Punto de vista de Kayla
A primera hora de la mañana, después de que Harrison emitiera una orden de desalojo para mí, empaqué mis pertenencias, desperté a mi hija que aún dormía y me preparé para dejar La Manada de la Noche Oscura.
—Mamá, ¿a dónde vamos? —Daisy, que aún no había despertado completamente, se frotó los ojos con sus manitas y murmuró una pregunta confusa.
—Vamos a casa, cariño.
—¿Casa? ¿No es este nuestro hogar, mamá? —Daisy abrió los ojos, me miró hacia arriba con ojos turbios y desconcertados.
—¿Y papá? ¿No se va con nosotras?
—Bueno...
Mientras trataba de explicar esta serie de preguntas a Daisy, los guerreros en la entrada de la villa nos detuvieron.
—Lo siento, señora, sin órdenes del Alfa, no puede irse de aquí como le plazca.
Bajé a Daisy de mis brazos y respondí al guerrero inexpresivo frente a mí.
—No soy miembro de La Manada de la Noche Oscura. Tú y tu Alfa no tienen autoridad para restringir mi libertad.
—Entiendo, señora Reeves.
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