—Papá —dijo ella, su voz suave y tranquila—. Es tan bueno verte. Una sonrisa genuina iluminó su cara.
Sonreí, mis ojos encontrándose con los suyos mientras respondía —También es genial verte a ti, Lauren.
Nos abrazamos unos segundos más de lo normal, la incomodidad de tiempos pasados se disipó en el calor de nuestro abrazo. La atmósfera entre nosotros se sentía más ligera y relajada, la pesadez de nuestro pasado siendo reemplazada con esperanza y perdón.
Al ver a Lauren plantarse firme frente a sus miedos, mi corazón se hincho de orgullo. Nuestro viaje había estado lleno de dolorosas malas comunicaciones y sentimientos heridos, pero en este momento, el perdón y la paz parecían al alcance de la mano.
—Lamento no haber podido ir al funeral de tu madre —dije suavemente—. Quería estar allí para ti, pero–
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