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¿Ya no quieres el cadáver de An Ya?

Los dos pequeños niños actuaban secretamente, susurrándose el uno al otro. Al ver que Zhouzhou no quería que ella supiera, la Abuela Qin no insistió en obtener más detalles.

Después de terminar su comida, Qin Lie los llevó afuera, con Qin Er siguiéndolos detrás. Los dos se sentaron en el asiento trasero, charlando animadamente. Qin Er dijo:

—No es necesario—, y Zhouzhou dijo:

—Debe hacerse—. Ambos se volvieron más y más serios, ninguno dispuesto a ceder. Al final, Qin Er hizo una concesión y dijo:

—Está bien.

Abuela Qin encontró divertido observarlos y no pudo resistir su curiosidad. Finalmente preguntó:

—¿De qué están hablando ustedes dos?

Al oír esto, de repente se quedaron en silencio. Zhouzhou se cubrió la boca y sacudió vigorosamente la cabeza como si jugara un juego de "palabras prohibidas". Dijo:

—No podemos decirlo, o sino la sorpresa se arruinará.

Entonces, ¿estaban planeando una sorpresa para alguien? Abuela Qin levantó ligeramente una ceja y dijo:

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