyomi encuentre una debilidad, nosotros atacaremos. Katsumi-sensei no podrá manejar a los tres al mismo tiempo.
Kiyomi retrocedió tambaleándose, pero aterrizó con gracia, flexionando las rodillas para absorber el impacto. Su rostro mostraba una mezcla de frustración y respeto. Katsumi había leído sus movimientos con precisión, como si conociera cada paso que iba a dar. Sin embargo, la joven Uchiha no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.
—No será tan sencillo... —murmuró Kiyomi mientras deslizaba un pergamino de su equipo, sus ojos brillando con la intensidad del Sharingan.
Con un movimiento ágil, desenrolló el pergamino, y una nube de humo blanco se alzó rápidamente. Cuando la niebla se disipó, en sus manos apareció un enorme Fūma Shuriken, sus filos reluciendo bajo la luz tenue del claro. Sin perder tiempo, Kiyomi comenzó a formar sellos con una precisión impecable, concentrando su chakra de fuego en el arma.
—¡Fūma Shuriken: Kaen no Mai! —exclamó, lanzando el shuriken con una fuerza impresionante.
El arma giró rápidamente, envuelta en un halo de llamas intensas, transformándose en un torbellino de fuego que avanzaba devorando el aire a su paso. Katsumi, evaluando el ataque con una mirada calculadora, reaccionó rápidamente. Sus manos se movieron con velocidad vertiginosa, ejecutando sellos a una rapidez casi imposible de seguir.
—Doton: Doryūheki —pronunció con calma.
Un muro de tierra sólido emergió del suelo justo frente a ella, bloqueando el shuriken en el último segundo. El impacto resonó con fuerza, creando una explosión de fuego y fragmentos de roca que llenó el área de humo y cenizas. Sin embargo, Kiyomi no se detuvo. Aprovechando la confusión, se deslizó lateralmente, apareciendo por el flanco de Katsumi, su kusarigama brillando con energía electrificada.
—¡No te confíes! —gritó mientras lanzaba la cadena hacia la pierna de Katsumi con precisión mortal.
Katsumi, anticipando el ataque, saltó hacia atrás con una acrobacia impecable, evitando la cadena por un pelo. En el aire, sacó varios kunai de su chaleco y los lanzó hacia Kiyomi. Cada kunai iba marcado con pequeños sellos explosivos.
—¡Katsu! —declaró Katsumi, activando los sellos.
Las explosiones resonaron en el claro, obligando a Kiyomi a reaccionar rápidamente. Con un movimiento hábil, usó la cadena de su kusarigama para desviar fragmentos de roca y metal que volaban hacia ella. Sin embargo, la confusión era parte del plan de Katsumi, quien apareció detrás de Kiyomi en un destello, buscando golpearla con un ataque directo.
—¡Genjutsu! —pensó Kiyomi, activando un reflejo instintivo de su Sharingan para percibir la amenaza.
Giró en el último momento, bloqueando con la cadena de su arma mientras sus ojos rojos analizaban cada movimiento de Katsumi. Las dos intercambiaron una serie rápida y brutal de golpes. El filo de la kusarigama zumbaba con cada giro, mientras Katsumi desviaba los ataques con una destreza impresionante. Era una coreografía de habilidad y estrategia, con Kiyomi tratando de mantener la distancia y Katsumi presionando constantemente para romper su defensa.
A la distancia, Sasuke y Yuzuki observaban el enfrentamiento con atención. La tensión era palpable.
—Es hábil, pero no invencible —dijo Yuzuki, sus ojos oscuros destellando mientras observaba los patrones de movimiento de Katsumi.
—Kiyomi está aguantando más de lo esperado —respondió Sasuke con calma, aunque su mandíbula estaba tensa—. Pero si seguimos esperando, esto terminará mal para ella. Es hora de actuar.
Sasuke fue el primero en moverse. Con una velocidad sorprendente, ejecutó una serie de sellos mientras concentraba su chakra en sus pulmones.
—¡Katon: Hōka Tama! —exclamó, lanzando varias bolas de fuego pequeñas pero veloces hacia Katsumi.
Las esferas volaron con trayectorias impredecibles, explotando al contacto con el suelo y levantando una cortina de polvo y roca. Katsumi tuvo que moverse rápidamente para evitar los ataques, perdiendo brevemente su línea de visión sobre Kiyomi.
—Es mi turno —susurró Yuzuki, formando sellos propios.
—¡Katon: Ryūen Gekitō!
Desde sus manos emergieron múltiples llamas con forma de dragones, que avanzaron desde diferentes direcciones, envolviendo a Katsumi en una ofensiva coordinada. Los dragones ardían intensamente, sus movimientos erráticos diseñados para reducir las opciones de escape de Katsumi.
Pero la jōnin no se dejó intimidar. Con un movimiento fluido, ejecutó más sellos, su chakra fluyendo con una calma inquebrantable.
—Suiton: Suijinheki.
Una barrera de agua se alzó en espiral a su alrededor, bloqueando las llamas de los dragones y apagando las explosiones de las bolas de fuego. El choque de agua y fuego llenó el aire con una niebla espesa que redujo drásticamente la visibilidad en el claro.
—Buen trabajo. Coordinación, múltiples ángulos de ataque... Pero aún les falta contundencia —dijo Katsumi con voz tranquila, apareciendo repentinamente detrás de Sasuke.
Con una rapidez devastadora, lanzó una patada hacia el costado de Sasuke. Él reaccionó justo a tiempo, levantando el brazo para bloquear el impacto. Aunque logró amortiguarlo, la fuerza del golpe lo empujó varios metros hacia atrás. Aprovechando la apertura, Yuzuki sacó varios shurikens imbuidos con chakra de fuego y los lanzó hacia Katsumi.
Katsumi desvió los proyectiles con kunai en ambas manos, pero en ese instante, Sasuke volvió al ataque, lanzando shurikens electrificados que emitían chispas azules. Katsumi tuvo que girar elegantemente para evitar los proyectiles, pero esta vez la coordinación de los tres estaba comenzando a cerrarle las salidas.
"Interesante... parecen estar mejorando su sincronización", pensó Katsumi mientras una leve sonrisa cruzaba su rostro. "Quizás ahora el verdadero combate pueda empezar".
Con una rapidez asombrosa, Katsumi lanzó una patada dirigida al costado de Sasuke. Él reaccionó justo a tiempo, bloqueando con su antebrazo y retrocediendo, aunque el impacto lo empujó varios metros. Yuzuki, viendo la apertura, sacó varios shurikens y los lanzó hacia Katsumi, infundiéndolos con chakra de fuego. Los proyectiles giraron en el aire como estrellas incandescentes, dejando un rastro de calor.
Katsumi desenfundó dos kunai y bloqueó los shurikens con precisión, desviándolos antes de que pudieran alcanzarla. Pero antes de que pudiera contraatacar, Sasuke ya había recuperado el equilibrio y sacó sus propios shurikens, infundiéndolos con chakra de rayo.
Los shurikens electrificados emitían chispas azules mientras surcaban la niebla, rompiendo la barrera de agua restante con su energía. Katsumi tuvo que esquivar, realizando un giro elegante para evitar ser alcanzada.
Mientras tanto, Kiyomi, que había recuperado el aliento después de su intercambio anterior, decidió aprovechar la distracción creada por sus hermanos. Con la kusarigama aún electrificada, realizó un salto rápido hacia Katsumi, atacando con un golpe diagonal.
Katsumi bloqueó con un kunai infundido con chakra, pero la fuerza combinada de los tres Uchihas comenzaba a forzarla a retroceder. Yuzuki y Sasuke lanzaban ataques constantes desde la distancia, mientras Kiyomi mantenía la presión en el combate cuerpo a cuerpo.
—Impresionante trabajo en equipo —comentó Katsumi mientras esquivaba un golpe y realizaba un contraataque, golpeando a Kiyomi en el hombro con el mango de su kunai.
Sin embargo, Kiyomi logró mantenerse firme, retrocediendo solo un paso antes de lanzar su cadena hacia los pies de Katsumi, intentando atraparla.
—Doton: Doryūheki. —Katsumi creó un muro de tierra detrás de ella para impulsarse y esquivar la trampa.
Desde el aire, realizó sellos adicionales y gritó: —Raiton: Raikūdan.
Un orbe de energía eléctrica se formó en su mano y fue lanzado hacia el grupo, obligándolos a dispersarse para evitar el impacto. La explosión que siguió desintegró una parte del claro, dejando un cráter humeante.
—No está nada mal, chicos. Pero aún les falta coordinación para enfrentar a un oponente experimentado —dijo Katsumi con una sonrisa desafiante mientras aterrizaba con gracia.
Sasuke, Yuzuki y Kiyomi intercambiaron miradas cargadas de determinación. Aunque sus cuerpos mostraban algunos signos evidentes de cansancio, en especial Kiyomi, sus ojos brillaban con una chispa inquebrantable. Cada uno entendía que estaban ante una oportunidad invaluable de mejorar, incluso si eso significaba enfrentarse a la casi invencible Katsumi Hatake. No había espacio para la duda.
—Vamos a terminar con esto de una vez —declaró Sasuke, dejando escapar un leve jadeo mientras moldeaba su chakra con renovada intensidad.
Kiyomi y Yuzuki asintieron al unísono, sincronizando sus respiraciones. La presión en el aire cambió cuando los tres Uchihas comenzaron a tejer sellos a un ritmo vertiginoso, cada movimiento fluyendo con precisión casi perfecta.
—¡Katon: Karyūden! —gritaron al unísono.
Desde sus bocas emergieron tres dragones de fuego colosales, rugiendo mientras ascendían al cielo con furia desatada. El calor era sofocante, ondulando el aire a su alrededor. Las criaturas llameantes giraron en una formación perfecta antes de lanzarse en picada hacia Katsumi, su objetivo central, quien permanecía inmóvil en el cráter como si los dragones fueran insignificantes.
Las llamas iluminaron el bosque, transformando el entorno en un espectáculo infernal. La tierra tembló bajo el poder del ataque combinado, pero Katsumi no mostró señal de preocupación. Con una calma glacial, levantó las manos y comenzó a realizar sellos con una velocidad abrumadora.
—¡Suiton: Shōheki no Mizu!
Una barrera de agua titánica surgió desde el suelo, envolviéndola en una esfera cristalina que giraba con furia. Cuando los dragones impactaron, la explosión resultante generó una onda expansiva acompañada de una densa nube de vapor. La colisión entre los elementos opuestos resonó como un trueno, llenando el bosque con un rugido ensordecedor. La niebla resultante cubrió el campo de batalla, sumiendo todo en una oscuridad sofocante.
—Esto ya terminó —declaró Katsumi con una serenidad cortante que perforó la niebla.
Sin que los tres Uchihas pudieran reaccionar, Katsumi se movió como un espectro. El susurro de su desplazamiento era casi imperceptible, pero Yuzuki, quien había quedado más cerca, captó un leve sonido y reaccionó instintivamente. Un kunai con un sello explosivo atravesó la neblina, obligándola a saltar hacia un lado. Pero eso no fue suficiente. Katsumi emergió de las sombras como un depredador, lanzando una patada directa hacia el torso de Yuzuki.
El impacto resonó, pero algo estaba mal. Katsumi frunció el ceño al notar que su pie no había golpeado carne, sino madera. Yuzuki había utilizado un Kawarimi no Jutsu en el último segundo, dejando un tronco en su lugar. Sin perder un instante, apareció detrás de Katsumi, extendiendo su mano hacia los cascabeles que colgaban de su cintura.
—Astuta... pero predecible —murmuró Katsumi mientras giraba sobre su eje.
Atrapó la muñeca de Yuzuki con una fuerza controlada y, con un movimiento fluido, la lanzó hacia adelante. La joven Uchiha rodó por el suelo, amortiguando el impacto, pero apenas tuvo tiempo de levantarse cuando Katsumi volvió a atacar. Sus ojos se encontraron por un breve instante, y la mirada de Katsumi se tornó peligrosa.
—Hana no Mugen.
El genjutsu se activó al instante. Yuzuki se congeló, sus pupilas dilatadas mientras su mente era atrapada en una ilusión devastadora. A su alrededor, un campo interminable de flores se extendía hasta el horizonte. Por un momento, parecía un lugar pacífico, pero esa tranquilidad pronto se tornó sofocante. Las flores comenzaron a crecer y retorcerse, transformándose en una prisión viviente que amenazaba con aplastarla.
—¡Kai! —gritó Yuzuki, liberándose con un estallido de chakra. Su respiración era agitada, y su cuerpo temblaba por el esfuerzo, pero no tuvo tiempo para recuperarse.
Cuando abrió los ojos, Katsumi ya estaba frente a ella, desenrollando un pergamino. Con una precisión letal, Katsumi lo utilizó como un arma improvisada, golpeándola en el pecho. Antes de que Yuzuki pudiera comprender lo que ocurría, las inscripciones del pergamino brillaron con un resplandor ominoso y se adhirieron a su cuerpo. Una presión abrumadora invadió sus extremidades, paralizándola completamente. Su cuerpo cayó pesadamente contra un árbol, inmovilizado como si cadenas invisibles la ataran.
—Jinsoku Fūin no Jutsu, —anunció Katsumi con un tono frío pero didáctico, mientras observaba a Yuzuki con una mezcla de evaluación y paciencia.
Yuzuki respiraba con dificultad, sus dedos temblando mientras intentaba moverse. La presión del sello era asfixiante, como si cada fibra de su ser estuviera siendo reprimida.
—Bien, Yuzuki. Segundo principio del combate: nunca subestimes a tu oponente, incluso cuando creas tener la ventaja —dijo Katsumi, inclinándose ligeramente hacia la inmovilizada Uchiha—. Eres rápida y metódica, pero tu confianza te traiciona.
—¡No necesito una lección ahora! —gruñó Yuzuki, su frustración evidente mientras luchaba contra el sello.
Katsumi sonrió levemente, pero sus ojos reflejaban una seriedad implacable.
—La batalla no es solo fuerza, sino también sabiduría, Yuzuki. Eras la más fresca del grupo, y eso te hacia la más peligrosa... pero si hubieras aprovechado para reunirte con tus hermanos me hubieras hecho difícil acabar con ustedes.
Kiyomi y Sasuke se movieron con cautela entre la densa niebla, sus sentidos afinados al máximo. Ambos habían aprendido a reconocer los patrones en los movimientos de Katsumi, pero también sabían que cualquier error sería su perdición. El silencio era pesado, roto solo por los débiles gemidos del vapor que aún se alzaba como un velo fantasmagórico.
Kiyomi tensó la cadena de su kusarigama mientras sus ojos rojos, iluminados por el Sharingan, analizaban cada rincón de la neblina. Sasuke, a su lado, comenzó a concentrar chakra en su mano dominante, donde una chispa de electricidad comenzaba a formarse, creciendo con un zumbido penetrante.
—Tienes un plan, ¿verdad? —susurró Kiyomi, sin apartar la mirada del entorno.
—Nada demasiado elaborado —respondió Sasuke con una ligera sonrisa—. Tú distrae, yo ataco.
Kiyomi rodó los ojos, pero no replicó. Con un rápido movimiento de su muñeca, lanzó la pesada hoja de su kusarigama, que giró en el aire antes de desaparecer en la niebla.
—¡Katon: Hōsenka no Jutsu! —exclamó, exhalando múltiples bolas de fuego que volaron hacia la dirección general de Katsumi.
Las llamas iluminaron la niebla por breves instantes, proyectando sombras erráticas mientras consumían el aire húmedo. Katsumi apareció entre las sombras, esquivando con movimientos elegantes, como si bailara entre las brasas. Sin embargo, las bolas de fuego eran una distracción. La cadena de Kiyomi se deslizó como una serpiente, envolviendo el brazo de Katsumi antes de que pudiera reaccionar completamente.
—No tan rápido —dijo Kiyomi con una sonrisa triunfante.
—Buena técnica —admitió Katsumi, sin alterar su tono—. Pero no suficiente.
Con un movimiento brusco, Katsumi tensó el brazo atrapado y jaló de la cadena con una fuerza abrumadora, arrastrando a Kiyomi hacia ella. Kiyomi, anticipando la maniobra, soltó la cadena y sacó un kunai, intentando cortar los cascabeles de Katsumi en el último instante. Sin embargo, Katsumi bloqueó con el extremo metálico del pergamino que aún sostenía, desviando el ataque con un sonido metálico. Aprovechando el momento, Katsumi giró su cuerpo con precisión, usando el impulso para lanzar a Kiyomi como un proyectil.
Kiyomi salió disparada, chocando de lleno contra Sasuke. Ambos cayeron al suelo en un revoltijo de extremidades y jadeos, tratando de recuperar el aliento.
—Bien, solo faltan ustedes dos—comentó Katsumi con una voz aparentemente tranquila y su único ojo visible destilando una mezcla de desafío y diversión—. ¿Quién será el próximo en recibir una lección antes de que los repruebe?
Sasuke, con un brillo de orgullo herido en los ojos, fue el primero en levantarse. Con un movimiento decidido, sacó un tantō de su espalda, cuyo filo brillaba tenuemente bajo la luz dispersa.
—Quédate atrás, Kiyomi —ordenó, su tono cortante, mientras adoptaba una postura de combate.
—¡Espera, Sasuke! —protestó Kiyomi desde el suelo, pero él no le prestó atención y cargó hacia Katsumi.
Katsumi observó su avance con una sonrisa apenas perceptible. Con un movimiento ágil, desenrolló un pergamino y materializó su propia tantō, cuya hoja comenzó a resplandecer con un aura de chakra blanco puro. Los aceros chocaron con un estruendo ensordecedor, lanzando chispas que iluminaban la niebla circundante.
—Interesante. Pensé que usarías kunais o tal vez shuriken, pero parece que sigues el ejemplo de Naruto-kun —comentó Katsumi con una voz tranquila que contrastaba con la intensidad de su ofensiva.
—¡No me compares con ese idiota! Yo... —Sasuke intentó responder, pero no terminó su frase. Katsumi, con un destello de irritación en su mirada, interrumpió con un movimiento veloz, atrapó la muñeca de Sasuke mientras desviaba su tantō con la otra mano. Antes de que él pudiera reaccionar, le propinó un rodillazo directo al estómago.
Sasuke jadeó, el aire escapando de sus pulmones junto con unas gotas de sangre que manchó su labio. Katsumi no le dio tiempo para recuperarse. Manteniendo su agarre, giró sobre sí misma y lo lanzó al aire con una fuerza impresionante, rematándolo con una patada que lo envió volando hacia un grupo de árboles. Las ramas crujieron y se rompieron bajo el impacto, dejando a Sasuke derribado en el suelo.
—¡Sasuke! —gritó Kiyomi, levantándose rápidamente e intentando atacar por la espalda. Pero Katsumi estaba preparada. Girando sobre su eje, ejecutó una patada giratoria que impactó a Kiyomi en el costado, lanzándola contra un tronco cercano con un ruido seco.
—Espero más de ustedes —dijo Katsumi mientras ajustaba el agarre de su tantō, su tono severo y lleno de expectativa—. Si esto es todo lo que tienen, me están decepcionando.
Sasuke se levantó tambaleándose, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano. Kiyomi también se puso de pie, su respiración agitada, pero sus ojos ardían con determinación. Sin mediar palabras, ambos intercambiaron una mirada, un entendimiento tácito.
Kiyomi fue la primera en actuar. Realizó una rápida secuencia de sellos de mano antes de pronunciar con claridad:
—Katon: Hiensō.
De inmediato, un enjambre de pequeñas llamas flotantes surgió alrededor de ella. Las esferas de fuego comenzaron a moverse en patrones impredecibles, cerrando el cerco sobre Katsumi. Las llamas bailaban en el aire, lanzando destellos que perforaban la niebla.
Katsumi, percibiendo el peligro, saltó hacia atrás y lanzó un trío de kunais, cada uno marcado con un sello explosivo. Las detonaciones se sucedieron rápidamente, disipando parte de las llamas y cubriendo el área con una densa cortina de humo y polvo. Sin embargo, Kiyomi redirigió las llamas restantes, obligando a Katsumi a mantenerse en movimiento constante.
Aprovechando la distracción, Sasuke comenzó a concentrar chakra en su tantō. Realizó una serie de sellos veloces y su voz resonó en el campo:
—Raiton: Kaminari no Yaiba.
El tantō se envolvió en un resplandor de rayos que crepitaban con energía pura. Con un rugido, Sasuke se lanzó hacia Katsumi, sus movimientos ahora más rápidos y afilados. Su ataque fue directo y poderoso, buscando romper las defensas de su maestra.
Katsumi interceptó el primer golpe con su tantō, pero la energía eléctrica que envolvía el arma de Sasuke hizo que sus brazos temblaran ligeramente por la descarga. A pesar de ello, sus movimientos permanecían impecables. Con un giro rápido, desvió el filo eléctrico y contraatacó con una serie de golpes precisos, cada uno dirigido a las articulaciones de Sasuke. Este, obligado a retroceder, intentó mantener la distancia mientras preparaba su siguiente ataque.
Desesperado, Sasuke realizó una secuencia de sellos rápidos desde el suelo.
—Raiton: Denkō Yari— exclamó, formando varias lanzas de electricidad que disparó hacia Katsumi como proyectiles.
Katsumi sonrió levemente, una mezcla de confianza y desafío en su mirada. Su respuesta fue inmediata.
—Fūton: Daitoppa— murmuró con calma. Una poderosa ráfaga de viento se generó frente a ella, desintegrando las lanzas eléctricas y arrastrando a Sasuke hacia atrás con una fuerza abrumadora, hasta estrellarlo contra un árbol. El impacto lo dejó jadeando, apenas capaz de mantenerse en pie.
—Me decepcionas, Sasuke. Pensé que el genio de su generación sería más competente —dijo Katsumi con un tono frío y burlón.
Frustrado, Sasuke lanzó varios kunais equipados con sellos explosivos, creando una nube de humo densa que cubrió el campo. En medio de la confusión, cargó con su tantō hacia donde esperaba encontrar a Katsumi. Sin embargo, al disiparse el humo, no encontró a nadie. Su confusión creció hasta que sintió cómo unas manos lo atrapaban desde el suelo.
—Doton: Shinjūzanshu no Jutsu— anunció Katsumi, emergiendo del terreno. Sasuke fue hundido hasta el cuello en la tierra, completamente inmovilizado.
—Quizás deberías aprender a observar antes de actuar —comentó Katsumi, su tono lleno de superioridad.
Mientras Sasuke intentaba liberarse sin éxito, Katsumi dirigió su atención a Kiyomi, quien ajustaba su postura, llena de determinación. Aunque estaba agotada, la joven Uchiha no estaba dispuesta a retroceder. Su mirada ardía con una mezcla de furia y resolución, especialmente después de ver a su hermano derrotado con tanta facilidad.
—Tu técnica es prometedora, pero te falta paciencia y control —comentó Katsumi con tranquilidad, mientras su mirada pasaba de la Kusarigama de Kiyomi a su expresión de furia contenida—. ¿Qué dices, Kiyomi? ¿Podrás darme un desafío mayor que tu hermano?
Kiyomi apretó los dientes y lanzó un suspiro, su cuerpo tensándose con una nueva determinación. Sin responder con palabras, se lanzó al ataque. Arrojó su Kusarigama directamente hacia Katsumi con una precisión letal, pero esta, con un movimiento fluido, desenfundó un kunai y desvió la cadena, haciendo que el arma girase en el aire antes de enredarse en un árbol cercano. Aprovechando ese momento de distracción, Kiyomi realizó un Kawarimi no Jutsu, intercambiándose con una roca y apareciendo detrás de Katsumi.
—Katon: Hono Chishio— exclamó Kiyomi mientras su chakra se envolvía en llamas, potenciando sus movimientos. Cada golpe que lanzaba estaba envuelto en un calor abrasador, las llamas chisporroteando en el aire con cada impacto. El fuego llenó el campo con un espectáculo de luz y calor, obligando a Katsumi a moverse con mayor rapidez.
Katsumi giró rápidamente, bloqueando los ataques con precisión. Los golpes de Kiyomi chocaban contra sus defensas con fuerza, pero la experta jonin parecía moverse con una gracia abrumadora. Incluso bajo la presión del estilo Uchiha Hōten, un arte de combate fluido y agresivo, Katsumi mantenía su compostura.
—El Taijutsu es el fundamento de todo ninja —comentó Katsumi mientras esquivaba una patada envuelta en llamas y contraatacaba con un codazo directo al estómago de Kiyomi, quien apenas logró desviar el impacto con una barrera de chakra—. Es la base de la velocidad, la fuerza y el instinto. Sin embargo, requiere algo más que fuerza bruta.
Katsumi incrementó la intensidad de su propio combate, pasando de la defensa al ataque. Sus movimientos eran rápidos y precisos, cada golpe dirigido a puntos vitales de Kiyomi, quien luchaba por mantener el ritmo. A pesar de la presión, Kiyomi giró sobre su eje, utilizando su Kusarigama como una extensión de su cuerpo. La cadena del arma cortaba el aire en patrones caóticos, buscando atrapar a Katsumi, pero esta respondió con una agilidad impresionante, deslizándose entre los ataques con fluidez.
En un movimiento calculado, Katsumi atrapó la cadena con su mano libre, imbuyendo su kunai con chakra para cortar la conexión de Kiyomi con su arma.
—¿Es todo lo que tienes? —preguntó Katsumi mientras lanzaba la Kusarigama al suelo, con una sonrisa sarcástica—. Admito que eres mejor que tu hermano, pero no cambia lo decepcionante que han sido los últimos Uchihas.
Kiyomi, herida tanto física como emocionalmente, se levantó con dificultad. Aunque jadeaba, sus ojos reflejaban una intensidad inquebrantable.
—No he terminado —declaró con firmeza, su Sharingan brillando con un rojo intenso mientras se preparaba para un último intento.
Katsumi se limitó a asentir con aprobación, adoptando una postura relajada pero lista para cualquier ataque.
—Entonces ven. Demuéstrame de qué estás hecha.
Kiyomi no respondió a las palabras de Katsumi, en lugar de eso, aprovechó la oportunidad para ejecutar un rápido Shunshin no Jutsu. Un destello de velocidad la hizo desaparecer de su lugar y reaparecer frente a Katsumi, quien no tuvo tiempo de reaccionar. Sin vacilar, Kiyomi lanzó una patada ascendente envuelta en intensas llamas, buscando aprovechar la sorpresa del cambio de posición. El viento creado por el movimiento de la pierna generó una estela de calor. Sin embargo, Katsumi no titubeó. Con un leve giro de su torso, bloqueó la patada con su antebrazo, el impacto resonó como un trueno, pero Katsumi no se inmutó. Inmediatamente después, Kiyomi aprovechó la proximidad para disparar un puñetazo directo. El puño, tan rápido como el rayo, se desvió con una técnica circular de Katsumi, quien con una sola mano empujó a la joven Uchiha hacia atrás, obligándola a dar varios pasos hacia atrás para recuperar el equilibrio.
—Tienes potencial, Kiyomi, pero aún te falta mucho para dominar tu propio estilo —comentó Katsumi, su voz tranquila pero firme, mientras observaba a Kiyomi con una mirada calculadora.
La joven Uchiha, aun sintiendo el dolor en su cuerpo, no dejó que la frustración la desbordara. Con una rapidez impresionante, Katsumi aprovechó el momento para lanzarse hacia ella, desplegando una serie de ataques rápidos y precisos. Cada golpe parecía buscar un punto débil en el cuerpo de Kiyomi. A pesar de sus esfuerzos por esquivar, la presión era abrumadora, y pronto uno de los rodillazos de Katsumi impactó de lleno en el abdomen de Kiyomi. El golpe fue como un mazo, haciendo que la joven Uchiha cayera de rodillas, jadeando por la intensidad del dolor.
Kiyomi, sin embargo, no era de las que se rendían fácilmente. Su mirada, aunque llena de agotamiento, permanecía firme. Sin detenerse a pensar, con una rapidez asombrosa, ejecutó una secuencia de sellos de manos con destreza. La energía en el aire cambió, y una llama ardiente comenzó a concentrarse alrededor de su cuerpo.
—¡Katon: Hiensō! —exclamó, invocando un enjambre de flamas danzantes. Las llamas tomaron vida propia, moviéndose de manera impredecible, lanzándose hacia Katsumi desde todos los ángulos. La explosión de calor y fuego iluminó el campo, mientras las llamas se elevaban hacia el cielo en una vorágine descontrolada, intentando envolver a Katsumi.
Katsumi, con una calma impresionante, observó las llamas acercarse. El brillo del fuego reflejaba en sus ojos, pero su expresión seguía siendo serena. Con un movimiento mínimo, comenzó a realizar los sellos necesarios, y antes de que las llamas pudieran alcanzarla, invocó un poderoso Suiton: Suijinheki.
Un muro de agua emergió de la nada, cubriendo completamente a Katsumi. El agua se expandió a gran velocidad, apagando las llamas en un instante y generando una nube de vapor denso que cubrió todo el campo de batalla. La niebla oscura dificultó la visibilidad, pero Katsumi no perdió su compostura. Con un ligero suspiro, se movió con la velocidad que la caracterizaba, desapareciendo de la vista de Kiyomi en un parpadeo.
Kiyomi, viendo la bruma, intentó reaccionar, pero antes de que pudiera siquiera ajustar su postura, sintió una presencia detrás de ella. Antes de que pudiera girarse, Katsumi apareció en su espalda, desarmándola con un movimiento tan rápido que Kiyomi ni siquiera tuvo tiempo de defenderse. En un abrir y cerrar de ojos, el kunai de Katsumi ya estaba presionando contra el cuello de la joven Uchiha.
—Tu determinación es admirable, Kiyomi —dijo Katsumi suavemente, casi con un tono de respeto, pero también con la amenaza de un sutil control en su voz—. Pero la próxima vez, aprende a observar antes de actuar.
Kiyomi respiraba con dificultad, su cuerpo temblaba ligeramente por el esfuerzo y el agotamiento. La frustración se reflejaba en su mirada, pero no era solo la derrota lo que la quemaba por dentro, sino la sensación de no haber estado a la altura de las expectativas que se había impuesto. Aunque Katsumi mantenía su kunai cerca de su cuello, no había rabia ni ira en su rostro. Solo la tranquila certeza de que la batalla ya había terminado.
Mientras tanto, Sasuke, aún atrapado en la tierra por el Doton: Shinjūzanshu no Jutsu, apretó los dientes con rabia contenida. La furia en su interior se mezclaba con la impotencia de ver cómo su hermana, Kiyomi, había caído tan fácilmente ante el poder de Katsumi. Su orgullo Uchiha estaba herido, y la rabia lo consumía, pero aún estaba atrapado.
Yuzuki, que se había estado recargando contra un árbol después de su propio enfrentamiento, observaba la escena, aún luchando contra el sello que la mantenía restringida. La humillación era palpable en su rostro. No podía creer lo fácil que Katsumi había derrotado a todos ellos, incluso a Kiyomi, la que había sido una de las más prometedoras de su generación.
Kiyomi, con la cabeza baja, sintió la presión del kunai en su cuello, y por un momento, pensó que todo había terminado. Sin embargo, su mirada nunca perdió esa chispa de determinación. Aunque derrotada, su espíritu seguía intacto, y en lo profundo de su ser, sabía que este combate solo había sido un paso más en su camino hacia la perfección.
Katsumi, mientras tanto, observaba a los tres Uchiha caídos con una ligera sonrisa en sus labios, pero no era una sonrisa de burla, sino una mezcla de admiración y desafío. Sus palabras flotaron en el aire, tranquilas pero cargadas de una tensión palpable.
—Ninguno estuvo ni cerca de tomar uno de los cascabeles —dijo con calma, mientras su mirada se deslizaba entre los tres caídos. Su tono no era cruel, pero sí cargado con una sutileza burlona que solo aumentó la frustración de los Uchiha.
Sasuke, Yuzuki y Kiyomi, aunque exhaustos y humillados, no podían negar que la lección de Katsumi había sido clara. Había un abismo entre su habilidad y la de ella, y aunque su orgullo herido luchaba por rechazar esa realidad, no podían dejar de reconocer la diferencia en su poder.
En ese momento, un estallido de chakra sacudió el aire, resonando como un trueno en el claro del bosque. La intensa energía rompió el silencio, llamando la atención de todos. Naruto, atrapado por el Jinsoku Fūin no Jutsu, concentró su chakra con un enfoque feroz. Su cuerpo temblaba por el esfuerzo, pero no vaciló. Con un rugido de esfuerzo, liberó su chakra en una explosión violenta que destrozó las marcas del sello, fragmentándolo como si fuera cristal. El aire se llenó de energía residual mientras el joven Uzumaki caía de rodillas, jadeando por el desgaste, pero su rostro permanecía firme, iluminado por una determinación inquebrantable.
Katsumi, aún manteniendo su postura relajada en el centro del claro, giró ligeramente hacia él. Sus ojos brillaban con interés tras la máscara que cubría parte de su rostro. Una leve sonrisa asomó en sus labios.
—Vaya, Naruto-kun… —murmuró para sí misma, su tono una mezcla de diversión y curiosidad.
Naruto, sin perder tiempo, se puso de pie y corrió hacia el sonido del combate, sus pasos resonando en el suelo como un tamborileo constante. Al llegar al claro, sus ojos captaron rápidamente el escenario. Los árboles cercanos estaban partidos, algunos aún humeando por los rastros de técnicas de fuego. En el centro, un cráter marcado en el terreno hablaba de la intensidad del enfrentamiento. Sasuke, Yuzuki y Kiyomi yacían en el suelo, exhaustos, sus cuerpos reflejando las heridas del combate. Por el contrario, Katsumi permanecía inmaculada, apenas despeinada. Unas pocas manchas de polvo cubrían su ropa, pero su respiración seguía siendo tranquila, su postura relajada.
—¿Así que tú también quieres intentarlo? —preguntó Katsumi, ladeando la cabeza con una mezcla de diversión y afecto visible en sus ojos.
—¡Katsumi-sensei! —gritó Naruto, con la voz cargada de determinación mientras comenzaba a realizar una secuencia de sellos.
Katsumi dejó escapar una pequeña risa. —¿Otra vez tú? —susurró, más para sí misma, permitiéndose una sonrisa que denotaba una mezcla de afecto y desafío.
Naruto, sin responder, ejecutó su técnica.
—¡Kage Bunshin no Jutsu! —gritó, y en un instante, decenas de clones aparecieron a su alrededor, rodeando el campo de batalla. Cada clon comenzó a moverse, formando sellos en perfecta sincronía con el original.
—¡Fūton: Shinkūgyoku! —declararon al unísono, liberando simultáneamente múltiples esferas de aire comprimido. Las esferas, pequeñas pero cargadas de un peligro mortal, se lanzaron hacia Katsumi desde diferentes ángulos. Su velocidad y precisión eran formidables, buscando encerrar a Katsumi en una tormenta implacable.
Katsumi observó el ataque venir, y por un instante, una chispa de admiración cruzó por sus ojos. Sin embargo, su cuerpo reaccionó sin esfuerzo aparente. Con movimientos gráciles y precisos, comenzó a esquivar las esferas una por una, como si estuviera danzando en medio del peligro. Cada paso suyo parecía calculado, y las ráfagas que fallaban golpeaban el suelo y los árboles, desgarrando la tierra y dejando marcas profundas.
Naruto, viendo que su ataque inicial no era suficiente, no perdió tiempo. Elevó su chakra aún más, haciendo que el aire a su alrededor comenzara a agitarse con fuerza. Con un rugido decidido, ejecutó un jutsu más poderoso.
—¡Fūton: Shinkū Taigyoku! —gritó, liberando una enorme esfera de aire comprimido que avanzó como un proyectil devastador. Su energía era tan intensa que arrancó el césped a su paso, y el viento que generaba agitaba las hojas de los árboles cercanos. Katsumi, reconociendo el jutsu, no pudo evitar alzar una ceja detrás de su máscara. Sabía del poder destructivo de esa técnica.
Sin embargo, no todo terminó allí. Mientras el verdadero Naruto liberaba la esfera, sus clones comenzaron a replicar el mismo jutsu, formando una lluvia de esferas gigantes que convergían hacia Katsumi desde todas las direcciones. La situación no dejaba margen para el error.
Pero Naruto no se quedó atrás. Mientras sus clones mantenían la ofensiva, el original desenvainó su katana, Kazetora. La hoja negra mate comenzó a brillar con un resplandor verde intenso cuando canalizó su chakra de viento a través de ella. El sonido característico de la hoja cortando el aire era tan afilado como su intención.
—Si esquivas esto, yo estaré listo —murmuró para sí mismo, ajustando su postura mientras sostenía la espada con ambas manos. Estaba completamente concentrado, su mirada fija en Katsumi, listo para cualquier apertura.
Katsumi, hasta ese momento esquivando con precisión casi sobrenatural, dejó que su sonrisa se ampliara, destilando una mezcla de admiración e intriga. Naruto había demostrado tenacidad y creatividad, aunque su ejecución todavía dejaba espacio para mejorar. La creciente habilidad del pelirrojo era un reflejo de su potencial, algo que ella reconocía con interés genuino. Sin embargo, el sol ya estaba en lo alto del cielo, marcando el mediodía. No podía permitirse extender más la prueba. Sus ojos brillaron con decisión cuando decidió concluir el enfrentamiento.
Con una explosión de velocidad que dejó un silbido en el aire, Katsumi desapareció de la vista de los clones, reapareciendo instantáneamente detrás del Naruto original. Los clones, desorientados, se giraron buscando a su objetivo, pero ya era demasiado tarde.
—Buen intento, Naruto-kun, pero todavía no estás listo —murmuró Katsumi suavemente, sosteniendo un kunai frío contra el cuello de Naruto. A propósito, acercó su cuerpo lo suficiente como para que sus pechos presionaran ligeramente contra él. Naruto, sorprendido y enrojecido, se quedó inmóvil, incapaz de procesar la situación.
—La prueba ya terminó, Naruto-kun —susurró Katsumi con un tono tan suave que contrastaba con la intensidad del combate previo. Su aliento cálido rozó la mejilla y el oído del pelirrojo, haciendo que un estremecimiento recorriera su cuerpo. Naruto sintió sus pechos contra su espalda y no pudo evitar que el rubor invadiera su rostro, desviando la mirada con torpeza.
Katsumi mantuvo su posición por un momento más, como si estuviera deleitándose en su reacción, antes de alejarse con calma. Retrocedió unos pasos, observando a Naruto con una mezcla de diversión y afecto en sus ojos visibles.
—No tienes que esforzarte más —dijo con una dulzura que, de alguna manera, resultaba más devastadora que cualquier golpe recibido.
Antes de que Naruto pudiera responder, Katsumi lo tomó por sorpresa una vez más, atándolo firmemente al poste central de madera que había mencionado al inicio de la prueba. A pesar de las protestas y quejas de Naruto, Katsumi no mostró signos de ceder.
—¡Oye! ¡Esto no es justo! —gritó Naruto, forcejeando contra las ataduras mientras Katsumi ignoraba su berrinche. La kunoichi caminó tranquilamente hacia los demás miembros del equipo, quienes apenas comenzaban a levantarse del suelo, todavía tambaleándose por el agotamiento.
—Nadie estuvo ni cerca de conseguir un cascabel —declaró Katsumi, esta vez con un tono más firme, casi frío. Su mirada pasó de Sasuke a Yuzuki y luego a Kiyomi, deteniéndose en cada uno con una mezcla de severidad y evaluación—. Les daré una segunda oportunidad, pero primero coman. Necesitarán energía, porque no seré indulgente la próxima vez.
Con un movimiento rápido, lanzó cajas de bento hacia los tres. El grupo las atrapó con dificultad, todavía procesando sus palabras. Sin embargo, antes de que Naruto pudiera alegrarse por la posibilidad de comer algo, Katsumi volvió su atención hacia él, señalándolo directamente con un dedo.
—Excepto tú, Naruto-kun. No parece que tengas hambre —dijo con una sonrisa que parecía inofensiva, pero que estaba cargada de intenciones.
—¿¡Pero por qué yo!? —protestó Naruto, su voz llena de indignación y frustración. El hambre ya comenzaba a instalarse en su estómago como un recordatorio persistente de su situación.
Katsumi se inclinó hacia él, acortando la distancia hasta que sus rostros estuvieron peligrosamente cerca. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y algo que Naruto no supo identificar. Su tono era juguetón, pero firme.
—Porque, a diferencia de tus compañeros, Sasuke, Kiyomi y Yuzuki al menos intentaron coordinarse entre ellos. Tú, en cambio, decidiste actuar por tu cuenta, ignorando por completo cualquier estrategia grupal. Esto es para que aprendas una lección.
Naruto apretó los dientes, furioso pero incapaz de responder. Su orgullo y su frustración se mezclaron en una sensación amarga mientras observaba a sus compañeros abrir las cajas y comenzar a comer en silencio. Cada bocado que tomaban resonaba como un eco burlón en su mente, pero no podía culparlos. Sabía que en su lugar probablemente habría hecho lo mismo.
Katsumi se enderezó, adoptando un tono más severo mientras miraba a los cuatro.
—Espero que tengan energía, porque esta vez no seré indulgente. Si fallan de nuevo, no solo se despedirán de ser genin. Serán vetados como shinobi para siempre.
La amenaza cayó como una losa sobre el equipo, y el aire se volvió pesado con la tensión. Katsumi no esperó una respuesta. Con un giro elegante, desapareció en un remolino de hojas, dejando al equipo sumido en el silencio. Solo el suave crujir de las hojas y el murmullo ocasional del viento rompían la quietud.
Naruto bajó la cabeza, sus pensamientos atrapados en un torbellino de emociones. Atado al poste central, el peso de las palabras de Katsumi se hundía lentamente en su mente. Mientras el hambre crecía en su estómago, su frustración alcanzaba un punto crítico. Y sin embargo, en el fondo, había una chispa de esperanza. Después de todo, todavía tenían una segunda oportunidad.
El crujir de hojas quebró el silencio, y Naruto levantó la mirada para ver a Kiyomi acercándose con paso firme pero ligero, llevando en sus manos un trozo de pan envuelto en un paño impecable. Había algo en su expresión, una mezcla de desafío juguetón y calidez genuina que lo desarmó al instante.
—Toma, Naruto-kun, —dijo suavemente mientras extendía el pan hacia él, inclinándose lo suficiente como para que quedara justo a su alcance.
Naruto titubeó, sorprendido, y sus ojos se abrieron un poco más. Movió la cabeza en señal de negativa, su voz apenas un susurro cargado de tensión.
—No puedo. ¿Y si Katsumi-sensei regresa? No quiero meterlos en problemas.
Kiyomi dejó escapar una pequeña risa, casi burlona. Su sonrisa se amplió mientras se arrodillaba frente a él, quedando lo suficientemente cerca como para que Naruto sintiera su presencia. Sus ojos brillaban con un destello de determinación que contrastaba con la serenidad en su rostro.
—Vamos, Naruto-kun. Si te desmayas de hambre, no habrá equipo que salvar —bromeó, agitando el pan frente a él como si fuera un señuelo—. Además, prometo que no dejaré que nos descubran.
Naruto miró de reojo a Sasuke y Yuzuki, buscando algún tipo de confirmación. Sasuke rodó los ojos, cruzándose de brazos con su típica expresión de hastío.
—No siento la presencia de Katsumi-sensei. Está lejos. Además, necesitamos que estés en condiciones óptimas si queremos pasar esto.
Yuzuki, que hasta entonces había permanecido en silencio, dio un paso al frente. Su tono era más firme, casi autoritario, aunque no faltaba la camaradería en sus palabras.
—Come. Si realmente vamos a ser un equipo, necesitamos que estés fuerte. Tus técnicas de viento complementarán nuestras habilidades. Esta es una decisión estratégica. —Sus palabras fueron directas, y aunque su expresión seguía siendo inexpresiva, había una genuina preocupación detrás de su tono.
Naruto vaciló un momento más, pero el hambre finalmente se impuso. Apretó los dientes, sintiendo que estaba traicionando la orden directa de Katsumi, y tomó el pan de las manos de Kiyomi. Apenas lo tuvo en su poder, comenzó a comer con rapidez, sus movimientos reflejando la desesperación que había contenido hasta ahora.
Kiyomi soltó una carcajada ligera, llevándose una mano a los labios.
—Despacito, Naruto. No quiero que termines atragantándote —dijo con un tono burlón, aunque había una evidente ternura en su mirada.
Mientras Naruto terminaba de devorar el pan, Sasuke y Yuzuki se mantuvieron alerta, vigilando los alrededores. Sin embargo una voz helada resonó desde las sombras.
—¿De verdad creyeron que podían engañarme tan fácilmente?
El equipo entero se tensó al instante. Katsumi emergió de entre los árboles, su andar era lento, casi felino, y aunque mantenía una sonrisa serena, su ojo reflejaban una mezcla de descontento y diversión. Naruto se quedó congelado, aún con restos de pan en la boca, mientras Kiyomi se levantaba con calma, adoptando una postura relajada pero claramente alerta.
—Naruto-kun, —dijo Katsumi con una dulzura peligrosa mientras se acercaba a él—. Te dije específicamente que no comieras. ¿Es que no puedes seguir ni una sola instrucción?
Naruto tragó con dificultad, sintiendo cómo un nudo de culpa y nerviosismo se formaba en su estómago. Antes de que pudiera balbucear una disculpa, Kiyomi intervino, dando un paso adelante con una sonrisa confiada.
—Fue nuestra decisión, Katsumi-sensei. Si queremos pasar esta prueba como equipo, no podemos dejar que uno de nosotros esté en desventaja. Tú misma mencionaste que el trabajo en equipo es esencial, ¿o no?
La audaz respuesta de Kiyomi hizo que Katsumi alzara una ceja. Su mirada evaluó a cada miembro del equipo, pausando en Sasuke y Yuzuki, quienes se mantuvieron firmes, respaldando silenciosamente la declaración de su hermana. El silencio que siguió fue tenso, como si el bosque mismo estuviera conteniendo el aliento.
Finalmente, Katsumi dejó escapar un suspiro, su semblante relajándose ligeramente.
—En el mundo shinobi, aquellos que rompen las reglas son escoria... —dijo, dejando que sus palabras flotaran en el aire antes de añadir—. Pero aquellos que abandonan a sus amigos son peores que eso.
El cambio en su tono desconcertó al grupo. Naruto, aún atado al poste, parpadeó con incredulidad mientras Katsumi se acercaba con rapidez, desatando las cuerdas que lo mantenían inmóvil. Una vez liberado, le dio una palmada en el hombro, sus labios curvándose en una sonrisa satisfecha.
—Felicidades. Han pasado la prueba. Oficialmente somos el equipo 7.
Naruto miró a Katsumi con incredulidad, todavía procesando lo que acababa de escuchar. Ella, aprovechando su desconcierto, se inclinó ligeramente hacia él, susurrándole con voz suave.
—Buen trabajo, Naruto-kun. Sabía que lo lograrías.
El rubor en el rostro de Naruto fue inmediato. La cercanía de Katsumi, sumada a sus palabras de aliento, hizo que el calor se extendiera hasta la punta de sus orejas.
—Disfruten este momento, —continuó Katsumi mientras se enderezaba, retomando su tono habitual—, porque mañana comienza el verdadero entrenamiento. Si creen que esto fue difícil, prepárense para lo que viene.
Con un destello en su único ojo visible, Katsumi desapareció en un torbellino de hojas, dejando al equipo 7 en un silencio cargado de emociones encontradas. Naruto, todavía recuperándose del impacto, sintió que algo dentro de él había cambiado. Por primera vez, el peso de la palabra "equipo" tenía un significado más profundo.