Reflexiones y Preparativos
El sol se había puesto cuando Jonás y su equipo finalmente regresaron al refugio. El día había sido largo, pero exitoso en su misión de cazar mutantes y explorar los alrededores en busca de supervivientes y recursos. Los Astartes mantenían su postura alerta, mientras los Guardias Imperiales vigilaban la entrada del refugio, cumpliendo con las órdenes de Jonás.
—Bien, chicos, un día productivo, —dijo Jonás mientras se sentaba en una de las áreas del refugio—. Vamos a revisar lo que hemos logrado.
Con un gesto, abrió la interfaz del sistema y comenzó a contabilizar los puntos que habían ganado al eliminar a los mutantes durante la jornada. Habían abatido a 25 mutantes, lo que les daba 50 puntos adicionales (2 puntos por mutante abatido).
Jonás hizo las cuentas rápidamente. Después de los puntos ganados en las misiones anteriores y lo gastado en las invocaciones más recientes, ahora contaba con un total de 50 puntos.
—Al final del día, todo es cuestión de puntos, —murmuró para sí mismo, sabiendo que esos recursos siempre serían clave para continuar con las invocaciones y mejorar el refugio.
Miró a sus tropas, que ya habían comenzado a relajarse un poco. El Apotecario estaba revisando sus equipos, asegurándose de que todo estuviera listo en caso de que alguien resultara herido. Los Astartes tácticos vigilaban en silencio, listos para actuar si fuera necesario.
El Astartes baluarte, como siempre, permanecía cerca de Jonás, protegiéndolo sin decir una palabra. Jonás se giró hacia él.
—Baluarte, —dijo Jonás, más relajado—, hemos hecho un buen trabajo hoy.
—Así es, maestro, —respondió el Astartes con su tono solemne—. Pero siempre estamos listos para más.
Jonás sonrió, apreciando la lealtad de sus tropas. Sabía que podía contar con ellos en cualquier situación. Pero mientras pensaba en los próximos pasos, también sabía que necesitarían seguir mejorando su situación. La comida y los recursos seguían siendo una prioridad.
—Adeptus Mechanicus, —llamó Jonás, girándose hacia el tecnosacerdote que se encontraba trabajando en los sistemas del refugio—, ¿alguna idea sobre cómo podemos mejorar nuestros suministros de comida a largo plazo?
El Adeptus Mechanicus levantó la vista, sus ojos biónicos centelleando bajo la luz tenue del refugio.
—Sí, maestro, —respondió con su voz metálica—, la biomasa de los mutantes es una opción viable para generar nutrientes a largo plazo. Pero como mencioné antes, necesitaremos ciertas piezas para construir la maquinaria adecuada.
—¿Cuánto nos costaría esa maquinaria? —preguntó Jonás, consciente de que necesitaría más puntos.
Miro el sistema.
—Un total de 500 puntos. El "Neuroconductor de Energía" (150 puntos), la "Cámara de Digestión Bioquímica" (200 puntos), y el "Sistema Extractor de Nutrientes" (150 puntos).
Jonás asintió. Sabía que no tenían suficientes puntos para comprar las piezas en ese momento, pero al menos tenía un plan a futuro.
—Está bien, —dijo, pensativo—. Mañana continuaremos con las misiones. Necesitamos más puntos para comprar esas piezas.
Jonás se reclinó en su asiento, dejando que sus pensamientos se organizaran. A pesar de que el día había sido exitoso, sabía que no podían bajar la guardia. El mundo era peligroso, y necesitaban asegurar más recursos para sobrevivir y prosperar.
—Por hoy, todos a descansar, —ordenó finalmente—. Mañana tenemos otra jornada por delante.
Los Astartes y el resto de las tropas se dispersaron para cumplir con sus funciones de vigilancia o descanso, mientras Jonás se retiraba a su área privada del refugio. Sabía que el día siguiente traería nuevos desafíos, pero con su creciente confianza, estaba listo para enfrentarlos.
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Preparativos para el Futuro
La mañana siguiente llegó rápidamente, y con ella, una nueva serie de decisiones para Jonás. Sabía que hoy tendrían que salir nuevamente, y esta vez no solo para cazar mutantes, sino también para explorar en busca de los recursos necesarios para crear la maquinaria de biomasa. Su equipo estaba listo.
Con un movimiento de su mano, Jonás abrió la interfaz del sistema. Todavía tenía 50 puntos, suficientes para comprar suministros básicos o invocar a más tropas menores, pero sabía que era mejor ahorrar esos puntos para las piezas que necesitaban.
—Aún no es suficiente, —murmuró para sí mismo, revisando nuevamente los costos del "Neuroconductor de Energía" (150 puntos), la "Cámara de Digestión Bioquímica" (200 puntos), y el "Sistema Extractor de Nutrientes" (150 puntos).
El Adeptus Mechanicus se acercó a él, manteniendo su postura mecánicamente precisa.
—Maestro, —dijo con su voz metálica—, recomiendo priorizar la obtención de esos recursos. Podríamos mejorar la eficiencia de nuestras operaciones si logramos asegurar los puntos necesarios rápidamente.
Jonás asintió. Sabía que el tecnosacerdote tenía razón. Necesitaban esos recursos, y aunque todavía tenía algunas tropas adicionales en la base, no podía permitirse invocar más sin comprometer sus puntos actuales.
—Está bien, saldremos ahora mismo, —decidió Jonás—. Hoy es un día para recolectar puntos, no podemos darnos el lujo de esperar más.
Reunió a su equipo rápidamente. Los tres Astartes, el Apotecario y él mismo saldrían nuevamente a enfrentar el mundo exterior. Los Guardias Imperiales permanecerían en la base, protegiendo el refugio en caso de que llegaran supervivientes o hubiera alguna amenaza inesperada.
—Bien, chicos, —dijo Jonás con una nueva confianza mientras sus tropas se alineaban frente a él—, tenemos que conseguir más puntos. No quiero que esto sea solo otra cacería de mutantes, necesitamos encontrar tecnología o algo que nos dé una ventaja.
Los Astartes, como siempre, respondieron con un asentimiento firme, sus enormes figuras listas para actuar. El Astartes baluarte se posicionó a su lado, como siempre, protegiéndolo mientras los Astartes tácticos tomaban la delantera.
La misión de hoy era más clara que nunca. No solo se trataba de matar mutantes por puntos, sino de explorar áreas nuevas, quizás descubrir alguna tecnología olvidada que pudieran usar, o incluso encontrar a más supervivientes.
—A por ello, chicos, —dijo Jonás mientras abrían la puerta del refugio y salían al exterior.
El paisaje fuera del refugio era el mismo de siempre: desolado, cubierto de ruinas y escombros. Pero algo en Jonás había cambiado. Ya no sentía la misma incertidumbre que al principio. Sabía que tenía el control, que sus tropas harían lo necesario para mantenerlo a salvo, y que, al final del día, encontrarían lo que necesitaban.
El equipo avanzó lentamente, los Astartes tácticos liderando el camino, escaneando el área con precisión mientras el baluarte protegía a Jonás con su escudo siempre en alto. Cada paso que daban los acercaba a nuevas oportunidades de obtener puntos.
Después de caminar un rato, uno de los Astartes tácticos levantó la mano, señalando hacia el horizonte.
—Maestro, detectamos actividad más adelante. Parece haber una pequeña estructura entre las ruinas.
Jonás frunció el ceño, intrigado. Era justo lo que necesitaban. Tal vez encontrarían algo útil allí, alguna pieza tecnológica que pudiera ayudarlos a avanzar con su plan.
—Bien, avancemos con cuidado, —ordenó Jonás, sabiendo que no podía permitirse ningún error.
El equipo se movió rápidamente hacia la estructura, y pronto descubrieron que no estaba desierta. Un pequeño grupo de mutantes deformes se movía alrededor de las ruinas, claramente patrullando la zona.
—A por ellos, chicos, —dijo Jonás con determinación.
Los Astartes no necesitaron más indicaciones. Los dos tácticos levantaron sus bólteres y comenzaron a disparar con precisión letal, abatiendo a los mutantes uno por uno. El baluarte, siempre protegiendo a Jonás, se mantuvo listo para intervenir si alguno de los mutantes lograba acercarse.
La batalla fue rápida y eficiente, como siempre lo era con los Astartes. En cuestión de minutos, todos los mutantes habían caído, y el área estaba despejada.
—Área despejada, maestro, —informó uno de los Astartes tácticos.
Jonás asintió, satisfecho con el resultado. Sabía que con cada mutante que eliminaban, estaban un paso más cerca de conseguir los puntos que necesitaban.
—Vamos a investigar la estructura, —dijo Jonás—, veamos si encontramos algo útil.
El equipo se adentró en las ruinas, con la esperanza de descubrir algo que les diera una ventaja en su misión de supervivencia.
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El Líder Magnánimo
La estructura que encontraron estaba en ruinas, pero algo en el lugar parecía inusual. Los Astartes tácticos avanzaron cuidadosamente, escaneando el área en busca de trampas o enemigos ocultos. El Astartes baluarte mantenía su posición junto a Jonás, siempre vigilante.
—Lo que sea que encontremos aquí, —murmuró Jonás, observando las ruinas—, podría darnos la ventaja que necesitamos.
Los escombros crujían bajo sus pies mientras se acercaban a lo que parecía ser una entrada subterránea. El Apotecario, siempre atento a su entorno, se mantuvo detrás del grupo, asegurándose de que no hubiera amenazas en las cercanías.
—Maestro, hemos encontrado algo, —dijo uno de los Astartes tácticos desde el frente.
Jonás se acercó, observando la entrada. Era una trampilla oculta bajo escombros, pero claramente había sido utilizada recientemente. Jonás frunció el ceño.
—Parece que alguien ha estado aquí antes, —dijo, mirando a su alrededor—. Quizás haya supervivientes escondidos en esta área.
Con un gesto, el Astartes baluarte levantó la pesada trampilla, revelando un pasaje oscuro que descendía hacia las profundidades de la estructura.
—Permítanos ir primero, maestro, —dijo el Astartes baluarte, dispuesto a proteger a Jonás a toda costa.
—Adelante, pero con cuidado, —respondió Jonás, asintiendo.
Los dos Astartes tácticos descendieron primero, seguidos por el baluarte y finalmente por Jonás y el Apotecario. El aire en el túnel era pesado y denso, pero al avanzar más profundamente, empezaron a notar signos de vida.
Había mantas viejas, latas vacías y rastros de fogatas apagadas.
—Parece que alguien ha estado viviendo aquí, —murmuró Jonás mientras inspeccionaba el lugar—. Pero, ¿dónde están ahora?
Uno de los Astartes tácticos al frente se detuvo y levantó una mano en señal de alerta.
—Maestro, detecto movimiento más adelante, —dijo con su voz grave.
Jonás se tensó, pero decidió confiar en sus tropas.
—Vamos a acercarnos, pero con cuidado. No sabemos si estamos tratando con enemigos o supervivientes.
A medida que avanzaban más profundamente en el túnel, comenzaron a escuchar susurros y movimientos rápidos. Era claro que había alguien más allí, y pronto llegaron a una pequeña cámara subterránea.
Dentro de la cámara, encontraron a tres personas: una mujer, su hijo pequeño y otra mujer más joven. Estaban acurrucados en un rincón, claramente asustados por la presencia de los Astartes, cuyas enormes figuras metálicas llenaban el espacio.
Jonás dio un paso adelante, su imponente armadura reflejaba la poca luz que entraba en la cueva. Sabía que tenía que presentarse de forma poderosa.
—No temáis, —dijo Jonás, con una voz calmada pero firme—, yo soy Jonás, y estos son mis guerreros. Hemos venido a buscar supervivientes y ofrecer protección.
Las mujeres lo miraban con miedo, pero también con asombro. La presencia de los gigantes Astartes, combinada con la figura de Jonás en su armadura, les hacía entender que este no era un hombre común. Era alguien importante, un líder.
El niño se escondió detrás de su madre, mirando con ojos muy abiertos a los imponentes Astartes. La madre abrazó al niño fuertemente, mientras la otra mujer más joven los observaba, claramente aterrorizada por las figuras gigantescas que tenían frente a ellos.
—Venimos de un refugio, —continuó Jonás, su tono magnánimo—. Un lugar seguro, con comida y protección. Si me seguís, prometo que estaréis a salvo.
Las dos mujeres intercambiaron miradas. No había duda de que sentían desesperación. Las enormes figuras de los Astartes y la imponente armadura de Jonás hacían que su oferta fuera difícil de rechazar.
—No podemos seguir huyendo... —dijo la madre, susurrando a la otra mujer.
La mujer más joven se mordió el labio, mirando a Jonás, y luego a los Astartes, que parecían invencibles.
—¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti? —preguntó la joven, aunque su tono reflejaba más desesperación que desconfianza.
Jonás no necesitaba convencerlas más. Su sola presencia, rodeado de guerreros inhumanos, era suficiente para que comprendieran que no tenían otra opción mejor.
—No os pido confianza ciega, —dijo Jonás con serenidad—. Os pido que me sigáis y os prometo que estaréis protegidas. No os dejaré caer en las garras de los mutantes.
La madre asintió finalmente, y después de unos segundos de duda, la joven hizo lo mismo.
—Iremos con vosotros, —dijo la madre, sus ojos reflejando alivio y miedo a la vez.
Jonás sonrió, satisfecho. Sabía que habían decidido seguirle no solo por la desesperación, sino también porque la imponencia de su equipo y su propia figura les aseguraba que era su mejor opción.
—Bien, —dijo Jonás, con una voz más suave—, vamos a llevaros a un lugar seguro.
Con las dos mujeres y el niño siguiendo de cerca, Jonás y su equipo comenzaron a regresar hacia el refugio. Sabía que esto solo era el comienzo, y con cada nuevo aliado que ganaba, su poder en este mundo aumentaba.