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La Pitón Roja se encontraba aturdida y desorientada tras el golpe de palma propinado por Xiao Ruiyuan, y en su furia, soltó un agudo silbido hacia él, balanceando su gruesa cola pesadamente contra él.
Desde luego, no había olvidado que este hombre había intentado darle muerte.
Xiao Ruiyuan tampoco era alguien con quien jugar, y sin usar una espada, atrapó firmemente la cola que la Pitón Roja le había lanzado.
Hombre y pitón, igualados, llegaron a un punto muerto donde ninguno podía ganar ventaja sobre el otro.
—Está bien, déjalo ya. Cuanto antes se haga la cirugía, antes podrás irte a casa —dijo Mo Yan.
Mo Yan no estaba allí para verlos pelear. Acarició a la Pitón Roja en la cabeza, señalándole que se detuviera.
La Pitón Roja retraía a regañadientes su cola, frotando la mano de Mo Yan con la punta de su lengua, sus grandes ojos como campanas llenos de reproche silencioso. Solo quería seguirla, sin ganas de irse a casa.
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