Sus ojos se abrieron como si hubiera vuelto en sí y empujó furiosamente al hombre para quitárselo de encima.
—¡Tú! —gritó y le propinó una furiosa patada en la entrepierna.
Los ojos del joven parpadearon rápidamente y emitió un gemido de dolor.
—¡Pervertido! —le gritó él y comenzó a golpearse la cabeza sin poder creer lo que acababa de suceder.
—Yo no soy… un pervertido. —El joven habló con fuerza a pesar del dolor que sentía en su entrepierna.
—¿En serio? Si no eres un pervertido, ¿entonces qué eres? ¿Sabes lo que acabas de hacer? —Leia lo miró con un brillo despectivo en sus ojos.
El joven la miró y preguntó:
—¿Qué?
—¡Acabas de robarme mi primer beso! ¡Entendido! ¡Sí! Este era mi maldito primer beso y ¿sabes qué? ¡Fue el peor! —Su cara se torció en disgusto.
—Oh… Mis disculpas entonces
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