—Abandona esos pensamientos, Donald, si todavía quieres conservar esta miserable vida tuya —esbozando una sonrisa burlona, le hice una señal a Rick, que había estado callado a mi lado.
Él caminó rápidamente hacia Donald, quien estaba arrodillado en el suelo, sosteniendo una botella de cristal oscuro con cautela.
—El regalo de Pedro para ti es confinamiento, no el mío. Mi regalo, aquí
La mirada de Donald fue rápidamente atraída a la botella de cristal en la mano de Rick por mis palabras. El miedo llenó sus ojos, y su voz tembló de nuevo.
—¿Q-qué es esto? ¿Qué quieres hacer? —esto es una botella de ácido sulfúrico concentrado.
Mi voz era calmada, como el lago sereno fuera de la ventana, pero cada palabra que pronunciaba era tan aterradora como Satanás emergiendo del infierno.
—Quiero que tomes esta botella de ácido sulfúrico, Donald Rufus, que descubras su tapa y viertas el líquido sobre tus ojos.
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