Ma Sufen miraba fijamente a Shen Baolan, quien estaba arrodillada recta como un poste frente a ella, boquiabierta y sin palabras, con la boca lo suficientemente abierta como para meter un huevo de gallina.
—Mamá, sé que me equivoqué. Solo que no estaba pensando bien antes, estaba confundida. Pero ahora he vuelto en sí. Shuhuan y yo aún somos jóvenes, podemos tener más hijos en el futuro. Una vez que me haya recuperado, definitivamente te daré un nieto grande y saludable. En el futuro, tanto él como yo nos ocuparemos de ti, para que puedas disfrutar de tu vejez en paz. Mamá, por favor, perdóname.
Ma Sufen estaba sentada en el sofá, lanzando miradas hacia la cocina de vez en cuando, su mente llena de dudas.
¿Podría ser que esta pequeña ramera estuviera poseída?
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