Melisa se estiró perezosamente en la cama, su camisón se subió dejando al descubierto sus gruesos muslos morados. La cama de Raven estaba vacía, como de costumbre: esa chica y sus trotes matinales.
—Al menos la vista cuando regresa toda sudada compensa el despertar sola. Esos abdominales... Fu~u~uck.
Un golpe en la puerta la hizo quedarse inmóvil.
Los viejos hábitos se activaron instantáneamente. Su mano buscó el cuchillo bajo la almohada antes de que su cerebro se pusiera al día con su paranoia.
—Espera. Los Magos de las Sombras se han ido. Aria los atrapó a todos. Ya nadie está tratando de matarme... Probablemente.
Aún así, ocho años de intentos de asesinato aleatorios dejaron su huella.
Melisa mantuvo el cuchillo cerca mientras caminaba hacia la puerta, su otra mano lista para lanzar conjuros si era necesario.
... Sus pechos tenían un poco más de rebote hoy.
—Maldita sea, —los apretó—. ¿Están creciendo?
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