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Resiliencia

作者: jack_saint
都市
連載 · 14.3K 流覽
  • 37 章
    內容
  • 評分
  • NO.200+
    鼎力相助
摘要

Decidido a encontrar la verdad y hallar al responsable de su desgracia, Absalon se adentra en un mundo embriagador de riqueza, excesos y peligro. Lo que comienza como una búsqueda de seguir con su vida pronto se convierte en un frenesí de manipulación, pasión desenfrenada, enfrentamientos violentos y ansias de venganza. En este viaje tortuoso, donde busca convencerse a si mismo que es capaz de resistir, lucha contra sus demonios internos mientras enfrenta fuerzas externas que amenazan con devorarlo por completo.

Chapter 1Capítulo 1: Linna

Miércoles 26 de marzo de 2025.

El día está soleado igual que los días anteriores, el ambiente de a poco cambia a otoño, las hojas siguen sus respectivos lugares, pero débiles y algunas inclusive secas.

El calor era agradable y los rayos del sol golpeando las capas de la piel hacia sonreír a cualquiera que se percatara de lo disfrutable que eran, no sé si era por eso, pero me sentía fantasiosamente realizado, sabía que todavía tenía muchas cosas de las que preocuparme. Sin embargo, las encontraba ínfimas comparadas con lo bueno de la vida. Como si no importaran. Tal sensación me relajó.

­—Absalon.

Una chica de un largo pelo negro me llamó a unos pasos de mí, llevaba consigo una caja notablemente pesada, parecían ser guías y libros lo que estaba en el interior.

—¿Puedes ayudarme con esto?

—Obvio, no hay problema —respondí a su petición.

Ya la había visto en el colegio e incluso intercambiamos unas pocas palabras, aunque siempre con gente haciendo de intermediarios, nunca hablamos solo nosotros dos, me sorprendió que solicitara mi ayuda.

Le terminé de ayudar a llevar la caja. Estaba más pesada de lo que imaginé. Y pensar que lo iba a llevar sola desde su salón hasta la sala de profesores.

De vuelta a mi salón me percaté de una chica que venía en sentido contrario al que iba, tenía unos ojos cafés y un pelo castaño claro, casi rubio, que caía hasta su cadera, bien peinado, sin ser del todo lizo. Mantenía rasgos finos que la hacía destacar sobre las chicas que la acompañaban. Cruzamos miradas. Ella me mostró una sonrisa. Antes de darme cuenta se alejó de sus amigas y me tenía a mí como destino. Sin tomarle importancia seguí caminando, sabiendo que ella me alcanzaría en nada. Antes de lo que creí, ya estaba caminando a mi lado

­—¿Tienes algo que hacer este fin de semana? —me susurró en el oído con distintas intenciones.

Me descolocó lo suficiente como para quedarme en silencio. Antes de siquiera reaccionar, aprovechó de morder un sutil pedazo de mi oreja. Una mezcla de un escalofrió y una sensación de gusto lascivo.

—¡Linna!

Sin poder responder a su pregunta se me acercó, esta vez para demostrar su afecto, mi brazo izquierdo quedó atrapado entre los suyos y su cuerpo. Me alejé por la sorpresa que me llevé.

—Creo… —tratando de recomponerme volví a hablar—. Es probable que esta semana visite a mis abuelos con mi familia, ya que mi hermano mayor llega uno de estos días.

—Y yo que pensaba invitarte a mi casa. Mis padres se iban de viaje por dos noches…

Linna me queda mirando esperando algún tipo de reacción ante su propuesta. Al ver que no me inmuté se detuvo en seco, yo por dentro me encontraba temblando. Sin saber cómo responderle lancé una carcajada que ni yo me esperaba.

—¿De qué te ríes? —lo dijo tan alto que algunos desviaron la mirada para ver de qué se trataba.

Me detuve en seco y sintiéndome llevado por la situación decidí hablar:

—Me encantas.

Se lo dije con tanta simpleza y tanto significado que apenas capto mis palabras se sonrojó. Ella apartó la mirada con ternura, como si fuera tan delicada cual cristal. Sentí la necesidad de cubrirla con algo para que nunca se rompa.

Un cristal que no quiero que nunca se rompa, volví a pensar. Esas simples palabras quedaron grabadas en mi corazón y mente.

Crucé la puerta principal de mi casa luego de pasar por el antejardín. En las escaleras que daban al segundo piso se encontraba él, el causante de mis desgracias y a la vez el mejor hermano que podía desear. Estaba sentado en las escaleras con una gorra que quería resaltar como fanático de estas. Traía un pantalón negro suelto con hartos bolsillo estilo militar casual, una chaqueta de mezclilla que combinaba perfectamente con sus botines negros y la gorra. Sostenía una cuchilla con la punta de los dedos tambaleándola como si estuviera esperando a su presa, esta era un tipo de daga con agujeros en su hoja y era muy vistosa. Sin todavía mirarme apretó la daga, se levantó y cuando me doy cuenta de que me estaba mirando con su brazo extendido veo la daga pasar a centímetros de mis ojos. Más por el susto que por el gusto de que llegara, alcé los brazos, no supe si mi intención era abrazarlo. Mi hermano sonrió con una malicia notable. Vi que otra daga salía de su bolsillo. Mi cuerpo me pedía huir, cuando el comenzó a caminar hacia mí. Retrocedí hacia la puerta principal con ganas de salir, cuando se me acerca súbitamente y me toma por la mochila para dejarme clavado justo al lado de la puerta. Supe entonces que sería su prueba de tiro. Traté de descolgarla antes de que comenzara la tortura. A pesar de mis esfuerzos no podía sacar la daga. Se reía sin parar mientras ganaba distancia para su práctica. Apenas me rendí, escuché a alguien detrás de la puerta, no pude evitar sentirme aliviado. Esta se abrió con demasiada brusquedad, estampándose en mi cara. Si mis manos no hubieran alcanzado a recepcionar parte del golpe seguramente estaría inconsciente.

—¡Naim llegaste! —entró mi hermana, sin fijarse que estaba detrás de la puerta. Siguió avanzando para saludarle con un abrazo, dejando que la puerta se cerrara sola, el portazo fue tan fuerte que pudo desestabilizar la daga dejándola caer. Enojado y con dolor me arreglé el uniforme. Voy a saludar como corresponde cuando la puerta vuelve a golpearme sin darme tiempo para reaccionar.

—¿¡Qué!? ¿Llegó mi hijo? —habló la persona que ingresó.

Hubo un pequeño silencio que rompió con la risotada de mi hermano, quien lo presenció todo

—¿De qué te ríes Naim? —preguntó nuestra hermana.

—¿Te ríes de tu propia madre?

Naim sin poder dejar de reír, apuntó con su dedo hacia donde estaba, todavía quieto por el gran golpe.

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